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Alumnos afganos asisten a sus primeras clases en un instituto de Kabul, 25 de marzo de 2023. © 2023 AHMAD SAHEL ARMAN/AFP via Getty Images

Me gustaría denunciar la desaparición de una persona. En realidad, más de un millón de ellas, desaparecidas durante mil días.

En septiembre de 2021, los talibanes prohibieron a las niñas asistir a la escuela más allá del sexto curso en Afganistán. Al año siguiente, ampliaron la prohibición a las universidades, impidiendo a las mujeres terminar la enseñanza superior. 

Estas prohibiciones se suman a otras severas restricciones impuestas a mujeres y niñas para trabajar, viajar e incluso salir de casa. Es la crisis de derechos de la mujer más grave del mundo y ha sido condenada por expertos internacionales como “apartheid de género”. 

La ausencia de niñas y mujeres de la educación secundaria y universitaria es obviamente una tragedia para las personas afectadas. Las mujeres de todo Afganistán describen su situación como aislamiento y asfixia, estableciendo comparaciones con “vivir en condiciones similares a las de una prisión”.

Pero la política es también un duro golpe para el país en su conjunto.

“Afganistán nunca se recuperará del todo de estos 1.000 días”, afirma mi colega y experta Heather Barr. “El potencial perdido en este tiempo -los artistas, médicos, poetas e ingenieros que nunca llegarán a prestar a su país sus habilidades- no puede ser reemplazado”.

Personas perdidas, talentos perdidos, sueños perdidos, vidas perdidas.

Esto no ocurre en ningún otro país. Afganistán es el único Estado del mundo que prohíbe a niñas y mujeres la educación secundaria y superior. Sólo la rufianería talibán es tan viciosamente hostil a las mujeres que obstaculiza el avance y el progreso de su país impidiendo que la mitad de la población participe en la sociedad.

Es como correr una maratón y decidir serrarse una pierna antes de empezar la carrera.

Hay niñas y mujeres valientes que desafían a los talibanes asistiendo a escuelas clandestinas, pero está claro que eso no puede superar todas las pérdidas, tanto personales como para la sociedad en su conjunto. También necesitamos más esfuerzos del mundo exterior.

A finales de junio, expertos y enviados de la ONU sobre Afganistán se reunirán en Doha, Qatar, para seguir debatiendo el enfoque de la comunidad internacional sobre Afganistán. Es una oportunidad para apoyar a las mujeres afganas y evitar hacer cualquier cosa que pueda parecer una trivialización de la grave crisis de derechos humanos o una legitimación del régimen talibán.

Las mujeres afganas han dejado claro lo que hay que hacer. La comunidad internacional debe exigir responsabilidades a los talibanes por sus crímenes contra las mujeres y las niñas. No deben, por ejemplo, invitarlos a las reuniones organizadas por la ONU. Nadie debe levantar las sanciones al régimen hasta que se verifique una mejora de los derechos humanos, especialmente de los derechos de las mujeres.

Cualquier otra cosa corre el riesgo de normalizar el terror generalizado del régimen talibán.

 

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