La mayoría de los presos venezolanos se ven obligados a diario a soportar condiciones de vida terribles. Están hacinados en un sistema cuya capacidad se ha sobrepasado con creces, duermen con uno o dos internos más en la misma cama, o incluso en pasillos, en cualquier sitio que encuentren. La mayoría de los complejos penitenciarios
están deteriorados físicamente, aunque el gobierno ha financiado
la remodelación de varios centros en los últimos años.
En casi todos los casos, los presos se ven obligados a conseguir sus propios
colchones, ropa de cama y de vestir y, en menor medida, alimentos, lo que
les hace depender del apoyo de sus familias o de otras personas fuera de
la prisión.
El impacto del hacinamiento
Muchos presos viven en celdas comunales
que albergan dos o cuatro veces la cantidad de internos para la que fueron
diseñadas. Algunos presos ni siquiera pueden ejercer su derecho
de tener una celda: en Sabaneta, uno de los centros del país más
terriblemente afectado por el hacinamiento y el deterioro, los internos
duermen en hamacas colgadas en pasillos estrechos, y en muchos otros centros
duermen en los corredores. La distribución del espacio vital es
bastante desordenada -- en algunas prisiones, completamente desordenada
-- y el problema de hacinamiento afecta desproporcionadamente a ciertos
presos. En cada una de las prisiones, algunas celdas estas atestadas de
internos mientras que en otras el número de presos es mucho más
reducido. En general, los presos más pobres, débiles y con
menos poder suelen vivir de la misma manera en condiciones más apretadas
e incómodas.
En algunos centros, los efectos del
constante hacinamiento del sistema penitenciario se atenúan con
el grado de movilidad del que disfrutan los internos. Por ejemplo, en prisiones
como la de Sabaneta o Ciudad Bolívar las autoridades han cedido
prácticamente a los internos el control interno del centro, y por
lo tanto los presos no son objeto de ninguna restricción de sus
movimientos en el interior de la prisión. En otras prisiones, como
la de Tocuyito, los internos pueden salir de sus celdas cuando quieran
y pasar el día al aire libre haciendo ejercicio o tomando el sol.(102)
En las prisiones con más restricciones
los internos están confinados en corredores interiores (conocidos
en general como "letras" por su denominación alfabética)
donde se alinean las celdas. Los internos de dichas prisiones, como El
Rodeo, Tocorón, el Penitenciaria General de Venezuela, y la Máxima
de Carabobo, pueden moverse libremente entre las celdas que están
en el corredor común, pero el espacio disponible en estas áreas
es terriblemente limitado. Es más, se suele encerrar a los internos
en sus celdas desde el final de la tarde hasta primeras horas de la mañana.
En todas las prisiones, las áreas
más atestadas e incómodas son las celdas de castigo, donde
se alberga tanto a presos que buscan protegerse de otros internos como
a los que han sido castigados.
Condiciones de las celdas
A excepción de unas cuantas
celdas individuales en el INOF y los anexos para mujeres, las celdas comunales
son la norma en las prisiones venezolanas. Las prisiones más nuevas,
como La Planta, El Rodeo, y Tocorón, tienen celdas comunales de
tamaño pequeño y medio diseñadas para albergar a cuatro
o diez internos, aunque en el caso de La Planta y Tocorón las celdas
están ocupadas muy por encima de las cifras originales. Otros centros,
sobre todo Sabaneta, Ciudad Bolívar, y la Casa Amarilla de El Dorado,
tienen dormitorios más amplios.
En las prisiones donde se lo permiten,
los internos separan las celdas comunales en espacios más reducidos,
en general estirando sabanas en marcos de madera o colgándolas de
cuerdas. Estas separaciones, que los internos denominan "bugalús,"
les permiten disfrutar de cierta intimidad. El Rodeo era una de las prisiones
donde no encontramos "bugalús" por que, según nos dijeron,
la Guardia Nacional arrancaba las separaciones. En algunas prisiones, sobre
todo Sabaneta y Ciudad Bolívar, los presos han construido separaciones
más sólidas con bloques de hormigón y tableros de
contrachapado.
El hacinamiento de las celdas provoca
inmundicia, malos olores, e insectos, que a su exacerban las tensiones
propias del hacinamiento. Los internos son los responsables de mantener
limpias sus celdas, es obvio que unos lo hacen mejor que otros: cuanto
más atestada esta la celda más difícil es mantenerla
limpia. Las paredes y suelos de las celdas son de cemento oscuro y deslucido
cuya pintura se cayó hace tiempo, a excepción de las secciones
remodeladas de El Rodeo y Tocuyito donde se aprecia la pintura fresca de
color azul y blanco.
Las celdas suelen estar terriblemente
atestadas de cosas, decoradas con muchos objetos, fotografías, y
estampillas religiosas; algunas tienen incluso murales elaborados. Excepto
en los centros renovados, por las celdas se cruzan al azar marañas
de cables eléctricos.
Las prisiones no están selladas
debido al clima cálido del que disfruta Venezuela. En las celdas
y corredores hay ventanas con barrotes que permiten la entrada del aire
y la luz. En algunas áreas hay buena ventilación, pero algunas
celdas carecen de ventanas y cuando se hacinan los presos en ellas se convierten
en un ambiente nocivo por la falta de aire y la abundancia de olores inmundos.
Los corredores interiores de algunos centros son especialmente tenebrosos.
Algunos centros padecen un problema de falta de iluminación, especialmente
la Máxima de Carabobo y Catia, cuyas áreas interiores sólo
tienen algo de iluminación artificial y escasa entrada de luz natural.
En 1995, el Ministerio de Justicia
inició la remodelación de seis centros, entre ellos El Rodeo
y Tocuyito, visitados por Human Rights Watch. La mejora física de
estos centros era impresionante.(103)
Lamentablemente, los problemas crónicos de hacinamiento extremo
y falta de personal del sistema penitenciario no auguran nada bueno para
el mantenimiento de estas mejoras.
Camas y ropa de cama y de vestir
Las leyes venezolanas se inspiran
directamente de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas al exigir
que se asigne a cada interno "cama individual con ropa suficiente para
mudarla periódicamente y mantenerla en el debido estado de limpieza."(104)
Aunque las reglas mínimas contemplan variaciones en el tipo de cama
y ropa de cama proporcionadas por cada prisión "en conformidad con
los usos locales y nacionales," decretan claramente que las autoridades
penitenciarias deben poner a disposición de cada preso "una cama
individual" y "ropa de cama individual suficiente, mantenida convenientemente
y mudada con regularidad a fin de asegurar su limpieza."(105)
Prácticamente todas las prisiones para hombres de Venezuela no cumplen
estos requisitos.
Varias prisiones proporcionan a los
internos somieres de metal, pero en la mayoría de estos centros
el número de presos supera el número de camas disponibles.
De las prisiones visitadas por Human Rights Watch, sólo El Rodeo
y Tocorón habían suministrado colchones a la población
carcelaria. En la gran mayoría de los centros para hombres, los
internos duermen en el suelo sobre colchones de gomaespuma proporcionados
por sus familiares o comprados a otros internos. Lo frecuente es que dos
internos compartan un colchón. Los que no tienen familiares o dinero
-- denominados "fritos" -- duermen sobre el suelo de los pasillos, baños,
o donde encuentran espacio.
Los presos venezolanos conservan
su propia ropa. El gobierno ha hecho pocos o ningún esfuerzo por
suministrar uniformes, ni siquiera cuando los presos los necesitan, aunque
el Ministerio de Justicia anunció recientemente que se repartirían
uniformes.(106) La mayoría de los
presos llevaban ropa adecuada y zapatos viejos pero que se podían
usar perfectamente, en cambio, en la Máxima de Carabobo vimos a
unos cuantos presos que no tenían más que su ropa interior.(107)
El hecho de que no se proporcionen productos tales como la ropa de cama
y de vestir fomenta la existencia de un tipo de servilismo en las cárceles.
Los presos que carecen de dinero y de apoyo familiar trabajan para otros
presos a cambio de estos artículos.
Alimentación
En marzo de 1996, el Ministerio de
Justicia asignó a cada preso 303 bolívares al día
para comidas. Desde entonces la cantidad aumentó a 451 bolívares,
pero el aumento no era proporcional a la subida vertiginosa del índice
de inflación en Venezuela. Con tan poco dinero disponible, no cabe
sorprenderse de que los presos se quejaran tanto de la cantidad y calidad
de la alimentación. Hasta Fiscal General de la República,
en una carta de diciembre de 1997 dirigida al Ministerio de Justicia, subrayaba
que la asignación diaria "per cápita para alimentación
es insuficiente para cubrir las necesidades nutricionales básicas,
lo cual considero, es violatorio de los más elementales derechos
del hombre."(108)
La comida principal de la mayoría
de las prisiones, que se sirve a última hora de la mañana
o a primera hora de la tarde, consistía sobre todo en fécula
con algunas legumbres.(109) "No es bastante,
y no es buena comida," declaró un interno de La Planta.(110)
Partiendo de nuestras observaciones, las numerosas quejas de los internos,
y la admisión sincera de al menos un funcionario de prisiones, Human
Rights Watch considera que los alimentos que se sirven en algunas prisiones
no cumplen los requisitos de las leyes venezolanas, que estipulan que "se
suministrará a los penados una dieta alimenticia suficiente para
el mantenimiento de su salud," ni los requisitos similares contenidos en
las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas.(111)
La alimentación de los presos internados en estos centros, entre
los que se encuentran las prisiones de Ciudad Bolívar y Tocuyito,
depende de sus familiares o de otros presos. No obstante, en la mayoría
de las prisiones los internos reciben raciones mínimamente adecuadas
o poco generosas.
La mayoría de las prisiones
carecen de bandejas u otros útiles de servicio. Los presos se sirven
la comida en sus propios contenedores de plástico o hasta en las
manos. El Rodeo era la única prisión en la que vimos bandejas
para la comida, pero incluso en este caso el jefe de cocina se quejó
de que sólo tenía ochenta bandejas y que necesitaba 500 más.
Las cocinas, al igual que el resto
de las instalaciones, solían ser antiguas y en mal estado; y aparentemente
las autoridades penitenciarias no estaban aplicando las normas de salubridad.
Antes de entrar en la cocina de La Planta, el director nos detuvo para
avisarnos, "Sabemos que esto está en un estado terrible." Dentro
de la instalación sofocante y sin ventanas observamos a internos
manipulando alimentos sobre mesas cubiertas de mugre.
Las áreas de almacenamiento
de cocina solían estar sucios y, según nos informaron los
presos, plagadas de insectos. Muchas prisiones no tenían instalaciones
de refrigeración adecuadas. Por ejemplo, en La Planta vimos grandes
cortes de carne tirados sobre el cemento sucio de un almacén sin
refrigeración. En contraste con estas condiciones claramente insalubres,
las instalaciones que nos mostraron en las prisiones de Catia y El Rodeo
eran modernas y limpias, y la comida estaba guardada en contenedores cerrados
o envuelta en plástico.
Según un informe reciente
del Ministerio de Justicia, cerca del 40 por ciento de los presos no consume
las comida que les ofrece la prisión.(112)
En su lugar, muchos internos dependen de sus familiares para el suministros
de casi toda su comida o de dinero para comprarla. Por ejemplo, cuando
Human Rights Watch visitó el "módulo de los trabajadores"
de Catia, sólo unos treinta de los 240 presos se alimentaban habitualmente
con comida de la prisión; todos los demás conseguían
su propia comida. Los presos suelen utilizar cocinas improvisadas para
calentar la comida en sus celdas, a veces un fuego sobre el suelo. En algunas
prisiones, como El Dorado y Catia, vimos a internos cocinando en fuegos
de madera, papel o plástico en baños sucios o en áreas
con muy poca ventilación.
Los presos que pueden costeárselo
complementan sus dietas con alimentos comprados en las cantinas dirigidas
por internos. En Catia había una cantina en cada planta. En estas
cantinas dirigidas por internos se puede adquirir toda una variedad de
productos, como sodas y agua embotellada, harina de maíz, aceite
para cocinar, fósforos y chocolate. En algunas prisiones los negocios
dirigidos por internos eran más sofisticados. En el área
común de uno de los pabellones de La Planta había varios
presos sentados en butacas consumiendo sodas y boquitas que servía
otro interno desde el otro lado de un mostrador. En El Rodeo dos presos
manejaban un horno, en el que hacían pan y pastelería para
vender a otros internos. En Sabaneta, donde los internos disfrutan de una
considerable libertad de movimiento dentro del complejo penitenciario,
había puestos de comida instalados en los patios de cada pabellón.
Normalmente, los internos que dirigen estas cantinas y otros negocios deben
pagar a la prisión para tener derecho a operarlos. Por ejemplo,
el director del anexo para mujeres de Sabaneta nos dijo que la interna
que dirigía la cantina del centro pagaba de alquiler a la prisión
5.000 bolívares al mes.
La distribución de alimentos
en algunas prisiones era un motivo importante de preocupación. En
Ciudad Bolívar vimos a internos enfrentarse cuando intentaban alcanzar
los cubos de comida que se distribuyen a las diferentes áreas del
complejo. Los vigilantes de la prisión se quedaron al otro lado
de la puerta de entrada cerrada, viendo como algunos internos blandían
cuchillos y exigían a otros que les entregaran la comida que acababan
de recibir. Un interno dijo a un representante de Human Rights Watch, "No
se controla a quién le llega la comida; es un relajo total. Algunos
comen y otros no."(113)
Se informó de que en Sabaneta
los líderes de cuatro iglesias evangélicas de la prisión
dirigían el sistema de distribución de alimentos. Según
un interno, los presos establecieron este arreglo para evitar el tipo de
conflictos que pudimos ver en Ciudad Bolívar.
Human Rights Watch escuchó
muchas denuncias de corrupción relacionadas con el suministro de
alimentos. "La cocina es un negocio," explicaba un interno que llevaba
trabajando varios años en la cocina de Ciudad Bolívar. Nos
dijo que los funcionarios se llevaban los mejores alimentos y que vendían
gran parte del resto a los que podían comprarla. Este testimonio
de primera mano da crédito a la sospecha generalizada entre los
internos de que existe corrupción. Esta declaración de un
preso del Penal General de Venezuela ilustra esa creencia: "En la puerta
vemos que llegan camiones de reparto con toda clase de comida -- pollo,
queso, leche, legumbres. ¿Dónde va esa comida?"(114)
Por motivos de seguridad, el servicio
de comidas se hace de manera escalonada. En cada etapa se sirve a los presos
de cada bloque. El director en funciones de Catia dijo que los vigilantes
deben preocuparse de que presos de diferentes bloques nunca entren en contacto
cuando reciben la comida, y explicó que: "Se odian entre ellos y
se formarían peleas."(115) Los
internos de cada módulo tienen entre quince y veinte minutos para
recoger su comida y volver a sus celdas. En otras prisiones, como El Rodeo
y Tocorón, observamos métodos de distribución de alimentos
similares. "Tenemos que comer rápido," nos dijo un interno de El
Rodeo. "Y después tenemos que correr de vuelta a nuestras celdas.
No tenemos ni media hora para comer; a lo mejor nos dan diez minutos."
Otro preso del mismo centro nos dijo, "Tenemos que ir corriendo a por la
comida, comer rápido, y volver corriendo."
Observamos a vigilantes hostigando
a presos cuando se dirigían de sus bloques de celdas a recoger la
comida. En Catia, cuando los internos corrían escaleras abajo para
llegar al comedor de la prisión los vigilantes les gritaban que
fueran rápido mientras golpeaban sus palos contra las barras de
metal de la puerta del pabellón. Aunque en nuestras visitas no observamos
a ningún vigilante golpear a internos, escuchamos denuncias reiteradas
relativas a dichos malos tratos. Un interno de Tocorón declaró,
"La guardia nos pega con los palos si no vamos bastante rápido."(116)
Agua e higiene
Las instalaciones sanitarias en la
mayoría de las prisiones violan las normas internacionales.(117)
Ciertas áreas en algunos centros carecen de retretes en funcionamiento
y de agua corriente. Los internos de estas áreas se ven obligados
a defecar en cubos o en papeles de periódico y a tirar sus desechos
por la ventana, aunque ciertos internos nos informaron de que los vigilantes
los castigaban por deshacerse de su basura de este modo. Ninguna de las
prisiones visitadas por Human Rights Watch proporcionaba jabón u
otros artículos para la higiene a los internos.(118)
La mayoría de las prisiones
para hombres sólo tienen uno o dos baños por planta. La mayoría
de los retretes y duchas de estos baños no funcionan. En el caso
de Catia esto significaba que los cerca de 250 presos del módulo
de los trabajadores tenían que compartir dos duchas y dos retretes.
Muchos baños sólo tienen agua corriente de vez en cuando
o no tienen en absoluto. En la mayoría de los centros visitados
por Human Rights Watch los internos se bañaban con cubos de agua
que acarreaban hasta los baños. Los desagües y los retretes
solían estar atascados y los baños despedían un hedor
terrible. Los internos tenían que pasar descalzos o con sandalias
por una mezcla de agua y desechos humanos para llegar a los retretes. El
problema sanitario provocado por duchas condiciones se agravaba aún
más cuando los internos preparaban a veces su comida en estos baños.
Cabría destacar las instalaciones
sanitarias de El Dorado por estar en un estado de deterioro extremo. Cuando
Human Rights Watch realizó su visita, las paredes de cemento del
interior de la Casa Amarilla, el edificio principal de la prisión,
se estaban desmoronando. Los internos sólo disponían de un
agua de color marrón amarillento, que no era obviamente potable.(119)
CAPÍTULO V VIOLENCIA ENTRE PRESOS
REGRESAR AL PRINCIPIO
102.
Sin embargo, en la práctica la movilidad de los presos dentro de
los centros penitenciarios puede estar limitada por el peligro de ser atacados
por internos rivales.
103.
Cuando realizamos nuestra visita habían sido renovados dos bloques
de celdas de Tocuyito. La diferencia entre las secciones remodeladas, iluminadas
y limpias, y el resto de las secciones, sucias y en descomposición,
casi inhabitables, era sensacional.
104.
Artículo 38 de la Ley de Régimen Penitenciario.
105.
Artículo 19 de las Reglas Mínimas para el Tratamiento de
los Reclusos.
106.
Ver Artículo 14, "Programa Sectorial de Derechos Humanos
del Ministerio de Justicia," en Promoción de los Derechos Humanos
en Venezuela: Memorial del Primer Encuentro de las ONGs con el Ejecutivo
Nacional, 1997 (en el que se señala que el Ministerio de Justicia
está planeando "un programa de dotación de uniformes para
los reclusos en los establecimientos penales, asignándoles una sencilla
vestimenta que los mantenga aseados y contribuya a elevar su autoestima");
"Justicia anunció plan de emergencia carcelaria," El Universal,
3 de enero de 1998.
107.
El Artículo 17(2) de las Reglas Mínimas exige que todas las
prendas estén "limpias y mantenidas en buen estado."
108.
"Insuficiente asignación para alimentar reclusos," El Globo,
30 de diciembre de 1997.
109.
Las descripciones siguientes son representativas de lo que vimos y escuchamos
en relación a la comida que se ofrece en las prisiones de Venezuela:
En el anexo de máxima
seguridad de Sabaneta, la comida principal del día era arroz blanco
con arepas (pequeñas tortillas pastosas hechas con harina de maíz);
el arroz tenía un aspecto sucio y olía rancio. Los internos
nos informaron de que sólo se les da una comida los jueves y domingos,
el día que se permite entrar a las visitas al resto del complejo
penitenciario. Los funcionarios de prisiones que servían la comida
a los internos del área de máxima seguridad confirmaron este
hecho. Los presos de El Dorado se alimentaban de arroz con queso, pasteles
de maíz, frijoles, y una bebida que según los funcionarios
era Kool-Aid; el director declaró que podía ofrecer
comidas más equilibradas que en la mayoría de las prisiones
gracias a las cosechas y el ganado de las fincas de la prisión.
Los presos del Penal General de Venezuela de San Juan de los Morros nos
informaron de que la mayoría de los días las comidas consistían
en arroz blanco o pasta sin salsa.
Los internos de La
Planta nos informaron de que la comida principal, servida a las 11:00 a.m.
y de nuevo a las 2:00 p.m., solía consistir en platanos con arroz,
y que todos los días les daban frijoles. Declararon que les servían
carne muy pocas veces. La comida de la noche de La Planta, servida a las
5:00 p.m., era jugo, café y pan. Según un interno, la comida
principal era suficiente para llenar dos manos juntas; declaró que
los presos podían comer en los dos servicios si querían.
La comida que vimos
en El Rodeo era pasta con una salsa clara de carne y legumbres. Unos cuantos
presos nos dijeron que la comida principal del día solía
ser buena, aunque el desayuno y la cena eran insuficientes y mal equilibrados.
Uno de ellos también nos dijo que estaban comiendo especialmente
bien durante la semana que duró nuestra visita. "Creo que nos dan
de comer mejor por que están ustedes aquí," dijo.
110.
Entrevista de Human Rights Watch, La Planta, 5 de marzo de 1996.
111.
Artículo 41 de la Ley de Régimen Penitenciario. También
el Artículo 20(1) de las Reglas Mínimas estipula: "Todo recluso
recibirá de la administración, a las horas acostumbradas,
una alimentación de buena calidad, bien preparada y servida, cuyo
valor nutritivo sea suficiente para el mantenimiento de su salud y de sus
fuerzas."
112.
"Información del Ministerio de Justicia," 11 de diciembre de 1997.
113.
Entrevista de Human Rights Watch, Ciudad Bolívar, 14 de marzo de
1996.
114.
Entrevistas de Human Rights Watch, Ciudad Bolívar, 15 de marzo de
1996; San Juan de los Morros, 7 de marzo de 1996.
115.
Entrevista de Human Rights Watch con Orosman A. Azuaje, director en funciones,
Caracas, 18 de marzo de 1996.
116.
Entrevista de Human Rights Watch, Tocorón, 21 de marzo de 1996.
117.
El Artículo 12 de las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas
exige que las instalaciones sanitarias sean "adecuadas para que el recluso
pueda satisfacer sus necesidades naturales en el momento oportuno, en forma
aseada y decente." El Artículo 13 estipula que "[l]as instalaciones
de baño y ducha deberán ser adecuadas para que cada recluso
pueda y sea requerido a tomar un baño o ducha a una temperatura
adaptada al clima y con la frecuencia que requiera la higiene general...
pero al menos una vez por semana..." El Artículo 14 exige que "[t]odos
los locales frecuentados regularmente por los reclusos deberán ser
mantenidos en debido estado y limpios."
118.
El Artículo 15 de las Reglas Mínimas estipula que "[s]e exigirá
de los reclusos el aseo personal y a tal efecto dispondrán de agua
y de los artículos de aseo indispensables para su salud y limpieza."
119.
Amnistía Internacional señaló el mismo problema durante
su visita de 1993 a El Dorado. Es desalentador que se hayan producido mejoras
en un periodo de varios años. Amnistía Internacional, Venezuela:
The Eclipse of Human Rights (Venezuela: El eclipse de los derechos
humanos) (London: Amnesty International, 1993), pág. 37.