Los presos venezolanos tienen pocas maneras constructivas de ocupar el tiempo. Sólo una pequeña minoría de la población carcelaria tiene acceso a actividades laborales o educativas. Otros presos trabajan por su cuenta utilizando las materias primas y herramientas que les suministran sus familiares,
pero la mayoría de los presos están desocupados. Debido a
que los internos que trabajan o estudian pueden reducir sus condenas, la
carencia de oportunidades laborales o educativas contribuye de manera adversa
e injusta a que los presos no puedan adelantar su puesta en libertad. Finalmente,
hasta las oportunidades recreativas son limitadas. Aunque en algunos centros
se permite a los internos que hagan ejercicio al aire libre durante el
día, en muchas otras los presos están confinados en los bloques
de celdas la mayoría del tiempo y sólo pueden disfrutar de
unas cuantas horas de ejercicio al aire libre durante la semana. El resultado
evidente de estas condiciones es una población carcelaria aburrida,
resentida y peligrosa.
Reducción de sentencias
según la Ley del "dos por uno"
Como lo indica su nombre popular,
la ley del "dos por uno" (Ley de Redención de la Pena por el Trabajo
y el Estudio) permite a los presos reducir sus sentencias en un día
por cada dos días de trabajo o estudio. Para poder beneficiarse
de la ley, los internos deben presentar una constancia escrita por el director
del centro en la que se certifique la cantidad de tiempo que el preso ha
pasado estudiando o trabajando. En general, los presos no pueden cumplir
los términos de esta ley debido a la escasez de oportunidades de
estudio y trabajo, lo que constituía una fuente de quejas frecuentes
y virulentas.
Trabajo
A pesar de que las leyes exigen que
los presos trabajen, las prisiones venezolanas ofrecen pocas oportunidades
de empleo.(238) Una agencia independiente
del gobierno, el Instituto Autónomo Caja de Trabajo Penitenciario,
tiene la tarea de aumentar la utilización del trabajo penitenciario.
Sin embargo, en las prisiones hay poca constancia de la existencia de esta
agencia. Según la Subcomisión de Asuntos Penitenciarios,
menos del 10 por ciento de los internos trabajaron en 1995.(239)
Es más, a juzgar por la cantidad de presos que vimos trabajando
en 1996 y nuestras conversaciones con observadores bien informados, ese
módico porcentaje parece inflado.
Sin embargo, en 1998, el Ministerio
de Justicia informó que 24 por ciento de la población carcelaria
trabajaba para el sector formal y que 3.000 presos trabajaban por su cuenta.
Según este informe, el Internado Judicial de Apure, una prisión
relativamente pequeña que albergaba a 274 internos, tenía
el porcentaje más alto de presos trabajando -- 98,5 por ciento --
mientras que prisiones como el Internado Judicial Los Teques y el Internado
Judicial de Carúpano tenía a cerca de un 50 por ciento de
sus presos trabajando.(240) Si estas cifras
son correctas, constituyen un aumento considerable con relación
a las estadísticas anteriores.
Ciertas prisiones, sobre todo El
Dorado y Ciudad Bolívar, carecen de oportunidades laborales organizadas.
Para ganar algo de dinero los presos tienen que recurrir a tallar objetos
decorativos y religiosos en azabache; sus familias les proporcionan la
materia prima y venden los productos acabados. Asimismo, en la Máxima
de Carabobo en 1996, el único preso que trabajaba era un alfarero
que elaboraba objetos con arcilla.
Lo mismo ocurría en Tocuyito,
donde no existían talleres de trabajo administrados por el estado,
aunque el director afirmó que habían planes de reabrirlos.
Unos doscientos internos del centro trabajaban independientemente como
zapateros o carpinteros. En Sabaneta, el director nos dijo que se iban
a reconstruir pronto los talleres, y que era probable que éstos
emplearan a unos setenta internos. Allí vimos un taller de carpintería
en activo en el que trabajaban siete presos. En Tocorón, nos dijeron
que los únicos presos empleados oficialmente eran los encargados
de la cocina y la limpieza, aunque algunos internos trabajaban de manera
independiente con materiales proporcionados por sus familiares.
Hasta en La Planta, donde se encuentran
los talleres más amplios de todas los centros que visitamos, sólo
estaban empleados 160 de los casi 1.800 presos, la mayoría media
jornada. Cuando realizamos nuestra visita, cuarenta y cinco internos estaban
trabajando en el taller de carpintería haciendo muebles y esculturas
de madera, veinticinco presos en el taller de confección, ocho en
el taller de metalurgia haciendo muebles y unos cuantos se dedicaban a
reparar calzado o trabajos de pintura. Asimismo, en El Rodeo, el director
nos dijo que había un centenar de presos empleados en tareas de
carpintería, mecánica y curtido de pieles.(241)
En algunas prisiones se permite a
algunos internos seleccionados trabajar fuera del dentro durante el día
(destacamento de trabajo), o salir de la prisión de vez en cuando
para vender sus productos. Por ejemplo, el director de Sabaneta nos dijo
que once presos trabajaban habitualmente en el exterior. En Ciudad Bolívar,
nos dijeron que se permitía a varios presos salir de la prisión
de vez en cuando para vender sus artesanías en la calle.
La carencia grave de oportunidades
de trabajo en las prisiones venezolanas ha atraído la atención
de organismos internacionales. En 1996, La Comisión Europea (CE)
inició la financiación de un proyecto de apoyo técnico
destinado a mejorar las condiciones de ciertas prisiones venezolanas, uno
de los componentes del proyecto es la reconstrucción de los talleres
de las prisiones. Por ejemplo, la CE estaba financiando la restauración
de los talleres de Sabaneta y planea emprender proyectos similares en Tocuyito
y Mérida.(242)
Educación
Según la Subcomisión
de Asuntos Penitenciarios, sólo se escolariza al 6 por ciento de
la población carcelaria.(243) La
mayoría de las prisiones tienen aulas de estudio que están
infrautilizadas por una serie de motivos, como la falta de personal educativo.
Unas cuantas prisiones, como El Dorado y Ciudad Bolívar, no ofrecen
ningún tipo de educación.(244)
Aunque vimos muchas aulas vacías y algunos directores nos dijeron
que se impartían clases, no vimos ninguna muestra de ello: ni un
sólo maestro dando clase y ni un sólo interno estudiando.(245)
Evidentemente, el ambiente de hacinamiento, ruido y peligrosidad de las
prisiones es poco propicio para la educación.
Actividades recreativas
La disponibilidad de actividades
recreativas varía según las prisiones y depende sobre todo
de hasta qué punto los presos pueden salir de sus bloques sin la
compañía de vigilantes.(246)
Las oportunidades de actividades recreativas al aire libre son escasas
en los centros donde se encierra a los internos en sus bloques y sólo
pueden salir al exterior para hacer ejercicio acompañados de vigilantes.
Por ejemplo, los presos de Catia nos dijeron que se pasaron el año
1994 sin salir al exterior para hacer ejercicio. Cuando realizamos nuestra
visita, les permitían salir a jugar al fútbol o al baloncesto
una vez a la semana durante una hora y media o dos horas. Asimismo, los
presos de la Máxima de Carabobo pueden salir al exterior quince
minutos cada semana. El resto del tiempo están encerrados en sus
bloques de celdas (compuestos de ocho celdas, un corredor que las conecta
y un baño rudimentario). En El Rodeo, los presos salen de dichas
áreas durante una hora cada semana.
Los presos se entretienen dentro
de los bloques jugando al dominó, al ajedrez y a otros juegos mesa,
escuchando música o viendo la televisión.(247)
Las oportunidades recreativas son
más abundantes en otros centros. Por ejemplo, tres de los cuatro
pabellones de La Planta tienen áreas de ejercicio adosadas. Tienen
espacio suficiente para que grandes cantidades de internos se ejerciten;
los presos juegan al baloncesto, voleibol, fútbol y otros deportes.
Tocuyito tiene una cancha amplia de baloncesto y un gimnasio interior equipado.
Sabaneta y Ciudad Bolívar están demasiado hacinadas para
la práctica de muchos deportes, pero, en concreto en Sabaneta, muchos
presos apostaban y jugaban al dominó. (Como señaló
un preso: "Esto es como un casino"). Los presos nos dijeron que los domingos
habían peleas de gallos en Sabaneta.
En Catia, el museo local Jacobo Borges
había establecido un programa innovador que consistía en
llevar a artistas e instructores a la prisión para que trabajaran
con los internos, sobre todo con los presos del "pabellón de los
trabajadores." El museo ha patrocinado eventos como talleres literarios.
Religión
En las prisiones de Venezuela los
presos tienen libertad para practicar su religión y una serie de
organizaciones religiosas ofrecen a los presos guía espiritual y
ayuda humanitaria.(248) La mayoría
de las prisiones tienen al menos una capilla. Aunque el catolicismo es
la religión dominante en Venezuela, el cristianismo evangélico
tiene un papel importante en las prisiones (no conocimos a ningún
preso que practicara otra religión que no fuera cristiana). Según
una encuesta reciente, 79,3 por ciento de los internos declararon ser católicos
y 9,3 por ciento evangélicos.(249)
Los presos evangélicos suelen juntarse en grupos y las áreas
donde viven tienden a estar en mucho mejor estado.
CAPÍTULO X MUJERES RECLUSAS
REGRESAR AL PRINCIPIO
238.
Artículo 16 de la Ley de Régimen Penitenciario, Artículo
16 del Reglamento de Internados Judiciales.
239.
Subcomisión de Asuntos Penitenciarios, "Análisis sobre la
situación penitenciaria en Venezuela," Caracas, 1996, pág.
2. Los salarios de los presos varían considerablemente. Como se
decía anteriormente, la mayoría de los presos trabajan de
forma independiente; por lo tanto sus ganancias dependen de sus habilidades
y de la demanda de sus productos y servicios. Las ganancias de los presos
que trabajan en talleres de prisiones o realizan servicios de limpieza
de los centros también son dispares. Por ejemplo, en Catia nos dijeron
que los internos ganaban hasta 500 bolívares al mes (unos 1,73 dólares)
limpiando el centro; en La Planta, ganaban hasta 4.500 a la semana (unos
15,57 $) cosiendo ropa deportiva. Entrevistas de Human Rights Watch con
Orosman A. Azuaje, director en funciones de Catia, Caracas, 18 de marzo
de 1996; y con Nestor López Pérez, director de La Planta,
Caracas, 5 de marzo de 1996.
240.
Ver Victor Escalona, "Buscando la libertad con el sudor de su frente,"
El Universal, 3 de marzo de 1998.
241.
Entrevista de Human Rights Watch con Tirso Meza Núñez, 19
de marzo de 1996. Estos presos viven en un área de mínima
seguridad separada del edificio principal de cuatro plantas de la prisión.
242.
Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Jacqueline Aizpurua,
delegada de la Comisión Europea, Caracas, 1º de abril de 1996;
Carta de Carlos Gil, director de la delegación de la Comisión
Europea en Venezuela, a Human Rights Watch, 15 de abril de 1996.
243.
Subcomisión de Asuntos Penitenciarios, "Análisis sobre la
situación penitenciaria en Venezuela," Caracas, 1996, pág.
2.
244.
En Ciudad Bolívar no hay educación organizada, aunque los
propios presos han construido una clase con mesas y algunos de los internos
más escolarizados imparten clases.
245.
Por ejemplo, en El Rodeo había cinco aulas con espacio suficiente
para 300 estudiantes y una biblioteca con una amplia selección de
libros viejos y polvorientos. El director de Tocuyito nos dijo que había
unos 600 internos inscritos en cierta actividad educativa, que cubría
de la educación primaria y secundaría a la Universidad Abierta,
pero los presos se mostraron escépticos con esta afirmación.
246.
También varía dentro de cada prisión ya que hasta
las prisiones más restrictivas suelen tener ciertos internos privilegiados
que disfrutan de mayor libertad de movimientos dentro del centro.
247.
Los presos tienen sus propios aparatos electrónicos en la mayoría
de las prisiones, aunque no en todas. Por ejemplo, en El Rodeo no existen
televisiones ni radios a pesar de que los presos se pasan la mayoría
del tiempo encerrados en sus bloques de celdas.
248.
El Ministerio de Justicia informó de que 250 voluntarios trabajaron
en las prisiones en 1995 a través del programa de Voluntariado Penitenciario
Católico. Ministerio de Justicia, Memoria y cuenta 1995,
pág. 121. Entre las organizaciones destacan la Comisión de
Justicia y Paz Petare dirigida por el Padre Matías Camuñas,
un sacerdote y defensor de los derechos humanos del área metropolitana,
y la unidad penitenciaria de la Comisión de Justicia y Paz del Secretariado
Conjunto de los Religiosos y Religiosas de Venezuela (SECORVE). Human Rights
Watch se entrevistó con representantes de ambas organizaciones durante
su estancia en Venezuela.
249.
Carlos Subera, "Las solteras cometen más delitos de drogas," El
Universal, 20 de abril de 1998 (en el que se citan cifras del Ministerio
de Justicia).