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La crisis de los servicios de salud en Afganistán

Boletín informativo, 12 de febrero de 2024

Una mujer sostiene a su hijo de un año, que estuvo a punto de morir de desnutrición, en el interior del hospital de Mirbacha Kot, Afganistán, 24 de octubre de 2021. © 2021 AP Photo/Bram Janssen

El sistema sanitario público de Afganistán estaba en crisis incluso antes de que los talibanes volvieran al poder en agosto de 2021. Durante décadas, gran parte de él había dependido de la financiación de los donantes. Sin embargo, desde que tomaron el poder los talibanes, la mayor parte del gasto destinado al desarrollo ha cesado. Hoy, la economía del país está al borde del colapso, al igual que su sistema sanitario.

Millones de personas han perdido su empleo en los últimos dos años y medio, por lo que las familias se enfrentan a duras decisiones: ¿Gastan el poco dinero que tienen en comida o llevan a sus hijos desnutridos al médico y compran los medicamentos?

No es de extrañar que la crisis afgana afecte especialmente a las mujeres y las niñas. Como sabrán los lectores habituales de este boletín, el país se ha convertido en uno de los más represivos del mundo para mujeres y niñas.

Desde hace más de dos años, a las mujeres y niñas afganas se les niega el acceso a la educación secundaria. Como consecuencia, se ha interrumpido la mayor parte de la formación de las futuras trabajadoras sanitarias. Esto ha creado carencias potencialmente mortales en la prestación de asistencia sanitaria a las mujeres.

Incluso antes de agosto de 2021, Afganistán tenía una de las tasas de mortalidad materna per cápita más altas de Asia, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Si no se permite estudiar a la mitad de los posibles estudiantes de medicina, la situación empeorará. En pocas palabras: en un país donde los médicos no pueden atender a pacientes femeninas, si las trabajadoras no están allí para prestar ayuda a las mujeres, lo más probable es que éstas se queden sin ayuda.

Por si fuera poco, en algunas provincias se ha ordenado a los médicos que no atiendan a ninguna paciente que no vaya acompañada de un mahram -un tutor masculino- y que no vaya cubierta de pies a cabeza. ¿Cómo puede un médico diagnosticar correctamente a alguien si no puede examinarlo? ¿Se sienten cómodas las mujeres divulgando su historial médico delante de su padre, tío, primo o hermano?

"Mi familia no lo entenderá", dijo Mehria A., una mujer de Nangarhar que ha sufrido depresión, a mi colega Fereshta Abbasi, investigadora sobre Afganistán en Human Rights Watch, durante la investigación para su informe "'A Disaster for the Foreseeable Future': Afghanistan's Healthcare Crisis". "Ojalá hubiera servicios confidenciales disponibles para las mujeres, para poder acudir a ellos".

Las médicas también están obligadas a ir acompañadas de un tutor masculino, a menudo incluso en el trabajo. Esto ha incrementado los costes de las clínicas, ya que hay que pagar al tutor la comida y el transporte, al tiempo que dificulta la prestación de servicios sanitarios comunitarios porque los trabajadores sanitarios cualificados que no tienen mahram no pueden trabajar. Y todo esto, mientras la gente tiene más necesidades, con millones de niños que sufren desnutrición y un aumento de la depresión entre las mujeres.

"La crisis económica sin precedentes de Afganistán ha hecho que millones de personas se enfrenten a condiciones que ponen en peligro sus vidas", afirma Fereshta. "La situación exige algo más que ayuda humanitaria, requiere esfuerzos sostenibles para evitar un mayor declive económico y aliviar el inmenso sufrimiento de la población afgana".

Sin embargo, la respuesta de los gobiernos y las organizaciones internacionales a esta crisis ha sido escasa, cuando no apática. Ya es hora de que los líderes mundiales apoyen al pueblo afgano y muestren más determinación para aliviar la miseria cada vez mayor que la vida bajo el régimen talibán ha supuesto para las mujeres y las niñas en particular.

 

 

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