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Una mujer sudanesa, que huyó del conflicto en Murnei, en la región sudanesa de Darfur, camina junto a carros que transportan las pertenencias de su familia al cruzar la frontera entre Sudán y Chad en Adre, Chad, 2 de agosto de 2023. © 2023 REUTERS/Zohra Bensemra

(advertencia sobre el contenido: violencia sexual relacionada con el conflicto)

Sudán ya no está "al borde" de las atrocidades masivas. Ha caído al precipicio. 

Ya he destacado en este boletín cómo la comunidad internacional se ha desentendido de la crisis de Sudán en general y ha esquivado a hurtadillas el terror, sobre todo, en Darfur. La situación no hace más que empeorar.

Hace cinco meses estallaron los combates en Jartum, la capital de Sudán. Desde entonces, el conflicto y sus atrocidades se han extendido a la región occidental de Darfur y a los estados meridionales de Kordofán del Sur y Nilo Azul. La población civil se enfrenta a ataques deliberados, la violencia sexual va en aumento y quienes intentan denunciar los horrores -periodistas y defensores de los derechos humanos- son silenciados.

Las cifras pueden parecer abrumadoras, pero exigen nuestra atención. Más de cinco millones de personas se han visto obligadas a huir de sus hogares, y cientos de miles más podrían verse obligadas pronto a unirse a ellas. Clínicas y médicos han sido atacados en todo Sudán, dejando fuera de servicio al 80% de los principales hospitales del país. 

Más de 20 millones de personas, casi la mitad de la población de Sudán, se enfrentan a una grave inseguridad alimentaria y seis millones están a un paso de la hambruna. Unos 500 niños ya han muerto de hambre. 

El discurso de odio que contribuye a impulsar las atrocidades sugiere claramente que las cosas empeorarán aún más. Hemos visto cómo se alentaba a atacar a comunidades por el color de su piel y cómo los combatientes perseguían a civiles por su origen étnico. Las supervivientes de la violencia sexual escucharon a sus violadores decirles que querían que dieran a luz a "nuestros" bebés. 

Y sin embargo, mientras todo esto ocurría en los últimos cinco meses, los gobiernos de todo el mundo se han cruzado de brazos. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que ha tenido a Sudán en su agenda durante décadas, aún no ha aprobado ni una sola resolución sustantiva para hacer frente a esta crisis cada vez más grave.

¿Para qué existe el Consejo de Seguridad si no es para abordar este tipo de calamidades?

Basta ya, dicen los líderes de más de 50 organizaciones internacionales humanitarias y de derechos humanos. En una nueva y escalofriante declaración, que coincide con una reunión del Consejo de Seguridad sobre la situación en Sudán, piden al Consejo de Seguridad que actúe. 

El primer paso sería una resolución que promueva la justicia para las víctimas de la terrible violencia. Los responsables deben rendir cuentas. El Consejo de Seguridad también debe impulsar el acceso seguro y sin trabas de la ayuda humanitaria. 

La alarma de los crímenes de atrocidad masiva está resonando. Lleva meses retumbando cada vez más fuerte. Nuestros gobiernos deben dejar de ignorarla.

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