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Ecuador: Abusos generalizados contra los trabajadores bananeros

El trabajo infantil peligroso y el antisindicalismo plagan el sector

Los trabajadores bananeros de Ecuador son víctimas de importantes violaciones a los derechos humanos, denunció Human Rights Watch en un informe publicado hoy.

Como resultado de una investigación propia, Human Rights Watch descubrió que niños ecuatorianos de hasta ocho años de edad trabajan en las plantaciones bananeras en condiciones peligrosas mientras trabajadores adultos viven con el temor a ser despedidos si ejercen sus derechos sindicales. Ecuador es el principal exportador de banano del mundo y produce prácticamente una cuarta parte del banano que se consume en los hogares de Estados Unidos y Europa.

El informe señala que empresas exportadoras de banano -- como Chiquita, Del Monte y Dole, y las ecuatorianas Noboa y Favorita -- no utilizan su influencia financiera para forzar a las plantaciones en las que se abastecen a respetar los derechos de los trabajadores. Dole, casi un tercio de cuyas bananas proceden de Ecuador, se sitúa a la cabeza de las multinacionales extranjeras que se abastecen en ese país.

"Los bananos ecuatorianos que se consumen en su hogar pueden haber sido producidos en penosas condiciones laborales," afirmó José Miguel Vivanco, director ejecutivo de la División de las Américas de Human Rights Watch. "Las empresas bananeras deben defender los derechos de los trabajadores y, según las leyes internacionales, Ecuador tiene la obligación de hacerlo."

El trabajo infantil en condiciones peligrosas está ampliamente extendido en el sector bananero ecuatoriano. Los investigadores que elaboraron el informe La cosecha mal habida: trabajo infantil y obstáculos a la libertad sindical en las plantaciones bananeras de Ecuador entrevistaron a cuarenta y cinco niños trabajadores durante tres semanas de investigación en Ecuador. De entre los niños entrevistados, cuarenta y uno habían comenzado a trabajar cuando tenían entre ocho y trece años, la mayoría a la edad de diez u once años. Su jornada laboral era de doce horas de media y menos del 40 por ciento de ellos estaban todavía escolarizados al cumplir los catorce años.

En su trabajo, estos niños estaban expuestos a pesticidas tóxicos, utilizaban cuchillos y machetes afilados, acarreaban pesadas cargas de banano, bebían agua insalubre y, en algunos casos, sufrían acoso sexual. Aproximadamente el 90 por ciento de los niños dijeron a Human Rights Watch haber continuado trabajando bajo la fumigación aérea de pesticidas tóxicos. Por su esfuerzo, los niños recibían una media de 3,50 dólares estadounidenses por jornada, aproximadamente el 60 por ciento del salario mínimo establecido para los trabajadores bananeros.

Chiquita, Del Monte, Dole, Favorita y Noboa se han abastecido en algún momento en plantaciones en las que trabajaban niños. Más del 70 por ciento de los niños entrevistados declararon haber trabajado en plantaciones que suministraban casi exclusivamente a Dole. Cuando Human Rights Watch pidió a Dole que confirmara o desmintiera sus relaciones con estos proveedores, Dole rehusó hacerlo bajo el argumento de que se trataba de "información empresarial privada." En su página web se afirma que Dole no adquiere a sabiendas productos que provengan de productores que empleen a menores.

"Puede que las exportadoras de banano nieguen su responsabilidad en los abusos a los trabajadores," aseguró Vivanco. "Pero lo cierto es que disfrutan de un poder económico que podrían utilizar para garantizar el respeto a los derechos de los trabajadores, y no lo hacen."

Los trabajadores adultos se enfrentan a un medio laboral en el que a menudo reina demasiado miedo como para ejercer el derecho a organizarse para reclamar mejores condiciones laborales. Sólo aproximadamente el 1 por ciento de los trabajadores bananeros está afiliado a un sindicato, una tasa muy por debajo de las tasas de afiliación sindical de, por ejemplo, cualquier país centroamericano exportador de bananos.

Las leyes ecuatorianas no protegen efectivamente los derechos sindicales, y los empleadores se aprovechan de la falta de firmeza de la ley y de la aún menos estricta exigencia de su cumplimiento para impedir el sindicalismo.

Los trabajadores ilegalmente despedidos por actividades sindicales no gozan del derecho a la readmisión. En el improbable caso de que sus empleadores sean declarados responsables, se les impone una insignificante multa, a menudo inferior a 400 dólares estadounidenses. Además, los empleadores burlan la legislación laboral tercerizando el trabajo a través de intermediarios que subcontratan a trabajadores y contratando a trabajadores "permanentemente eventuales" que gozan aún de menos derechos que los trabajadores permanentes. El empleo generalizado de los "eventuales permanentes" subcontratados ha creado una mano de obra sin derecho a negociar con los empleadores que controlan sus condiciones de trabajo; estos trabajadores sólo gozan del relativamente inútil derecho a organizarse y negociar con el intermediario, quien casi carece de poder.

"La mayoría de los trabajadores en esas plantaciones no pueden organizarse para protestar por sus condiciones laborales," declaró Vivanco. "O sufren en silencio o se arriesgan a que los despidan."

Human Rights Watch instó a las empresas exportadoras a exigir que se respeten los derechos de los trabajadores en las plantaciones de sus proveedores y a supervisar el cumplimiento de este requisito.

Human Rights Watch también instó a Ecuador a que exija el cumplimiento de su legislación laboral. La organización instó además a Ecuador a asegurar el derecho de los niños a la educación mediante la garantía, tal y como requiere la propia legislación ecuatoriana, de que todos los menores de quince años tengan acceso a instrucción gratuita. Además, Human Rights Watch reclamó la reforma de la legislación laboral de manera que se garanticen los derechos sindicales de los trabajadores, prohibiendo la discriminación antisindical en la contratación, exigiendo la readmisión de los trabajadores despedidos por actividades sindicales, reforzando las normas que regulan los contratos eventuales y estableciendo sanciones serias para castigar las conductas antisindicales.

Vivanco aseguró que las conclusiones del informe ponen de manifiesto la necesidad de medidas de protección efectiva de los derechos de los trabajadores en cualquier acuerdo comercial futuro con Ecuador, incluido el Área de Libre Comercio de las Américas

Testimonios

A continuación se presentan algunos testimonios de los trabajadores a los que Human Rights Watch entrevistó para elaborar el informe La cosecha mal habida: trabajo infantil y obstáculos a la libertad sindical en las plantaciones bananeras de Ecuador. Se han cambiado los nombres de estos trabajadores para evitar que puedan ser víctimas de represalias empresariales.

Trabajo infantil

Exposición a sustancias peligrosas

Fabiola Cardozo señaló que con doce años se enfermó en dos ocasiones después de fumigaciones aéreas. Respecto a la primera vez describió, "Tenía fiebre. . . . Le dije al jefe que me sentía enferma. . . . Me dijo que fuera a mi casa. . . . [La segunda vez,] me llené de cosas rojas. Me picaron. Tenía tos. Me dolían los huesos. Le dije al jefe. Él me mandó a casa." Carolina Chamorro relató a Human Rights Watch de forma parecida su malestar tras las fumigaciones aéreas: "Me sentí enferma dos veces. Tenía diez años. . . . Me cogí a temblar." La niña dijo haber creído que se iba a desmayar y habérselo dicho a su jefe, que la envió a casa. Cristóbal Álvarez, de doce años, también dijo, "Ese veneno a veces le enferma a uno. Sigo trabajando, claro. No me tapo. Una vez me enfermé. Vomité [y] tenía dolor de cabeza . . . después de la fumigación. Tenía once años. . . . Les dije a los jefes. Me dieron dos días para que me curara."

Los niños explicaron a Human Rights Watch los métodos que utilizaban para protegerse del líquido tóxico: esconderse bajo las hojas del banano, agachar la cabeza, cubrirse la cara con la camisa, cubrirse la boca y la nariz con las manos y colocarse cartones de las cajas de bananos sobre la cabeza. Enrique Gallana, un muchacho de catorce años, lo explicaba así: "Cuando pasan los aviones, nos cubrimos con la camisa. . . . Seguimos trabajando. . . . Podemos oler los pesticidas."

Acoso sexual
Human Rights Watch entrevistó a tres niñas, dos de ellas de doce años de edad y una de once, que relataron el acoso sexual al que las sometía el entonces jefe de las empacadoras de San Fernando y San Alejandro, dos plantaciones del grupo Las Fincas. Human Rights Watch vio en una carretera una señal indicadora con el logotipo de Dole sobre el rótulo "Las Fincas," lo que sugiere que ese grupo de plantaciones produce fundamentalmente para Dole. Marta Mendoza, una niña de doce años que empezó a trabajar en Las Fincas con once años, explicó, "Hay un jefe de planta que es bien morboso. . . . Este señor es medio malcriado. Él anda tocando sus pompis. . . . Él manda allí y siempre está. Me dijo que me querría hacer el amor. Una vez me tocó. Estaba sacando [protectores] y me tocó en el pompis. Me sigue molestando. Me anda tirando besos. Me dice, 'mi amor.'" Fabiola Cardozo, de doce años de edad y trabajadora de Las Fincas desde los diez, dijo también, "El jefe de las empacadoras . . . dice, 'Ay, mi amor.' Cuando nos agachamos para recoger fundas, dice, 'Allí para meterle huevito.'"

Libertad sindical

Gema Caranza, después de trabajar como "eventual permanente" durante un año y medio en dos plantaciones, fue suspendida por tiempo indefinido el 7 de mayo de 2001, presuntamente, por implicarse en actividades sindicales. Caranza explicó que su jefe en la empacadora le dijo, "[El administrador] ya se enteró en lo que tú andas y [teme] que de repente vayas a querer hablar con la gente y organizar." Según Caranza, el jefe, con quien había mantenido buenas relaciones laborales, añadió, "Yo te dije que no metieras en eso, que perderías tu trabajo."

Caranza declaró que en junio de 2000 comenzó a asistir a seminarios y actos patrocinados por los sindicatos. En la mayoría de las ocasiones inventó excusas para justificar su ausencia porque temía revelar la verdadera razón. Antes de partir a su primer acto sindical fuera de Ecuador, mostró, sin embargo, la invitación a su jefe. "Me dijo que tuviera cuidado [y] que de pronto van a haber otros que puedan saber. Sabía que si se enteraban [el administrador, el propietario u otros miembros de la gerencia], me iban a botar. . . . Porque es así. Si se enteran, te botan. Por eso la mayoría tienen miedo."

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