Un trabajo que intoxica Una joven de 16 años en una plantación de tabaco en Carolina del Norte se pone sus guantes de trabajo. “Cuando estoy en las plantaciones no siento que nada sea diferente de cuando tenía 12 años”, dijo. “[Todavía] tengo dolores de cabeza (…) y sufro del estómago. También siento náuseas… Siento como si el estómago me diera vueltas. Como si estuviera a punto de vomitar”. © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch Disponible en Disponible en English العربية Français Español English العربية Français Español Share this via Facebook Share this via X Share this via WhatsApp Share this via Email Share this via Compartir Share this via LinkedIn Share this via Reddit Share this via Telegram Share this via Printer Share this via Facebook Share this via X Share this via WhatsApp Share this via Email Share this via Compartir Share this via LinkedIn Share this via Reddit Share this via Telegram Share this via Printer Artículo introductorio Amenazas enlazadas Cómo la política del temor y la represión de la sociedad civil ponen en riesgo derechos globales Kenneth Roth Ex director ejecutivo Ensayos Ending Child Marriage Meeting the Global Development Goals’ Promise to Girls Rights in Transition Making Legal Recognition for Transgender People a Global Priority Children Behind Bars The Global Overuse of Detention of Children Una trabajadora del tabaco de 16 años en Carolina del Norte, sentada frente a su vivienda móvil, donde vive con su madre, tres hermanas, dos hermanos y un sobrino. Desde que cumplió 12 años ha pasado sus vacaciones de verano trabajando como una jornalera en las plantaciones de tabaco para ayudar a su familia. “Con el dinero que gano ayudo a mi madre. Le doy dinero para la gasolina. Compro comida para nosotros del [trabajo del] tabaco”, dijo. “Luego intento ahorrar algo para poder comprar material escolar y otras cosas como ropa y zapatos”. © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch Una joven de 16 años en una plantación de tabaco en Carolina del Norte se pone sus guantes de trabajo. “Cuando estoy en las plantaciones no siento que nada sea diferente de cuando tenía 12 años”, dijo. “[Todavía] tengo dolores de cabeza (…) y sufro del estómago. También siento náuseas… Siento como si el estómago me diera vueltas. Como si estuviera a punto de vomitar”. © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch “Alejandro”, un adolescente de 17 años que trabaja en las plantaciones de tabaco captado en la vivienda móvil de su familia en el este de Carolina del Norte. “Trabajo en las plantaciones para ayudar a mi madre a pagar las facturas”, dijo el joven. © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch “Sofía”, una trabajadora del tabaco de 17 años, en un camino cerca de su casa en Carolina del Norte. La adolescente contó a Human Rights Watch que entrena para el equipo de atletismo después de trabajar entre 50 y 60 horas a la semana en los campos de tabaco: “La sensación de estar corriendo (…) es fantástica. Me encanta… Desde que trabajo, tengo que practicar por mi cuenta porque no puedo ir a los entrenamientos. Así que los fines de semana y los viernes por la noche, salgo y corro por este camino hasta completar tres millas”. © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch "Sofía", una trabajadora del tabaco de 17 años, en una plantación en Carolina del Norte. Comenzó a trabajar a los 13 años y dijo que su madre fue la única que le enseñó a protegerse en el campo: “Ninguno de mis jefes, contratistas o jefes de equipo nos ha dicho nada sobre pesticidas y cómo podemos protegernos de ellos (...) Cuando trabajaba con mi madre, ella me cuidaba y siempre quería asegurarse de que estuviera bien ... Nuestros jefes no nos dan nada excepto nuestros cheques. Eso es todo”. © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch. © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch “Matthew”, un trabajador del tabaco de 16 años, delante de su vivienda móvil donde vive con su familia. “Cuando comes primero y empiezas a trabajar te duele el estómago. Te duele”, dijo. “Sientes que tienes que vomitar”. © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch “Sara” (izq.) y “Susana” son hermanas gemelas y trabajaron juntas en el cultivo del tabaco en 2015. Las jóvenes de 16 años muestran en su dormitorio la ropa que llevan para tratar de protegerse en los campos. Ambas describieron haber trabajado en áreas que estaban siendo tratadas con pesticidas. “Estábamos trabajando (…) y había un trabajador sobre un tractor fumigando muy cerca de donde estábamos nosotras. Pero no nos sacaron del área. Ni siquiera nos avisan de que es peligroso. Nada. Nosotras trabajamos y nos cubrimos bien porque el olor es muy fuerte y el olor de los pesticidas hacen que tengamos náuseas”, dijo Susana. “Yo me mareo, me mareo mucho porque el olor es insoportable. Es muy fuerte y mi estómago empieza a revolverse. En ese momento siento como si me fuera a desmayar allí mismo por culpa del olor”, dijo Sara. © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch “Alejandro” tiene 17 años y mide casi 1,80 metros de estatura, ha trabajado en las plantaciones de tabaco desde que tenía 14 años. El menor contó a Human Rights Watch que a menudo pierde el apetito cuando trabaja en los campos, un síntoma asociado con la exposición a la nicotina: “No tienes hambre (…) A veces, cuando como, no sé, no se me asienta en el estómago (…) Y entonces lo que como hace que me sienta enfermo”. © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch “Cuando me contrataron, nadie me preguntó qué edad tenía. No les importaba. Sólo querían gente para trabajar”, dijo esta joven de 16 años quien ha trabajado varios veranos en plantaciones de tabaco de Carolina del Norte © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch Un joven de 18 años que empezó a trabajar en las plantaciones tabacaleras cuando tenía 15 años. “Salimos de aquí a las 5 de la mañana y llegamos a las 6. Volvemos entre las 6 y 7 de la tarde”, dijo. “Normalmente no como hasta las 10 u 11 [de la mañana], y con el olor [del tabaco] y el estómago vacío, no te puedes aguantar. Vomitas. Me pasó hace un par de días”. © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch La doctora Sara Quandt y el doctor Thomas Arcury son profesores en la Facultad de Medicina Wake Forest. “Los niños no son pequeños adultos”, aseguró Quandt. “Si pensamos en los niños como niños, porque eso es lo que son, estamos poniéndolos a trabajar en la industria más peligrosa del país: la agricultura. Son personas que son inmaduras no sólo biológicamente sino también en su comportamiento y les estamos pidiendo que trabajen con adultos. Los estamos poniendo en una situación en la que se ven expuestos a pesticidas, maquinaria, herramientas afiladas y al calor”, añadió Arcury. © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch El doctor David Tayloe, Jr., un pediatra en Carolina del Norte, contó a Human Rights Watch que la Enfermedad del Tabaco Verde surge tras el contacto de la piel con la hoja verde del tabaco. “La nicotina sobre las hojas, en la planta, es segregada por los poros de la planta y puede ser absorbida por la piel de una persona. Y la nicotina puede hacer que se enferme”, explicó el médico. © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch Guantes utilizados por “Sofía”, una trabajadora de las plantaciones tabacaleras. La joven de 17 años contó a Human Rights Watch que tiene que comprarse su propio equipo de protección. © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch Un inodoro portátil en un campo de tabaco en Carolina del Norte. Los adolescentes entrevistados por Human Rights Watch reportaron no tener acceso consistente a baños mientras trabajaban en las plantaciones tabacaleras. © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch Una plantación de tabaco en Carolina del Norte. © 2015 Benedict Evans para Human Rights Watch Ver países Elija... Argentina Bolivia Brasil Chile Colombia Cuba Ecuador Estados Unidos Guatemala Haití Honduras Marruecos y el Sáhara Occidental México Perú República Dominicana Siria Unión Europea Venezuela