Informes

Castigados sin condena:
Condiciones en las prisones de Venezuela


(New York: Human Rights Watch, 1998)

SERVICIOS E INSTALACIONES MÉDICAS

Una ausencia casi total de artículos médicos, una carencia grave de personal capacitado, un hacinamiento extremo y una negligencia abierta por parte de algunos funcionarios de prisiones se han combinado para crear una situación que el propio Ministerio de Justicia calificó de deficiente al borde del colapso.(179) Además de la falta evidente de recursos médicos observada por los representantes de Human Rights Watch en casi todas los centros que visitamos, recibimos numerosas quejas sobre las deficiencias de la atención médica, sobre todo que las enfermerías carecían hasta de los artículos médicos más básicos y que los vigilantes no permitían el acceso a las enfermeras y los médicos. En algunas prisiones los internos nos mostraron sus intestinos abiertos o sus heridas purulentas. En otros centros, los presos con tuberculosis y otras enfermedades contagiosas no habían sido puestos en cuarentena: se relacionaban abiertamente con otros presos enfermos o hasta tenían contacto con el resto de la población carcelaria. Estas prácticas suponen una violación de las leyes venezolanas, que exigen que se proporcione atención médica básica a los presos, y de las normas internacionales, que reclaman una supervisión médica diaria de los presos enfermos o aquejados de alguna enfermedad.

Necesidades médicas de los internos

En general, los presos tienen más necesidades médicas que el resto de la población. Para empezar, las personas en riesgo como los consumidores de drogas intravenosas suelen tener una proporción mucho mayor en las prisiones. Además, el estrés del encarcelamiento, las condiciones insalubres, el hacinamiento en las celdas que facilita el contagio de infecciones y los abusos físicos aumentan de manera evidente la incidencia de los problemas de salud en las prisiones.

El problema de salud más acuciante de los presos son las heridas provocadas por otros internos o por vigilantes. Según el Ministerio de Justicia, en el periodo de quince meses que va del 1º de enero de 1995 al 24 de marzo de 1996 fueron heridos por armas blancas o de fuego un total de 1.277 internos.(180) Debido a que nunca se informa de prácticamente ninguna de las heridas provocadas por el abuso de los funcionarios y de muchas de las heridas infringidas por otros internos, la cifra real de internos afectados es ciertamente mucho mayor.

También son habituales las heridas provocadas a si mismos por los internos, generalmente como forma de protesta. Un informe interno de la Máxima de Carabobo al que accedió Human Rights Watch señalaba que en febrero de 1996 los detenidos de un bloque de celdas se cortaron los brazos y el pecho con hojas de afeitar y se cosieron los labios para protestar por no haber sido trasladados de nuevo a Sabaneta tras completar el periodo de aislamiento disciplinario.(181) Asimismo, tras el incendio de La Planta, los internos trasladados de La Planta a la Máxima de Carabobo se cosieron los labios en protesta.(182) Internos de otros centros, como El Rodeo o La Planta, comentaron a los representantes de Human Rights Watch que habían tomado medidas similares o que planeaban hacerlo. Según las estadísticas del Ministerio de Justicia sobre el periodo que va del 1º de enero de 1995 al 24 de marzo de 1996, unos 101 presos se provocaron heridas a si mismos.(183)

No todos los casos de este tipo están relacionados con protestas, puede que sean una muestra de depresión o de otras enfermedades mentales. Por ejemplo, en la Penitenciaria General de Venezuela, los internos señalaron a un internos con los brazos y las piernas cubiertos de cicatrices. Los internos explicaron que solía cortarse para "llamar la atención."(184)

Aunque no hicieron referencias a ningún suicidio en las prisiones que vistamos, los datos del Ministerio de Justicia entregados a Human Rights Watch en marzo de 1996 mostraban que se habían producido seis suicidios durante los quince meses anteriores.(185) Las informaciones aparecidas en prensa citan cifras que apuntan a un número mucho mayor de intentos de suicidio; por ejemplo, en febrero de 1995, el Fiscal General declaró que se habían producido cuarenta y un intentos de suicidio en Tocuyito durante un periodo indefinido de tiempo.(186)

Los informes del Ministerio de Justicia indican una incidencia alta de muchas enfermedades, como la tuberculosis pulmonar, la malaria y el dengue;(187) el personal médico de las prisiones declaró que las enfermedades más habituales entre los internos son las enfermedades venéreas y las infecciones respiratorias.(188) El año pasado, se informó de casos de cólera en un par de prisiones, entre ellos un brote grave de cólera en la prisión de Sabaneta en mayo de 1997 .(189) En agosto de 1997, el Fiscal General, tras inspeccionar varias prisiones, informó de la existencia de 1.011 casos de tuberculosis entre los presos.(190)

Las malas condiciones sanitarias, como la falta de agua potable en muchas prisiones, son las responsables de muchas de las enfermedades bacterianas y parasitarias. Las visitas conyugales semanales sin restricciones a los presos varones, la incapacidad de la mayoría de las enfermerías de las prisiones de suministrar preservativos, así como las actividades sexuales coaccionadas y voluntarias entre personas del mismo sexo, contribuyen a la predominancia de las enfermedades venéreas.(191)

La ausencia general de pruebas hace imposible determinar cuantos presos de Venezuela están infectados por el virus del SIDA. En noviembre de 1995, sólo se sabía que treinta y un presos de todo el país habían dado positivo en la prueba del SIDA.(192) In 1997, el Fiscal General informó de 17 casos confirmados de SIDA entre la población carcelaria.

Carencias crónicas de personal y suministros

Según las leyes venezolanas y las normas internacionales, las prisiones deben ofrecer a los internos atención médica básica.(193) Muchas disposiciones de la Ley de Régimen Penitenciario estipulan que cada prisión tenga una enfermería, una farmacia y personal médico suficiente; que ponga a disposición de los presos diariamente consultas médicas generales; y que todos los internos se sometan a un examen médico exhaustivo en el momento de su ingreso.(194) Sin embargo, en la mayoría de los casos la falta de recursos impide el cumplimiento de estos requisitos legales.

Los funcionarios de prisiones y el gobierno aceptan abiertamente que la atención médica de las prisiones venezolanas está en estado de crisis. La Subcomisión de Derechos Humanos y Garantías Constitucionales declaró en un informe de 1995 que la entrega de asistencia médica "brilla por su ausencia" en las prisiones venezolanas.(195) Una funcionaria médica de Catia, que sacudió la cabeza a cada una de nuestras preguntas y que finalmente rompió a reír cuando le preguntamos si la prisión tenía un dentista, sintetizó la situación de manera sencilla diciendo a un representante de Human Rights Watch que "Aquí necesitamos todo."(196)

Aunque en algunas prisiones, como el INOF, la proporción entre médicos e internos está por debajo de uno por cada cincuenta, lo habitual es que sea mucho más alta: por ejemplo, según el informe del Ministerio de Justicia de 1995, los dos centros de San Juan de los Morros tienen un médico por cada 570 internos; en Cunamá hay un médico por cada 492 internos y en La Pica hay un médico por cada 443 internos. Es más, muchos de estos médicos sólo trabajan en la prisión un día por semana o tan sólo durante unas cuantas horas. Por ejemplo, en Sabaneta -- que según el informe del Ministerio de Justicia tiene en su plantilla a cuatro médicos, un psiquiatra, y otros funcionarios médicos (para más de 2.000 internos) -- la única enfermera de servicio nos dijo que el único médico del centro acudía dos días a la semana, en general tres o cuatro horas cada uno de esos días.(197) En Catia sólo había un médico de servicio durante la mañana, aunque nos dijeron que por la tarde había cuatro.(198) A deshoras y durante los fines de semana, cuando no existe personal médico disponible, los internos enfermos tienen que esperar simplemente hasta el siguiente día laborable.

La mayoría de las farmacias de las prisiones sólo disponen de un mínimo de productos médicos: aspirinas, yodo, vendas, y productos similares. La funcionaria médica de Catia nos mostró armarios de medicinas casi vacíos que contenían unas cuantas cajas de medicamentos, la mayoría de los cuales, como nos señaló, estaban caducados.(199) Asimismo, las medicinas estaban prácticamente agotadas en la farmacia de Sabaneta. En la enfermería de Tocuyito había un esterilizador, media docena de guantes de goma y un gotero de suero y yodo; la farmacia de la prisión contenía poco más que calmantes, yodo, alcohol y otros productos desinfectantes. La directora del anexo para mujeres de Tocuyito nos dijo que llevaba tres meses "luchando" por conseguir anestesia para la enfermería del anexo.(200) La farmacia de El Rodeo, quizá la mejor abastecida de todas las que vimos, contenía reservas de vitaminas, alcohol, bolsas de suero, goteros, esparadrapo, y unos cuantos medicamentos. La mayoría de estas provisiones había sido donada por grupos religiosos locales como Justicia y Paz.

Debido a que las instalaciones médicas de las prisiones no están equipadas en absoluto para ofrecer más que la atención médica más básica, los presos con graves problemas médicos deben ser trasladados a hospitales (especialmente en un par de prisiones, como El Dorado, que carecen incluso de una enfermería). No obstante, puede ser difícil conseguir transporte a hospitales locales. En la mayoría de las prisiones visitadas por Human Rights Watch nos informaron de que sólo tenían una ambulancia en funcionamiento disponible, y en algunas prisiones ni siquiera eso. El director de El Rodeo nos dijo primero que la prisión tenía una ambulancia pero que "no está aquí ahora." El personal médico nos dijo que la ambulancia estaba averiada y que los funcionarios de prisiones habían recurrido a un minibús para trasladar a los presos al hospital local. Finalmente, un funcionario médico declaró, "Ese bus ha estado en el taller mucho tiempo. Yo llegué en junio [nueve meses antes] y no funcionaba entonces. Pedimos la ayuda de los bomberos cuando tenemos que trasladar a un preso al hospital."(201)

Estas carencias de personal y suministros son el resultado de una falta grave de fondos. Según las cifras del Ministerio de Justicia, en 1995 se presupuestaron 30 millones de bolívares (unos 103.806 dólares) para la atención médica en las prisiones, es decir 1.364 B (unos 4,72 $) por preso al año. Esta cantidad, en la que no se incluían los salarios del personal médico, representaba el 0,8 por ciento del total de los fondos destinados a cubrir los costes de las prisiones.

Al ser difícil obtener acceso al personal médico y que no suelen estar disponibles incluso las medicinas más básicas, los internos dependen de sus familiares o amigos para cubrir sus necesidades médicas, al igual que dependen de sus contactos en el exterior para obtener cualquier otra necesidad de la vida en la prisión. Un interno de La Planta declaró, "Aquí hay una enfermera, pero no hace nada. Los internos tienen que conseguir sus propias medicinas."(202) Esto quedó especialmente patente después de que guardias nacionales peinaran un área de la prisión golpeando indiscriminadamente con sus peinillas a los presos, con el resultado de internos de plantas enteras de la prisión con espaldas y traseros desgarrados y sangrando. Los internos prefirieron esperar a que sus familias les visitaran para pedirles que les trajeran pomadas para aliviar sus heridas, en lugar de solicitar el permiso de esos mismos vigilantes para que los llevaran a la enfermería. Una familiar entrevistada por Human Rights Watch declaró que siempre llevaba pomada a su hijo mientras estaba detenido en Catia por que nunca sabía cuando iban a pegarle los vigilantes.

A pesar de las llamadas ocasionales de los comités legislativos y del Fiscal General para que se remedie la situación, hasta el Ministerio de Justicia reconoce que el estado de la atención médica en las prisiones del país sigue siendo gravemente deficiente.(203) Entre las iniciativas a nivel estatal para remediar la situación se encuentra el establecimiento de la Fundación para el Desarrollo Integral del Servicio Penitenciario del Estado Miranda, creada en diciembre de 1996, uno de cuyos objetivos es atender las necesidades sanitarias de los presos de las seis prisiones del estado.(204)

Salud mental

Las leyes de Venezuela, en consonancia con las normas internacionales, exigen que cada una de sus prisiones ofrezca atención psiquiátrica.(205) No obstante, en diciembre de 1995 el Ministerio de Justicia admitió que "la atención a la salud mental [era] prácticamente inexistente" en las prisiones venezolanas, en la totalidad del sistema penitenciario del país sólo había trece psiquiatras y veinticinco psicólogos.(206) Es más, es probable que estas cifras sean una exageración del nivel de atención que se ofrece, ya que no vimos a un sólo especialista en salud mental en ninguno de los centros que visitamos.

Las condiciones de los presos enfermos mentales en los centros visitados por Human Rights Watch eran aterradoras, similares a las de los asilos para personas insanas del siglo XIX. En la Penitenciaria General de Venezuela en San Juan de los Morros, donde se encuentra el anexo psiquiátrico del sistema penitenciario, los cuarenta internos del pabellón estaban encerrados en un edificio inmundo, aislados del resto de la población carcelaria y abandonados al parecer sin ningún tipo de tratamiento. Había basura esparcida por el patio interior y los muros transpiraban un fuerte hedor a orina. Un interno cubierto por una sabana dormía sobre el suelo del corredor. Otro de ellos se paseaba por el patio interior agitando sus brazos como un pájaro, mientras un tercero cantaba una canción a los representantes de Human Rights Watch desde la puerta del pabellón.

La situación de los internos enfermos mentales en otras prisiones visitadas por Human Rights Watch era aún peor. En Catia, los internos de un pabellón nos presentaron a un joven detenido retrasado mental al que llamaban "el Rana." Según otros internos, llevaba veinte meses en Catia. No podía recordar si se había presentado ante un juez; no sabía porqué ni cuándo fue detenido y parecía no saber dónde estaba. Otros internos afirmaron que nunca se había presentado ante el tribunal en relación a su caso y que tampoco había hablado con un abogado desde su ingreso en prisión. Parecía desamparado, víctima de otros internos y completamente abandonado por el sistema.

Quejas de los internos

Durante nuestras entrevistas los internos nos transmitieron muchas quejas sobre la falta de atención médica, ya fuera que la enfermería carecía de medicinas y de otros artículos médicos básicos o que los vigilantes se negaban a llevar a los internos de sus celdas a la enfermería cuando se aquejaban de enfermedades. Uno de los internos de La Planta nos dijo: "Siempre faltan vendas y antibióticos en la enfermería y en general no están en buenas condiciones. Si un enfermo tiene una enfermedad que no se puede ver los vigilantes no lo llevan a la enfermería." Afirmó que en estos casos los vigilantes suelen ignorar las quejas de los internos y los dejan en sus celdas.(207) Muchos internos se quejaron de que el personal médico no estaba disponible para atenderles ni siquiera cuando conseguían convencer a los vigilantes o a los guardias nacionales para que los llevaran a la enfermería. Nuestras propias observaciones comprobaron estas quejas.

Los siguientes casos son una muestra de la falta desastrosa de atención médica que descubrimos en las prisiones de Venezuela:

    J.S., un interno de Sabaneta, nos mostró su intestino abierto resultado de una herida provocada una semana antes. Se había vendado el intestino con un poco de papel higiénico para que no se infectara.(208)

    F.M., un interno de Catia, nos pidió que nos pusiéramos en contacto con su padre para comunicarle que podía venir a la prisión al día siguiente y que debía traer algo para las heridas que la Policía Metropolitana había infringido al interno la semana anterior.

    J.R., otro interno de Sabaneta, nos pidió que habláramos por él con el director de la prisión. Mientras desdoblaba un trozo de tela sucio que cubría una herida de arma blanca en su estómago, nos dijo que el médico de la prisión había prometido trasladarle al hospital local para que recibiera atención médica. No había recibido noticias desde entonces y su herida llevaba siete días sin tratamiento.

    Un interno de Ciudad Bolívar en silla de ruedas nos dijo que hace meses había sido herido y se había quedado parapléjico; no le habían administrado terapia física ni otro tipo de tratamiento para restaurar la movilidad de las piernas.

    Un preso de la Torre Sur de Catia nos dijo que no había podido ver a un médico para que le tratara una herida de bala en la pierna, la cual había vendado con un trozo de tela sucio.

    M.O., un preso que llevaba tres meses en el área de máxima seguridad de Sabaneta, nos mostró una herida abierta en la pierna de la que goteaba pus. No consiguió que le vendaran la pierna por que los vigilantes de la prisión no querían llevarle a la enfermería y su pierna se había infectado al estar expuesta a las moscas y otros insectos.
     

    E.D., otro interno del bloque de máxima seguridad de Sabaneta, nos mostró su pierna hinchada y dijo que después de que le dispararan en la pierna nunca le extrajeron las balas. Le permitieron cumplir tres meses de condena en su casa mientras se recuperaba y posteriormente tuvo que regresar al área de máxima seguridad. Se quejaba de que, "Aquí te dicen que te van a llevar al hospital y no lo hacen. Es como si fuéramos animales."
     
Las quejas de este tipo eran la regla general en las prisiones que visitamos, aunque en ocasiones comprobamos que algunos internos habían recibido al menos cierta atención médica. En El Dorado, un interno nos informó de que había padecido una diarrea con sangre en sus heces. Cuando le preguntamos si había podido ver a un médico o a una enfermera, nos dijo que había estado varias veces en la enfermería desde el primer día que empezó a tener síntomas y nos mostró una caja de pastillas que le habían recetado.(209) Otro interno del complejo de El Dorado nos explicó que lo habían tratado de una fiebre alta que podría haber sido malaria; afirmó que el personal médico de El Dorado solía atender bastante rápido a los internos.(210)
CAPÍTULO VIII — CONTACTOS CON EL EXTERIOR
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179. Ver, en general, Ministerio de Justicia, "Situación del sistema de salud penitenciaria" (1995).

180. El Ministerio informó de que 853 internos fueron heridos con armas blancas; 364 con armas de fuego; cincuenta y dos con armas de ambos tipos y ocho fueron heridos por armas de fuego caseras. Ministerio de Justicia, "Reporte de sucesos por total," Caracas, 25 de marzo de 1996.

181. Centro Penitenciario de Carabobo, Acta, 4 febrero de 1996.

182. Escalona, "Presos mala conducta..."

183. Ministerio de Justicia, "Reporte de sucesos por total."

184. Entrevistas de Human Rights Watch, San Juan de los Morros, 7 de marzo de 1996.

185. Ministerio de Justicia, "Reporte de sucesos por total."

186. Victor Manuel Reinoso, "Intento de suicidio en Tocuyito prueba violación de derechos humanos en el país," El Nacional, 4 de febrero de 1995.

187. "Situación del sistema de salud penitenciaria," pág. 6.

188. Por ejemplo, entrevista de Human Rights Watch en Sabaneta, Maracaibo, 11 de marzo de 1996.

189. Ver Alonso Zambrano, "Confirmados 85 casos de cólera en la cárcel de Sabaneta," El Nacional, 9 de mayo de 1997; "Tres casos de cólera en retén de La Planta," El Universal, 25 de julio de 1997.

190. Ver Yvette Pérez C., "Enfermedades infecto-contagiosas proliferan en nuestras cárceles," El Mundo, 28 de agosto de 1997.

191. En la enfermería de La Planta en Caracas se almacenaban preservativos, pero era el único centro que lo hacía de todos los visitados por Human Rights Watch.

192. "Situación del sistema de salud penitenciaria," pág. 6.

193. Artículo 42 de la Ley de Régimen Penitenciario; Artículo 21 del Reglamento de Internados Judiciales. Las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas estipulan que "[t]odo establecimiento penitenciario dispondrá por lo menos de los servicios de un médico calificado" que "estará encargado de velar por la salud física y mental de los reclusos. Deberá visitar diariamente a todos los reclusos enfermos, a todos los que se quejen de estar enfermos y a todos aquellos sobre los cuales se llame su atención." Artículos 22(1) y 25(1) de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas.

194. Artículos 42 a 49 de la Ley de Régimen Penitenciario.

195. Subcomisión de Derechos Humanos y Garantías Constitucionales, "Informe de la Presidencia de la Subcomisión de Derechos Humanos y Garantías Constitucionales correspondiente a 1995," Caracas, 1995.

196. Entrevista de Human Rights Watch, Caracas, 18 de marzo de 1996.

197. Entrevista de Human Rights Watch con enfermera, Sabaneta, 11 de marzo de 1996. Por otra parte nos dijo que había tres enfermeras: una en el turno de la mañana y dos en el de la tarde.

198. Entrevista de Human Rights Watch con Orosman A. Azuaje, director en funciones, Caracas, 18 de marzo de 1996.

199. Ibíd.

200. Entrevista de Human Rights Watch, Valencia, 10 de marzo de 1996.

201. Entrevista de Human Rights Watch, El Rodeo, 16 de marzo de 1996.

202. Entrevista de Human Rights Watch, Caracas, 5 de marzo de 1996.

203. Ver "Diagnóstico," El Universal, 31 de agosto de 1997.

204. Ver Fundación para el Desarrollo Integral del Servicio Penitenciario del Estado Miranda, "Memoria y Cuenta, FUNSEPEM 1997"; Willmer Poleo Zerpa, "Operativo sanitario en cárcel de Yare I," El Universal, 25 de mayo de 1997 (en el que se describe un proyecto piloto para que un gran número de profesionales sanitarios ofrezcan atención médica a unos 800 presos en la prisión de Yare).

205. Artículo 47 de la Ley de Régimen Penitenciario, Artículo 22 de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas.

206. "Situación del sistema de salud penitenciaria," pág. 8.

207. Entrevista de Human Rights Watch, Caracas, 5 de marzo de 1996.

208. Hemos identificado a los presos entrevistados por sus iniciales de manera a proteger su identidad, ya que siguen estando a merced de las autoridades penitenciarias.

209. Entrevista de Human Rights Watch, El Dorado, 13 de marzo de 1996.

210. Entrevista de Human Rights Watch, El Dorado, 13 de marzo de 1996.


CAPÍTULO VIII — CONTACTOS CON EL EXTERIOR
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