Desde la tundra que bordea el océano Ártico en Prudhoe Bay (Alaska) hasta Tierra de Fuego, en el extremo sur de Sudamérica, la carretera Panamericana permite recorrer casi todo el continente americano en una sola vía. El tramo de asfalto sólo se interrumpe en un intervalo de 100 km: el Tapón del Darién. La autopista nunca fue completada para lograr atravesar la selva tropical de aproximadamente 26.000 kilómetros cuadradas que cubre la zona más septentrional de Colombia y una parte significativa de la provincia más meridional de Panamá. De hecho, no hay ninguna carretera que la atraviese. Tampoco hay puentes, servicio de telefonía móvil ni otras infraestructuras que faciliten la travesía. La región alberga algunas de las crestas montañosas más altas de Panamá, así como cientos de ríos y valles densamente boscosos. Está escasamente habitada, sobre todo por comunidades indígenas y bandas criminales que se benefician de la ausencia de autoridades gubernamentales.
A pesar de todas sus carencias, el Tapón del Darién se ha convertido en los últimos años en una importante ruta de tránsito para la migración irregular. A pesar de los peligros de la selva y de sus inmensos obstáculos, se trata de la única vía terrestre que conecta Sudamérica con Centroamérica. Para los solicitantes de asilo y migrantes que se dirigen a Estados Unidos y otros destinos del norte, por más peligroso que sea, el Tapón del Darién se ha convertido últimamente en la principal vía de paso.
El movimiento dentro y a través del Tapón del Darién no es del todo nuevo. Las autoridades panameñas llevan rastreando algunas llegadas de migrantes desde 2010, y hay casos registrados de cruces desde hace más de una década. Sin embargo, hasta 2021, el número de personas que cruzaban la selva era relativamente intrascendente en comparación con otras vías migratorias las Américas. Ese año, más de 130.000 migrantes lograron cruzar la selva a pie, frente a una media de menos de 11.000 al año durante la década anterior. En 2022, las llegadas se dispararon a casi 250.000 personas. Esa cifra se superó en los ocho primeros meses de 2023, y más de 500.000 personas están en camino de cruzar a finales de este año.
Los gobiernos de ambos lados de la frontera han acordado, en los últimos meses, abordar la migración que ocurre a través del Darién. También han recibido un importante apoyo y presión por parte de Estados Unidos, donde los líderes ven la selva como un punto de estrangulamiento del flujo migratorio para evitar futuras llegadas a la frontera entre Estados Unidos y México. Pero el creciente movimiento de personas a través del Darién, incluso después de que los gobiernos de Colombia, Panamá y Estados Unidos hayan prometido tomar medidas enérgicas, demuestra que las políticas para frustrar la migración van a encontrar grandes dificultades. Según los datos obtenidos por los autores, en agosto se registraron más de 81.000 personas cruzando el Tapón del Darién, la cifra más alta de la que se tiene constancia.
Este artículo se centra en las dinámicas en y a través de la región fronteriza compartida por Panamá y Colombia, basándose en la investigación sobre el terreno realizada por los autores. En particular, se centra en los patrones demográficos de quienes cruzan, las respuestas oficiales y la escasa probabilidad de que los gobiernos puedan cerrar esta vía. Comprender el contexto, la dinámica y los retos es fundamental para cualquier debate sobre políticas regionales de migración y protección en América Latina.
Evolución de las tendencias
El uso inicial del Tapón del Darién como paso migratorio, a partir de finales de la década de 1990, fue principalmente por parte de colombianos que huían del conflicto interno y la violencia. Panamá no empezó a registrar oficialmente los cruces de migrantes hasta 2010. Entre 2010 y 2014, las autoridades registraron una media de aproximadamente 2.400 cruces al año. El primer repunte real tuvo lugar en 2015 y 2016, cuando se registraron unas 30.000 llegadas anuales. Tras un descenso temporal, la cifra casi se ha duplicado anualmente desde 2021; 2023 no parece ser una excepción.
Las razones de este aumento son múltiples. Muchos migrantes de Sudamérica y el Caribe tienen dificultades para conseguir visados para México y países centroamericanos y, por lo tanto, carecen de vías alternativas para llegar a Norteamérica. A medida que la ruta a través del Darién se ha ido consolidando, los migrantes han compartido información sobre las mejores formas de cruzarlo. Lo más importante, sin embargo, son los múltiples y complejos factores que impulsan la migración, en especial en las Américas. Muchas personas se ven obligadas a abandonar sus hogares por factores como la represión y el colapso económico en Venezuela, la inseguridad y la inestabilidad política en Ecuador y las múltiples crisis en Haití.
Inicialmente, los migrantes que cruzaban el Tapón del Darién solían proceder de Haití o Cuba. De 2015 a 2021, aproximadamente el 79 por ciento de todas las personas que cruzaron el Darién eran haitianos, cubanos o hijos nacidos en Brasil o Chile de migrantes haitianos que se habían trasladado a Sudamérica en años anteriores. En 2022, sin embargo, la demografía cambió (véase la figura 2). Por primera vez, la mayoría de los que llegaron a Panamá tras cruzar la selva procedían de Venezuela. Entre 2010 y 2021, se registraron algo más de 3.000 venezolanos que cruzaron el Darién; en 2022, la cifra superó los 150.000. Una de las razones del precipitado aumento fue la decisión, adoptada ese año, de México y varios países centroamericanos de exigir visados a los venezolanos. Ello impulso a muchas personas, que no podían llegar legalmente a México, a cruzar por el Darién.
El número de cruces de venezolanos disminuyó significativamente en los dos últimos meses de 2022, coincidiendo con el anuncio por parte del gobierno estadounidense de un programa de parole humanitario y la aplicación de la política de expulsiones a los venezolanos, relacionada con la salud pública del Título 42 de Estados Unidos. Sin embargo, el programa de parole requiere que los beneficiarios tengan un patrocinador que resida en Estados Unidos, vuelen al país y cumplan otras condiciones, que son limitantes para algunos migrantes que tienen redes sociales estadounidenses mínimas o inexistentes. Por ello, el flujo de venezolanos que utilizan la ruta del Darién ha vuelto a aumentar, con más de 209.000 cruces entre enero y agosto de 2023, el mayor número para cualquier nacionalidad. Otras nacionalidades que cruzaron durante los ocho primeros meses de 2023 incluyeron a los ecuatorianos (casi 45.000) y los haitianos (algo más de 35.000). Los inmigrantes de Venezuela, Ecuador y Haití han representado alrededor del 84 por ciento de todas las personas que han cruzado el Tapón del Darién en lo que va de 2023.
Otra tendencia notable en el Darién ha sido el movimiento de personas de fuera del hemisferio occidental -en particular de África Central y Occidental, Oriente Medio y Asia Meridional- que primero viajan a Sudamérica y utilizan el Darién para llegar a Estados Unidos o Canadá. Desde 2015, Panamá ha registrado más de 100.000 migrantes extracontinentales procedentes de al menos 60 países africanos y asiáticos. De hecho, en 2017 y 2018 la mayoría de los migrantes a través del Darién procedían de Asia, y las nacionalidades más comunes eran india, nepalí, bangladesí y camerunesa. En 2023, las tendencias en cuanto al país de origen han cambiado, y las nacionalidades extracontinentales más comunes son ahora la china (más de 13.000 hasta los ocho primeros meses del año), la india (3.300) y la afgana (2.600).
Un dato especialmente preocupante es el aumento del número de niños que cruzan la brecha. Mientras que aproximadamente el 16 por ciento de los que cruzaron en 2022 eran menores de 18 años, el porcentaje se acercó al 21 por ciento entre enero y agosto de 2023, con casi 64.000 menores de 18 años cruzando en esos ocho meses. Además, UNICEF informó en mayo que, de media, entre ocho y diez niños no acompañados cruzaban el Darién cada día. Muchos viajan con una persona que no es su progenitor o se separaron de sus padres mientras atravesaban la selva. Según las entrevistas realizadas por los autores a migrantes y funcionarios, sólo una pequeña parte parece viajar sola.
Situación en el Tapón del Darién
El Tapón del Darién es una de las rutas migratorias más difíciles del mundo, agravada por la escasez de asistencia gubernamental y humanitaria en la selva. Para empezar, los emigrantes deben tomar un ferry que cruza el golfo de Urabá desde la ciudad colombiana de Necoclí hasta una de las dos pequeñas poblaciones de las afueras del Darién: Acandí o Capurganá. Desde allí, los solicitantes de asilo y migrantes pueden utilizar múltiples rutas para cruzar, a menudo ayudados por contrabandistas conocidos localmente como “guías”. Las rutas no son fijas y han variado en los últimos años, dependiendo, entre otros factores, de las restricciones impuestas por las autoridades panameñas y el Clan del Golfo, un grupo armado que opera en el norte de Colombia y que ha participado cada vez más en la regulación del paso por el Darién.
Las rutas tienen diferentes “tarifas”, lo que significa que los migrantes con menos recursos, a menudo haitianos y venezolanos, se ven obligados a tomar caminos más largos y peligrosos. Con frecuencia, estas tarifas rondan los doscientos dólares estadounidenses. Mientras tanto, otros que pueden pagar más, como muchos chinos, toman rutas más cortas y seguras. Las rutas más caras pueden oscilar entre 1.000 y 2.000 dólares estadounidenses por persona.
Las rutas terrestres son las menos costosas y duran entre cuatro y diez días de media. Al momento de redactar este informe, había dos rutas terrestres principales: de Acandí a Bajo Chiquito y Lajas Blancas, y de Capurganá a Canaán Membrillo y San Vicente (véase la figura 3). Ambas rutas son extremadamente difíciles y obligan a los que las cruzan a subir montañas, bajar valles y cruzar ríos. En la selva no hay señal de telefonía móvil, por lo que los migrantes deben depender unos de otros y, los que pagan, de guías.
También hay dos rutas marítimas, que son más caras y se utilizan con menos frecuencia. Estas rutas trasladan a los migrantes a territorio panameño por mar antes de atracar y, finalmente, realizar trayectos más cortos a pie a través de la selva. Una ruta comienza en el lado caribeño desde Capurganá y se desplaza hacia el norte hasta puntos de escala conocidos como Carreto o Caledonia. La otra parte del Pacífico y parte de Juradó (Colombia) para llegar a Jaque o Puerto Quimba (Panamá) son opciones más rápidas y seguras. Aun así, todos los emigrantes tendrán que caminar por la selva durante alguna parte del viaje.
Peligros en el camino
Sea cual sea la ruta, el viaje es extremadamente peligroso, sobre todo por la geografía del Darién. Al principio, la mayoría de los que cruzan la selva llevan al menos una tienda o lona, botas de lluvia, agua y algo de comida. Sin embargo, estos objetos pesan mucho y no bastan para todo el viaje. Los emigrantes suelen quedarse sin agua al cabo de uno o dos días y sin comida poco después. Cuando eso ocurre, suelen depender del agua de los numerosos ríos, que a menudo no está limpia, lo que hace que muchos migrantes enfermen y se deshidraten gravemente. Muchos también se rompen huesos o se dislocan articulaciones caminando por el difícil terreno. Algunos se ahogan al intentar vadear los ríos, debido a las fuertes corrientes y a las frecuentes crecidas repentinas.
Según un informe reciente de uno de los autores, 253 migrantes murieron o desaparecieron en el Tapón del Darién entre 2014 y 2021. Las autoridades panameñas han informado del hallazgo de 124 cadáveres en la brecha entre enero de 2021 y abril de 2023. Lo más probable es que estas cifras representen solo una fracción del número de muertes, según las entrevistas de los autores con migrantes y trabajadores humanitarios. El ahogamiento parece ser la principal causa de muerte, aunque la exposición y las enfermedades también fueron comunes.
También hay peligros por parte de otros humanos. Delincuentes que operan en la selva y bandidos puntuales amenazan y roban a los migrantes. Médicos Sin Fronteras ha atendido en lo que va de año a más de 200 víctimas de violencia sexual, la mayoría mujeres y niñas, incluidos casos de violación y otros abusos sexuales cometidos durante robos.
Servicios en Panamá
Tras recorrer la mayor parte de la selva, los migrantes llegan a una de las dos pequeñas comunidades indígenas: Bajo Chiquito o Canaán Membrillo en Panamá. Allí, son recibidos y registrados por el Servicio Nacional de Migración (SNM). En Canaán Membrillo, que tiene una población de 430 habitantes, un fiscal registra abusos contra los migrantes. Sin embargo, muchos se enfrentan a importantes obstáculos para denunciar casos de violencia sexual y otros delitos, ya que el fiscal carece de capacidad y de servicios de interpretación adecuados. La falta de interpretación es un reto especial para el gran número de migrantes procedentes de Haití o de otros lugares cuya lengua materna no es el español.
Desde agosto de 2022, el gobierno ha destinado un médico y una enfermera a Canaán Membrillo. Sin embargo, el centro médico tiene una capacidad limitada y el personal no puede atender urgencias graves, incluidas las que requieren radiografías. También hay un médico y una enfermera en la comunidad de Bajo Chiquito, con capacidad para 200 personas. Pero durante las visitas de los autores a las comunidades en 2023, los puestos médicos se estaban quedando sin medicamentos básicos, incluido ibuprofeno.
Al día siguiente de llegar a estas comunidades, los migrantes son enviados en canoas (conocidas localmente como piraguas) a una de las dos Estaciones de Recepción Migratoria (ERM): Lajas Blancas o San Vicente. Los campamentos están gestionados por el Ministerio de Seguridad de Panamá a través del SNM y la patrulla fronteriza, conocida como SENAFRONT (Servicio Nacional de Fronteras). La labor del gobierno en los campamentos incluye garantizar seguridad, proporcionar comidas, ofrecer alojamiento y organizar el tránsito posterior en autobús. Aunque la mayoría de los migrantes abandonan el campamento en cuestión de horas, los que carecen de dinero, los que esperan a familiares aún en la selva o los que están heridos o enfermos pueden quedarse varios días.
Las condiciones en los campamentos son malas. Lajas Blancas tiene dos zonas divididas por una alambrada: una en la que las organizaciones humanitarias proporcionan ayuda, y otra con catres para los migrantes en pequeñas chozas de madera con techo de chapa de acero levantadas por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM). San Vicente reabrió sus puertas en noviembre de 2022 tras una reforma de 2,2 millones de dólares, con contenedores modulares con literas donde pueden dormir 544 personas. En ambos lugares, el calor a menudo sofocante hace que muchos prefieran dormir en sus propias tiendas. Con frecuencia, los dormitorios están sucios y, en la temporada de lluvias, el barro suele cubrir cualquier alojamiento.
La agencia de protección de la infancia de Panamá, conocida como SENNIAF (Secretaría Nacional de Niñez, Adolescencia y Familia), no tiene presencia en las comunidades indígenas ni en los centros de migración. En las comunidades, los niños no acompañados suelen quedar bajo la custodia de un agente del SENAFRONT. Una vez que llegan a los centros de migración, algunos niños son enviados a una casa apoyada por UNICEF para esperar hasta que lleguen sus padres o hasta que un juez decida si pueden continuar su viaje con otro tutor. Sin embargo, la casa sólo acoge a menores de 13 años y, en casos excepcionales, a chicas de entre 14 y 17 años. Más de 240 niños se alojaron allí entre enero de 2021 y marzo de 2023.
Además de la presencia gubernamental, varias organizaciones internacionales tienen representación permanente en los campamentos, entre ellas Médicos Sin Fronteras, UNICEF, la Cruz Roja Panameña y HIAS. Estas organizaciones ofrecen principalmente primeros auxilios básicos, servicios psicológicos e información general sobre la continuación de la ruta.
Aunque los servicios y el apoyo humanitario son útiles e importantes, resultan totalmente insuficientes, dados los limitados recursos, el gran número de personas que cruzan y la naturaleza extremadamente peligrosa del viaje. Rara vez hay suficiente comida proporcionada por el gobierno para todos los migrantes, por lo que muchos se quedan sin comer. Además, no hay suficientes alojamientos públicos para el número de personas que llegan, por lo que muchos duermen en tiendas de campaña o a la intemperie. La atención médica se limita principalmente a primeros auxilios, sin acceso a atención traumatológica ni a medicamentos básicos. A menudo no hay agua potable ni agua corriente para bañarse o lavar la ropa. Además, no hay intérpretes en los centros, lo que supone un grave problema para los migrantes de decenas de nacionalidades que no pueden entender la dinámica del campamento, acceder a los servicios médicos o denunciar un delito, una muerte o la desaparición de una persona.
¿Pueden los gobiernos cerrar el Tapón del Darién?
Como la selva ha demostrado ser permeable, los gobiernos han tratado de tomar medidas drásticas contra el paso. Desde que las llegadas comenzaron a aumentar a finales de 2015, Panamá desarrolló una política de control de la migración conocida como “flujo controlado” que, entre otras medidas, limitaba el número de migrantes que podían pasar cada día. Como parte de esta estrategia, las autoridades panameñas restringen severamente la capacidad de los migrantes para abandonar las comunidades indígenas o las estaciones de recepción migratoria por su cuenta, a menudo alegando que los migrantes podrían ser detenidos o víctimas de abusos por parte de grupos delictivos. En mayo de 2022, los autores vieron a las autoridades decir a los solicitantes de asilo y a otros migrantes que no se les permitía salir por su cuenta, sin especificar qué ley, si es que alguna, establecía tales restricciones.
En colaboración con Costa Rica, Panamá desarrolló la política de flujo controlado para trasladar a los migrantes de la provincia de Darién a Los Planes de Gualaca, en el norte de Panamá, y disuadirlos de permanecer en el país. Al principio, sólo se permitía a unas 100 personas al día subir a los autobuses y dirigirse hacia el norte con un boleto (que costaba 40 dólares estadounidenses). Sin embargo, a medida que aumentaba el número de migrantes, las autoridades panameñas ofrecieron más autobuses. En el pico actual de llegadas, salen entre 40 y 60 autobuses al día. Dado que el objetivo de la política es trasladar a los migrantes, es muy difícil que la gente solicite asilo en Panamá, y aún más raro que se aprueben las solicitudes.
Por ello, muchos analistas se sorprendieron al ver que Colombia y Panamá acordaban formalmente en abril una declaración que dificultaría el viaje de los migrantes hacia el norte. El acuerdo se alcanzó con el apoyo de Estados Unidos luego de un viaje realizado en febrero por funcionarios estadounidenses al Tapón del Darién. El anuncio formal mencionaba tres objetivos principales: poner fin al movimiento irregular de bienes y personas a través del Darién, abrir más vías legales para que los migrantes lleguen a Estados Unidos y aumentar temporalmente los servicios para los residentes a ambos lados de la frontera durante un periodo de 60 días.
En la práctica, la migración irregular ha aumentado significativamente desde abril, a pesar de que los países han hecho algunos anuncios de conformidad con el acuerdo. En junio, Panamá anunció la puesta en marcha de la Operación Escudo para combatir a los grupos delictivos y el tráfico de migrantes en el Tapón del Darién, cumpliendo al menos parte de uno de sus objetivos. Y Estados Unidos se ha comprometido a ofrecer vías legales alternativas para algunos migrantes que de otro modo podrían cruzar el Darién, abriendo Oficinas de Movilidad Segura en Colombia para considerar a los nacionales de Cuba, Haití y Venezuela para protección humanitaria u otras vías legales (se han abierto oficinas similares en Costa Rica y Guatemala). Sin embargo, sólo un día después de que la Oficina de Movilidad Segura en Colombia comenzara a recibir solicitudes, el sitio web se cerró temporalmente a nuevos solicitantes debido al alto número de solicitudes recibidas. A finales de agosto de 2023, las autoridades panameñas expresaban su frustración con Colombia por una supuesta falta de cooperación en el Darién. Estados Unidos también anunció un programa de reunificación familiar para algunos colombianos. Pero hasta septiembre no se había tomado ninguna medida concreta para aumentar los servicios dirigidos a los residentes de la zona fronteriza.
Las probabilidades de detener por completo los movimientos a través del Darién parecen escasas. Aunque no fuera así, las investigaciones demuestran que el bloqueo de las rutas establecidas no pone fin a la migración, sino que empuja a la gente hacia rutas nuevas y más peligrosas. Si los pasos terrestres más establecidos se volvieran inaccesibles, es probable que las rutas marítimas se utilizaran con más frecuencia, al igual que otras rutas interiores poco transitadas más adentro de la selva. También es probable que el viaje a través del Darién se encarezca, ya que más migrantes se verán obligados a pagar guías para navegar la geografía de la selva y sortear a las autoridades.
De cara al futuro
Es poco probable que la migración en y a través del Tapón del Darién termine, al menos en un futuro próximo. Está vía ya es, para muchos, un último recurso. Es poco probable que las autoridades logren disuadir de utilizar esta vía a los miles de personas que ya hacen cola para el viaje y a un número desconocido de personas que cruzarán el Darién en el futuro.
Una razón fundamental es que los factores que empujan a las personas a emprender este viaje no han desaparecido. De hecho, muchas de las crisis que obligan a las personas a abandonar sus países no han hecho más que empeorar en los últimos meses y años. Por lo tanto, si las autoridades intensifican sus esfuerzos para detener la migración a través del Darién, lo más probable es que cambien las rutas que toman las personas, los riesgos a los que se enfrentan y la acogida que reciben en ambos lados de la frontera. La necesidad de los desplazados de emprender estos viajes se mantendrá casi con toda seguridad.
En lugar de intentar cerrar la frontera o considerar a los migrantes como el reto, los gobiernos harían mejor en centrar su atención en los desafíos a los que se enfrentan las personas en movimiento en el Tapón del Darién y en sus países de origen. Estados Unidos y otros países podrían aumentar las vías legales para grupos de migrantes más diversos. Los activistas han pedido a los gobiernos de Sudamérica que refuercen el acceso al asilo, al estatuto de refugiado para las personas que huyen de la persecución y que aumenten los esfuerzos de integración para migrantes. Todos los gobiernos de la región podrían dirigir sus esfuerzos a hacer la región más segura para los migrantes. La presencia de más intérpretes y la traducción de documentos ayudarían a los migrantes a acceder a los servicios y a información. También les permitirían sentirse más seguros en sus viajes. Aunque el Darién carece de una carretera propiamente dicha, ha dejado de ser una brecha en la ruta migratoria a través de las Américas. Las personas que lo atraviesan han puesto de manifiesto esta realidad; los gobiernos aún tienen que ponerse al día y proteger a las personas que arriesgan sus vidas en este peligroso cruce.
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