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Las campeonas del mundo del fútbol femenino vuelven a ganar: se le acabó el tiempo a Rubiales

Publicado en: Forbes
El equipo español sostiene el trofeo, tras ganar la Copa Mundial Femenina de la FIFA, en el Estadio Olímpico, Sídney, Australia, 20 de agosto de 2023. © 2023 Kim Price / Cal Sport Media vía AP Images © 2023 Kim Price / Cal Sport Media via AP Images

La selección española de fútbol femenino finalmente puede celebrar dos victorias (en el campo como las campeonas de la reciente Copa Mundial Femenina) y luego con la destitución este mes del presidente de la Real Federación Española de Fútbol, Luis Rubiales.

La expulsión tardía se produjo después de que Rubiales intentara desesperadamente mantener su posición después de haber abrazado a miembros del equipo y del beso forzado a la jugadora Jennifer Hermoso tras ganar el partido de la final.

Incluso cuando finalmente llegó la presión para que dimitiera, Rubiales se negó. Pasó a la ofensiva alegando que el beso fue consentido, lo que Hermoso negó. En una conferencia de prensa, gritó cinco veces “¡No dimitiré!”, poniendo en evidencia la persistente cultura de sexismo en el sistema de fútbol español. España no es un caso aislado: en muchas otras federaciones nacionales, las jugadoras enfrentan una batalla cuesta arriba para luchar contra el acoso y la agresión sexual, así como contra otros abusos que incluyen corrupción, robo de salarios, amenazas y represalias.

Hermoso lo expresó mejor cuando dijo: “Estoy segura de que, como campeonas del mundo, nosotras, como equipo, no merecemos una cultura tan manipuladora, hostil y controladora. Este tipo de incidentes se suman a una larga lista de situaciones que las jugadoras vienen denunciando en los últimos años”.

Sin embargo, Rubiales pudo conservar su puesto durante semanas porque el organismo rector del fútbol, la Fédération Internationale de Football Association (FIFA), tiene una mala gobernanza para destituir a líderes abusivos y pocos sistemas para apoyar a las jugadoras que sufren abusos sexuales, amenazas e intimidación.

En el momento de sus ofensas en la ceremonia de premiación, el Parque Olímpico de Sídney resonó con los abucheos de casi 80.000 aficionados. Muchos de los que estábamos allí en persona estábamos perplejos por el hecho de que los funcionarios de la FIFA presentes no tomaran medidas contra el aparente acoso sexual en el video del estadio y en el escenario mundial más grande del fútbol. Mientras el confeti dorado iba cubriendo el estadio, nadie en el poder hizo nada para detener al presidente de la federación española. Nadie en el escenario le dio un toque a Rubiales en el hombro para decirle: “Por favor, deja de tocar inapropiadamente a las campeonas”.

Desafortunadamente, eso es consistente con la falta de acción por parte de la FIFA para destituir a los abusadores en el poder en otros lugares, dadas las denuncias de abuso sexual en 20 de las 211 federaciones nacionales de la FIFA.

Esta semana, tres semanas después de la final de la Copa Mundial Femenina, Rubiales finalmente ha renunciado.

Las jugadoras de fútbol de todo el mundo deberían estar libres de violencia y acoso en cualquier lugar relacionado con su trabajo o que surja de él, incluidos los estadios, los centros de entrenamiento, la federación nacional, los alojamientos relacionados con el trabajo o los eventos sociales laborales.

La dificultad para destituir a Rubiales y al técnico Jorge Vilda, también acusado de acoso y conducta controladora, muestra hasta dónde tienen que llegar la FIFA, la UEFA (de la que Rubiales fue hasta esta semana vicepresidente) y los organismos deportivos mundiales para demostrar que toman en serio su obligación de poner fin al abuso contra las mujeres deportistas.

En 2022, las jugadoras españolas se rebelaron contra el entrenador y la federación, y muchas dieron la alarma boicoteando a la selección nacional. Pero sus quejas fueron ignoradas. En el período previo a la Copa Mundial Femenina, 15 de las mejores jugadoras de España pusieron en riesgo sus carreras para denunciar abusos en la federación, como el requisito de Vilda de que las jugadoras durmieran con las puertas de sus habitaciones de hotel abiertas, aparentemente para permitir el acceso del personal del equipo, pero un riesgo claro para la seguridad de las jugadoras frente al abuso sexual.

El beso no consentido de Rubiales se produjo minutos después de que lo filmaran agarrándose la entrepierna en las gradas, aparentemente un gesto para “celebrar” la victoria de las jugadoras españolas.

Durante las últimas tres semanas, Rubiales y la Real Federación Española de Fútbol utilizaron su enorme poder para amenazar y tomar represalias contra las jugadoras que les dieron la victoria nacional. Hermoso fue atacada por su propio empleador, amenazada con acciones legales y dijo que estaba “bajo presión continua para hacer una declaración que pudiera justificar las acciones del Sr. Luis Rubiales”. Esto le brindó al mundo una inusual ventana al sexismo y abuso sexual rutinarios que las mujeres españolas han sufrido solo para competir en el fútbol femenino.

En respuesta, más de 80 jugadoras se negaron a volver a jugar hasta que Rubiales se fuera, incluidas las 23 del equipo que ganó la Copa Mundial Femenina. Después de una protesta pública, la fiscalía española abrió una investigación sobre sus acciones, entre ellas, la intimidación y coerción de Hermoso después del abuso.

Hermoso denunció la agresión para su procesamiento y presentó una denuncia penal porque, en sus palabras: “Creo que ninguna persona, en ningún ámbito laboral, deportivo o social, debe ser víctima de este tipo de conductas no consentidas”. El hashtag #SeAcabó fue tendencia a nivel nacional como el movimiento #MeToo español.

España ha ratificado el Convenio 190 de la Organización Internacional del Trabajo para proteger a las trabajadoras y los trabajadores de la violencia y el acoso, lo que obliga al Estado a prevenir y sancionar dichas conductas. Esto incluye garantizar que empleadores como las federaciones de fútbol también tomen medidas para prevenir y responder a dicha violencia.

Rubiales ya no está en la federación. Pero no fue despedido. La FIFA no lo ha sancionado. Le han permitido renunciar mientras está suspendido por 90 días, y eso significa que la FIFA no ha tenido que hacer ningún cambio estructural, legal o de política en el sistema de la federación nacional de fútbol que creó oportunidades para que Rubiales y la federación abusaran de las jugadoras.

El abuso de las jugadoras en su momento de gloria es un recordatorio de que la FIFA no cuenta con sistemas significativos para proteger a las mujeres y las niñas de tales abusos en el futuro.

La FIFA todavía no ha creado una Entidad Independiente de Deporte Seguro para denunciar e investigar abusos, proteger a supervivientes y denunciantes y expulsar del deporte a los abusadores en todos los niveles. La FIFA no cuenta con verificaciones de antecedentes penales para evitar que abusadores sexuales ocupen altos cargos en las federaciones nacionales, y tampoco cuenta con sistemas de denuncia de traumas para que cualquier deportista pueda denunciar un abuso.

No deberían pasar otros cuatro años hasta la próxima Copa Mundial Femenina para cambiar la gobernanza, las leyes, las políticas y las prácticas en estas federaciones nacionales de modo que haya más de un puñado de mujeres en el liderazgo de las federaciones, condiciones de trabajo decentes, igualdad de salario por el mismo trabajo, y un lugar de trabajo libre de abuso sexual.

En lugar de obligar a las jugadoras a luchar constantemente por sus derechos humanos dentro y fuera de la cancha, la FIFA debería reformar urgentemente sus sistemas sexistas para que todos, las jugadoras y los jugadores, puedan protegerse.

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