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Manifestantes estudiantiles propalestinos en una manifestación en la Universidad de Columbia durante el tercer día del «Campamento de Solidaridad con Gaza» en Nueva York, Estados Unidos, 19 de abril de 2024. © 2024 Selcuk Acar/Anadolu via Getty Images

Hoy vamos a empezar por lo básico.

La protesta pacífica es un derecho humano. La libertad de expresión es un derecho humano. La libertad de opinión es un derecho humano.

Estas son cosas que podrías aprender en la primera semana de una clase introductoria de «derechos humanos 101» en la universidad. Entonces, ¿por qué muchos de los responsables de la educación superior en Estados Unidos parecen tan poco familiarizados con ellos?

La respuesta de algunas autoridades universitarias a las protestas propalestinas en los campus ha sido escandalosa. Estas son las personas que se supone que deben fomentar el aprendizaje y el debate, animando a la próxima generación a defender sus creencias en un ambiente que respete las libertades fundamentales.

En lugar de ello, han respondido con duras medidas contra los estudiantes de instituciones como la Universidad de Columbia, la Universidad de Texas y la Universidad de Emory. Estas medidas incluyen suspensiones masivas, desalojos de alojamientos universitarios y detenciones de estudiantes, profesores, observadores legales y periodistas que cubren las protestas.

Grupos de estudiantes han protestado contra la campaña militar israelí en Gaza, que ha causado la muerte de más de 34.000 personas en los últimos seis meses y medio, la mayoría mujeres y niños. La embestida militar ha desplazado a más de un millón de personas, y el ejército israelí utiliza el hambre como arma de guerra.

La protesta pacífica no parece una respuesta irrazonable a una situación tan grave como ésta. Los estudiantes que protestan exigen a las universidades que desinviertan en empresas que consideran que se están beneficiando del ataque a Gaza.

Pero incluso si no estás de acuerdo -si crees que no merece la pena protestar por la situación en Gaza, o si piensas que la desinversión no es el remedio adecuado-, estas personas siguen teniendo derecho a decir lo que piensan y a protestar pacíficamente. Porque todos tenemos ese derecho.

Y nadie debería ser castigado por ejercer sus derechos.

Ahora bien, las universidades privadas no son el gobierno, por supuesto. Pueden imponer códigos de expresión más restrictivos que, por ejemplo, la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense. Y tampoco tienen por qué permitir que los estudiantes monten un campamento indefinidamente en medio del campus.

Las autoridades universitarias han intentado justificar sus duras medidas contra los manifestantes como una lucha contra el antisemitismo. De hecho, ha habido informes de incidentes antisemitas, por ejemplo, en la Universidad de Columbia y sus alrededores.

Pero las acusaciones de actos y discursos antisemitas por parte de individuos, así como la islamofobia por parte de individuos, deben ser investigadas individualmente, evaluadas caso por caso. No se puede simplemente negar a la gente en masa su derecho a protestar pacíficamente porque algunos individuos en la protesta o cerca de ella hayan dicho cosas viles.

Los administradores universitarios también tienen que demostrar que entienden la diferencia entre cosas como las críticas a las políticas del gobierno israelí y los llamamientos a favor de los derechos de los palestinos, por un lado, y el antisemitismo, por otro. Lo primero es legítimo, lo segundo no.

Volvamos a los derechos humanos 101. La protesta pacífica es un derecho humano. La libertad de expresión es un derecho humano. La libertad de expresión es un derecho humano.

No hay excusa para que los altos cargos de estas universidades no conozcan estos principios básicos y no los respeten.

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