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III. Restricciones de Estados Unidos sobre los viajes

Antecedentes

Restricciones para viajar en el pasado

Desde poco después de que Fidel Castro llegara al poder en 1959, Estados Unidos ha usado una combinación de medidas encubiertas y abiertas destinadas a sacarle del poder, entre ellas numerosos intentos de asesinato. La más duradera de estas medidas ha sido el embargo comercial estadounidense, que lleva más de 40 años en vigencia.97

Las restricciones de los viajes a Cuba, uno de los componentes principales del embargo, se remontan a una nota del 16 de enero de 1961 del Departamento de Estado, en la que se proclamó que los viajes a Cuba de ciudadanos estadounidenses eran “contrarios a la política exterior de Estados Unidos y… por otra parte desfavorables a los intereses nacionales”. Desde entonces, las restricciones para viajar se han endurecido y suavizado alternativamente en diferentes momentos por sucesivos gobiernos.

De acuerdo con la nota del Departamento de Estado de 1961, toda persona que viajara a Cuba tenía que contar con un permiso específico del Departamento en su pasaporte. Un fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos de 1967 afirmó que el viaje sin un pasaporte específicamente autorizado no constituía un delito de acuerdo con la legislación aplicable.98  Sin embargo, los reglamentos del Departamento del Tesoro que prohíben las transacciones financieras relacionadas con los viajes a Cuba, promulgados en 1963 de acuerdo con la Ley sobre Comercio con el Enemigo (Trading With the Enemy Act) de 1917, son aplicables en el ámbito penal. En consecuencia, los que viajen a Cuba sin un permiso del Departamento del Tesoro pueden ser enjuiciados por su uso de moneda estadounidense en Cuba—un tecnicismo que permite a Estados Unidos restringir los viajes a Cuba con la excusa de limitar las transacciones financieras. Estas medidas han perdurado como el principal medio para restringir los viajes de Estados Unidos a Cuba. El Departamento del Tesoro concede algunos permisos para viajar, pero las categorías de estas excepciones han sido reducidas o ampliadas en diferentes momentos en las últimas cuatro décadas.99

Los viajes por motivos familiares son una de las excepciones que se han establecido o eliminado desde los años setenta. Como parte de una iniciativa más amplia en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba, el Presidente Carter dejó inactiva la prohibición en 1977, pero el Presidente Ronald Reagan volvió a imponer las restricciones en 1982. Aunque el gobierno de Reagan prohibió la mayoría de los viajes a Cuba, sus nuevas regulaciones permitieron los viajes por motivos familiares. En respuesta a la crisis de los balseros de 1994, el Presidente Clinton suspendió la autorización general de los viajes por motivos familiares, pero la reinstauró a finales de 1995, como parte de un esfuerzo por ampliar los contactos interpersonales entre las personas en Cuba y Estados Unidos. En 1999, junto con otras medidas para suavizar la prohibición de los viajes, aumentar los vuelos charter e incrementar los contactos interpersonales, el gobierno de Clinton eliminó el requisito de que los permisos para las visitas a familiares, ya fueran generales o específicos, tuvieran que responder a una necesidad humanitaria “extrema”. Las visitas de cubanoamericanos a sus familiares en Cuba aumentaron significativamente en la segunda mitad de los noventa.100

El President George W. Bush mantuvo inicialmente la tendencia de suavizar los requisitos para los viajes por motivos familiares, introduciendo, en marzo de 2003, nuevas regulaciones por las que se creó un permiso general para viajar a Cuba una vez al año a visitar a la familia, sin que fuera necesario pedir una autorización especial. Asimismo, las regulaciones de 2003 permitían que las personas solicitaran permisos específicos para realizar visitas adicionales cada año, y que visitaran a familiares “con una consanguinidad de no menos de tres generaciones con esa persona o un antepasado común”.101

Nuevas restricciones para viajar por motivos familiares

En 2004, la Comisión del Presidente Bush para Contribuir a una Cuba Libre publicó un informe en el que concluyó, entre otras cosas, que uno de los principales beneficiarios de los viajes a Cuba y desde Cuba era el propio Fidel Castro: “Se ha suministrado efectivamente al régimen una válvula de escape institucionalizada para el descontento cubano con un generador de ingresos asociado”.102  Al aplicar altas tasas a las diferentes transacciones relacionadas con los viajes, y al requerir a los cubanos que compren en comercios estatales de la isla, Castro ha convertido estos viajes en “una fuente importante de dinero para el régimen”.103  La comisión estimó que, en 2003, unas 125.000 personas viajaron a Cuba para visitar a familiares (de las cuales 31.000 hicieron múltiples viajes) y el gobierno cubano pudo generar 96.3 millones de dólares en divisas de estas visitas.104  Como consecuencia, la comisión afirmó que “los cubanos que emigraron recientemente se han convertido en una de las mayores fuentes de fondos y productos de la isla”.105  La comisión recomendó que para fortalecer el embargo, habría que controlar estos viajes.

Por lo tanto, en junio de 2004, el gobierno estableció nuevas regulaciones para los viajes por motivos familiares. De acuerdo con éstas, sólo se puede visitar Cuba con permisos específicos, que sólo pueden concederse cada tres años. En concreto, se prohíben los viajes por motivos familiares a Cuba a las personas que, en los tres años anteriores, hayan emigrado de Cuba, regresado de un viaje a Cuba conforme al programa general de permisos o recibido un permiso específico para visitar a la familia. La visita no puede durar más de 14 días.106 

Las nuevas regulaciones también limitan la definición de “familiar cercano” a “la esposa, esposo, hijo, hija, nieto, nieta, padre, madre, abuelo, abuela, hermana o hermano de esa persona o su cónyuge, así como el cónyuge, el viudo o la viuda de cualquiera de los antes mencionados”.107  Quedan excluidos los tíos, las tías, los sobrinos, las sobrinas, los primos, las primas y otros familiares de este tipo, independientemente del papel que hayan podido desempeñar en la vida de la persona antes de la separación. Las nuevas regulaciones también prohíben el envío de dinero y paquetes humanitarios a otra persona que no sea la esposa, esposo, hijo, hija, nieto, nieta, padre, madre, abuelo, abuela, hermana o hermano, y limita la cantidad y la frecuencia de dichos regalos por cada hogar, mientras que antes se limitaba únicamente por cada persona (lo que permitía el envío de múltiples regalos a un solo hogar, así como el envío a no familiares).108

A diferencia de las anteriores restricciones para viajar, las nuevas regulaciones no contemplan excepciones. Las personas que violen las restricciones sobre las visitas a familiares pueden incurrir en sanciones de 4.000 dólares si han sido notificadas previamente por la Oficina de Control de Bienes en el Extranjero (Office of Foreign Assets Control, OFAC) del Departamento del Tesoro, y 1.000 dólares si no han recibido dicha notificación previa.109

A principios de 2005, Human Rights Watch realizó entrevistas a 25 cubanos que vivían en Estados Unidos y no habían podido obtener un permiso para visitar a sus familias en Cuba desde la entrada en vigor de las nuevas restricciones. Estos casos ilustran la profunda angustia que puede producir la separación forzada de las familias. Personas informadas en la comunidad cubano americana de Miami calculan que otros cientos de familias han sufrido problemas similares debido a las nuevas restricciones para viajar. El director de una agencia de viajes de Miami especializada en viajes a Cuba dijo a Human Rights Watch: “No pasa un día sin que venga alguien ansioso, llorando, desesperado por visitar a su familia”.110


La última visita de Marisela Romero a su padre.“Siempre que venía se ponía muy alegre”, dijo la esposa de su sobrino.“
Porque aunque tenía Alzheimer, él sabía quién era ella.”
© 2004 Privado

Casos ilustrativos

Marisela Romero

Antes de que las nuevas restricciones sobre viajes entraran en vigor, Marisela Romero, de 53 años, había ido a Cuba varias veces al año para ayudar a su padre de 87 años, que se encontraba en la fase avanzada de Alzheimer y era incapaz de cuidarse a sí mismo. Necesitaba ayuda para comer y se orinaba encima regularmente, necesitando que otros cambiaran sus sábanas, su ropa, y los pañales que tenía que llevar.111 

Romero había salido de Cuba en 1992, y después de la muerte de su madre y su hermana en 2002, los únicos familiares que podían cuidar de su padre enfermo eran su sobrino y suministros y, quizá lo más importante, ofrecerle afecto filial a su padre. “Siempre que venía se ponía muy alegre”, dijo Marisol Claraco, la esposa de su sobrino, a Human Rights Watch. “Porque aunque tenía Alzheimer, él sabía quién era ella… ella se acostaba a su lado y le hablaba, y él sentía su amor y su esposa. Romero contrató a dos personas para ayudarles y empezó a hacer viajes frecuentes a Cuba, para poder pagar a estos asistentes, llevar dinero y se ponía mejor”, agregó.112


“Estábamos desesperados”, recordó la esposa del sobrino de Romero.
“Le vimos deteriorarse día a día, y ella no podía venir, y nosotros no podíamos
hacer nada Estábamos sufriendo en este lado y ella estaba sufriendo en el otro lado”.
© 2003 Privado

Las nuevas restricciones pusieron freno a sus visitas. Desde su último viaje en mayo de 2004, no tendría derecho a visitar a su padre de nuevo hasta 2007. Las regulaciones también le impidieron efectivamente enviar dinero para la atención médica de su padre y otros gastos. Aunque todavía podía enviar remesas a miembros de su “familia más cerca”, el único familiar en Cuba que encajaba en esa definición era su padre, y él no podía cobrar los cheques o siquiera endorsarlos a otra persona. (De acuerdo con las regulaciones, su sobrino no era considerado un miembro de su “familia”). También se hizo mucho más difícil y caro enviar suministros, ya que cada vez era más difícil encontrar a personas que viajaran a Cuba y que estuvieran dispuestas a llevarle los productos.113 


La OFAC notificó a Romero que “no sería procedente” pedir permiso para visitar a su familia en Cuba
“hasta que hubiera pasado el plazo requerido de tres años”.

Su sobrino y su esposa sintieron la ausencia de Romero. “Después de las restricciones”, dijo Claraco a Human Rights Watch, “estaba sola con el abuelo y mi esposo estaba encargado de salir y buscar las medicinas que pudiera. Estábamos esperando que viniera Mari. Pero no pudo venir y no pudo enviar los papeles y las medicinas. Así que pasamos una época dura”. Después de varios meses, empezaron a quedarse sin pañales y productos sanitarios básicos, como yodo y agua oxigenada, que necesitaban para limpiar las llagas provocadas por no salir de la cama.114 

Su ausencia parece que también tuvo un impacto sobre la salud de su padre. “Cuando no podía venir, empezó a volverse más y más callado, empezó a empeorar, como si se estuviera debilitando poco a poco”, dijo Claraco. “Estábamos desesperados. Le vimos deteriorarse día a día, y ella no podía venir, y nosotros no podíamos hacer nada. Estábamos sufriendo en este lado y ella estaba sufriendo en el otro lado”, agregó.115

En septiembre, Romero supo por el médico de su padre en Cuba que había entrado en una profunda depresión, muy probablemente por su ausencia prolongada, y que había dejado de comer. Ella estaba devastada respecto sobre que hacer. “Hubiera ido todos los meses”, dijo. Me hubiera quedado con él. Me hubiera asegurado de que estaba bien cuidado. Pero tenía miedo de violar la ley”, agregó.116 

Decidió solicitar a la Oficina de Control  de Bienes en el Extranjero (OFAC) un permiso para viajar, esperando que se pudiera hacer una excepción en su caso. Todavía no había recibido respuesta en octubre, cuando su sobrino la alertó de que su padre había sido hospitalizado y se encontraba muy grave. Llamó a la OFAC dos veces y dejó un mensaje en la contestadora, pero no recibió respuesta. Mientras tanto, el estado de su padre se fue deteriorando y, finalmente, el 20 de marzo, falleció.

Al mes siguiente, Romero recibió una carta de la OFAC respondiendo a su petición de septiembre de permiso para visitar a su padre. Le habían negado la petición. No le permitieron viajar hasta 2007.

Cuatro meses después de la muerte de su padre, Romero dijo a Human Rights Watch que aún no se había recuperado del trauma: “Me encuentro muy mal. No puedo vivir normalmente. Es una tortura, noche tras noche, minuto a minuto”. La principal causa de su angustia es saber de que no pudo estar con su padre cuando ella cree que él más la necesitaba. “Murió solo. No hubo nadie para llamar a un sacerdote. Nunca tuvimos oportunidad de despedirnos”, agregó.117 

La angustia de Romero se ve agravada por su enojo ante el hecho de que el gobierno de Estados Unidos le restrinja su libertad para viajar:

Vine a este país en busca de libertad, no por razones económicas. Me acuerdo cuando me vi en el aeropuerto de Miami, lo primero que me vino a la cabeza fue: “¡O Dios mío, soy libre!” Y ahora me siento como si me estuvieran quitando la libertad por la que vine aquí… Me han quitado el derecho a ir a ver a mi familia cuando quiera… ¿Cómo puede ser que un país tan bello tiene una ley como ésta?118

Andrés Andrade

Andrés Andrade de 50 años, quien emigró en 1980 “en busca de nuevas oportunidades”, había estado viajando regularmente a Cuba en los últimos años para ayudar a su hermana, Arelis Andrade López, a cuidar de su padre y de su madre que estaba luchando contra el cáncer.119 

“Era una gran ayuda para mí”, dijo Arelis Andrade a Human Rights Watch .  “Estoy sola aquí, mis hijos son jóvenes y tienen que trabajar”, dijo. Pero con la implementación de las restricciones, ya no pudo contar con la ayuda de su hermano. “Era horrible porque ya no podía tenerle otra vez para mí… No podía tener el apoyo emocional de mi hermano… Le echaba mucho de menos”, agregó.120 

En noviembre de 2004, su madre desarrolló un grave problema pulmonar y tuvo que ser hospitalizada. En el pasado, Andrés Andrade habría podido viajar a Cuba para ayudar a su hermana a cuidar de su madre. Pero esta vez estaba sola. “Me pasé cuatro días seguidos sin dormir, sentada en una silla al lado de ella”, recordó Arelis.121


Andrés Andrade con su madre. “Murió esperando ver a mi hermano”, dijo su hermana.
“Ese día antes de que muriera, , sus gritos eran horribles. Lloraba y gritaba su nombre”.
© 2002 Privado

La ausencia de Andrés Andrade fue aún más dura para su madre agonizante. “Estaba aferrándose a la vida porque esperaba que viniera”, recordó Arelis Andrade.

Ella quería que él viniera, pero al mismo tiempo decía: “Dile que no venga, porque no quiero que se meta en problemas”. A veces no quería comer, y yo le decía: “Mira Mima, tienes que comer, porque va a venir mi hermano a ver si estás comiendo”. Tenía que decirle “mentiras piadosas”, como dicen. Pero murió. Murió esperando ver a mi hermano… Ese día antes de que muriera, sus gritos eran horribles. Lloraba y gritaba su nombre.122 

Cuando murió, Arelis Andrade le envió a su hermano la noticia por correo electrónico. “Él me llamó llorando, diciendo que no había podido ver a mi mamá, que habría podido verla antes de morir si no hubiera sido por las restricciones”, dijo.123  

La muerte de su madre también tuvo un efecto devastador sobre su padre de 82 años, quien sufría de diabetes, presión alta y que había sobrevivido tres ataques al corazón. Según Arelis Andrade, la pérdida de su esposa después de 60 años de matrimonio le provocó una profunda depresión que ha minado aún más su salud ya precaria.124   

En el pasado, Andrés Andrade enviaba regularmente medicinas para su padre y, en ocasiones, cuando la situación se agravaba, viajaba a Cuba con suficientes medicinas para que duraran por varios meses. De acuerdo con las nuevas restricciones, sólo puede enviar 100 dólares al mes, lo cual, según insiste, no es suficiente para cubrir las necesidades de su padre. Es más, no podrá visitarle de nuevo hasta 2007 y teme que su padre haya muerto para entonces. Dice que las restricciones para viajar le han “afectado mucho emocionalmente”. Su incapacidad para visitar a su familia y ofrecerles un mayor apoyo le ha sembrado un sentimiento de “impotencia”.125 

Al igual que en la fase final de la enfermedad de su madre, Arelis Andrade tiene que asumir toda la carga del cuidado de su padre. 

Actualmente, cuido de mi padre, pero estoy sola… Es una persona muy difícil de cuidar. Es muy obstinado y siempre quiere salirse con la suya… Cuando mi madre murió, le decía: “Pipo, no te preocupes”, pero lloraba… Todavía no se cree que ha muerto y se pone a llorar.126

Dice que, al igual que madre antes de morir, está muy afligido por no poder ver a su hermano. 

Todos los días me dice que está esperando que venga Andrés, porque tiene un regalo para él que le dio mi mamá, y que es una cosa que sólo le puede decir a él. Y le pregunto: “Pipo, ¿qué es lo que tienes que darle, que decirle a Andrés?” Pero sólo me dice que es algo que le tiene que decir en persona. Casi no puede ver y está prácticamente sordo. Está muy flaco. Dice que quiere irse con mi madre, que quiere morir, pero que antes de morir quiere ver a Andrés y darle el regalo que mi madre le dejó. Le rezo a Dios todos los días para que mi padre llegue hasta 2007… Pero ya tiene 82 años y está muy enfermo… A veces, cuando me desespero, me siento sola fuera en el patio y lloro.127 

Leandro Seoane

Los lazos familiares de Leandro Seoane se pusieron a prueba por primera vez cuando tenía 15 años y les dijo a sus padres que era gay. Negándose a aceptarlo, su padre le llevó a un psicólogo y después a un psiquiatra en La Habana. “Cuando el psiquiatra le dijo a mi padre que no iba a cambiar—que él que tenía que cambiar era él—se le rompió el corazón”, recuerda Seoane.128 


Leandro Seoane cuando tenía seis años con su madre en La Habana.
© 1970 Privado

Un año después, Seoane estaba caminando a casa una tarde con un amigos cuando la policía lo detuvo, lo encarceló junto a docenas de otros hombres abiertamente homosexuales, lo maltrató verbalmente, le hizo pasar la noche entre rejas y, antes de ponerle en libertad a la mañana siguiente, le dijo que tenía que elegir entre: salir de Cuba o ir a prisión. 

Era el año de 1980, el barco Mariel estaba en marcha y el gobierno cubano había decidido aprovechar el éxodo para enviar a homosexuales—además de a prostitutas, testigos de Jehová y criminales condenados—fuera del país. Varias semanas después, para cuando Seoane tuvo su entrevista para obtener un permiso de salida, muchas personas ansiosas por salir de la isla habían empezado a alegar, falsamente, que ellos también pertenecían a una de estas categorías perseguidas, provocando que las autoridades estudiaran detenidamente cada petición. 

Aunque sus padres aún no se habían reconciliado totalmente con la idea de su orientación sexual, estaban decididos a ayudar a su hijo a escapar de la persecución—lo que implicaba ayudarle a convencer a las autoridades de que era realmente gay. Así que le acompañaron a la entrevista, para la cual su madre le había puesto maquillaje en la cara y le había prestado sus joyas. 


Seoane en una visita a sus padres en La Habana. “Dios mío, ¿cuándo voy a ver a Leandro?”
dijo su padre cuando supo de las nuevas restricciones. “Desde ahora hasta que venga, no sé lo que puede pasar”.
En seis meses había muerto de cáncer.
© 2003 Privado

Después de una entrevista humillante, Seoane obtuvo autorización y seguidamente viajó con miles de cubanos a Miami. Poco después de instalarse, recibió una carta de su padre sugiriéndole que aprovechara la oportunidad de empezar de nuevo en un país diferente para cambiar su estilo de vida. “Le escribí enseguida”, recordó Seoane. “Y le dije que si volvía a decir algo así, nunca sabría más nada de mí. Ya no sería mi padre”, agregó.129

El padre de Seoane le escribió disculpándose y no volvió a repetir la sugerencia, evitando así una ruptura familiar. Pero siguieron separados, no obstante, por la distancia física y el hecho de que, a lo largo de la década de los ochenta, el gobierno cubano se negó a permitir que los “marielitos” (los cubanos que habían huido en el Mariel) regresaran a Cuba.   

Seoane no tuvo oportunidad de ver de nuevo a sus padres hasta 1989, cuando visitaron Estados Unidos y pudieron verle viviendo con un compañero de hacía años. Dos años después, en 1991, Seoane pudo regresar finalmente a Cuba. Un día estando allí, su familia se sentó con él en el suelo de su casa de La Habana y hablaron de lo que había pasado. “Mi padre me dijo que había estado equivocado, que se había dado cuenta de que su hijo era un verdadero hombre”, recuerda Seoane. “Llegó a decir que se había dado cuenta de que era más valiente que muchos hombres”.130 

Después de ese encuentro, Seoane regresó a Cuba siete u ocho veces para visitar a su familia, hasta su última visita en marzo de 2004. Sus padres anhelaban estas visitas y se sintieron muy afectados cuando entraron en vigor las nuevas restricciones para viajar. La madre de Seoane recordó la reacción de su esposo: “Cuando supo que su hijo no podría venir durante tres años, dijo ‘Dios mío, ¿cuándo voy a ver a Leandro? Desde ahora hasta que venga, no sé lo que puede pasar’. Ves, predijo que no iba a verle nunca más”, agregó.131

En agosto de 2004, le diagnosticaron un cáncer de garganta al padre de Seoane, que en ese entonces tenía 83 años. En las semanas siguientes su salud se deterioró rápidamente. “Si hubiera podido viajar entonces lo habría hecho”, señaló Seoane. “Habría pasado tiempo con él. Sé que habría estado mejor”, agregó.132 Pero al no poder viajar, llamó a Cuba sin cesar y acumuló facturas de teléfono de hasta 600 dólares.

El padre de Seoane murió el 14 de noviembre. Su madre describió la tristeza que le afligió durante sus últimas semanas: “Estaba esperando realmente que Leandro viniera a verle. No creo que hubiera muerto tan rápido si Leandro hubiera podido venir”. Y recordó la reacción de Seoane cuando se enteró: “Mi hijo estaba desesperado porque no pudo venir”, dijo. “No sabía qué hacer… Me llamaba todos los días, preguntándome cómo estaba y, el pobre, se gastó mucho dinero llamándome”.133

Seoane sigue dolido por no haber podido estar con su familia durante la enfermedad y el funeral de su padre. “Aquí en este país hablan tanto de los valores familiares”, dijo. “¿Pero qué puede ser más valioso que reunir a una familia?”, se preguntó.134 

Carlos Lazo

Después de siete meses como médico de campaña en Irak, no había nada que quisiera más el sargento del Ejército de Estados Unidos Carlos Lazo que ver a sus hijos adolescentes en La Habana durante su permiso de dos semanas. Pronto estaría de vuelta en el frente y, después de haber presenciado personalmente la carnicería, se dio cuenta de que había una posibilidad de que nunca volviera a verlos.135 

Pero cuando llegó a Miami en junio de 2004, se quedó perplejo al enterarse de que no podría viajar a Cuba debido a las nuevas restricciones. Dijo: “El gobierno que confió en mí durante la batalla en Irak no confía en mí para visitar a mis hijos en Cuba”.136

Lazo había salido de Cuba en una balsa en 1992, “por las mismas razones que los inmigrantes siempre han venido a estas costas: para probar la libertad, aprovechar las oportunidades económicas y construir una vida mejor para las personas queridas”.137

Regresó a la escuela para obtener un certificado en orientación psicológica, se trasladó a Seattle donde obtuvo un empleo trabajando con personas discapacitadas y, a los 35 años, se alistó en la Guardia Nacional de Washington. 

Aunque había obtenido la ciudadanía estadounidense, mantuvo estrechos lazos con su familia en Cuba, enviando dinero todos los meses a sus hijos y otros familiares, y visitándoles una vez al año—e incluso con más frecuencia cuando su padre se enfermó. Su última visita fue en abril de 2003. 

Después de tener que regresar a Irak sin ver a su familia en Cuba, el sargento Lazo presenciaría pronto algunos de los combates más duros de la guerra mientras prestaba apoyo a los marines durante la batalla de Falluya, en noviembre de 2004. 

Al final de su período de servicio y a salvo en Estados Unidos, ya no tiene miedo de morir sin ver a su familia en Cuba una vez más. Sin embargo, las restricciones sobre viajes siguen afectándole mucho. “No puedo ayudar a mis hijos”, dijo a Human Rights Watch. “No puedo darles calor humano. No puedo cumplir mi obligación como padre. No puedo enviar dinero a mis tíos porque ya no forman parte de mi familia”, agregó.138


El Sargento Carlos Lazo en Irak con fotos de sus hijos adolescentes a los que no pudo visitar durante su permiso.
“El gobierno que confió en mí durante la batalla en Irak no confía en mí para visitar a mis hijos en Cuba”, dijo quejándose.
© 2004 Privado

La separación también afectó a sus hijos. “Tres años es demasiado tiempo”, dijo su hijo de 18 años a un reportero de NBC News. “Le echo de menos cuando estoy solo. Cuando no tengo nadie con quien hablar. Cuando estoy con mis amigos. Cuando mis amigos están hablando de sus padres. Hay un vacío porque no está conmigo”, agregó.139

Al mantenerle alejado de sus hijos, las restricciones para viajar le han creado un fuerte dilema al sargento Lazo. Está muy orgulloso de su servicio en el ejército de Estados Unidos y preocupado de que, si llegara a violar la prohibición sobre los viajes, podría poner en peligro su carrera militar. “Siempre creo en cumplir con mi deber”, dijo en un encuentro público en Washington, D.C. “Cumplí con mi deber en Irak, incluso cuando implicó poder perder la vida. Pero creo que también necesito cumplir con mi deber como padre”, agregó.140

Milay Torres

Milay Torres, de 17 años, emigró a Estados Unidos en 2000 para vivir con su padre, dejando a su madre, hermanos, primos, abuelos y tíos en Cuba. Pasaron tres años hasta que su padre pudo ahorrar suficiente dinero en 2003 para que regresara a la isla para una visita muy emotiva. Como contó a Human Rights Watch, estaba “muy entusiasmada” con la idea de regresar nuevamente durante sus vacaciones de verano en 2004.141   

Las noticias sobre las restricciones fueron un duro golpe para ella. Dijo que, cuando supo que no podría viajar, se quedó “muy deprimida, se volvió rebelde y dejó de ir a la escuela”.142  

Las consecuencias para la madre parece que fueron aún más duras. Mirladi Arias, de 40 años, que sufre diabetes y problemas de nervios, dijo a Human Rights Watch que el no poder ver a su hija ha tenido un profundo impacto psicológico en ella. 

Cuando salió de Cuba, empecé a sufrir más ataques de ansiedad. Cuando supe [de las restricciones para viajar] mi ansiedad empeoró. Estoy viendo psicólogos y psiquiatras, y cuando tengo estos ataques, me voy al hospital y me inyectan sedantes y me mandan a casa… Lo que me pasa con estas crisis nerviosas es que me pongo muy triste y empiezo a gritar y a llorar y rompo lo que tengo en las manos… Cuando vea las cosas que están pasando aquí, con las restricciones de los viajes… mi condición empeora, porque estoy esperando que venga, pero no viene… A veces le digo a la gente que daría mi vida por poder ver a mi hija sólo cinco minutos.143

Amparo Álvarez

Amparo Álvarez”, de 69 años, emigró a Estados Unidos en 1993 en busca de un tratamiento médico del que no disponía en Cuba. Eventualmente obtuvo la nacionalidad, se jubiló y actualmente recibe una pensión por discapacidad del gobierno. Está angustiada porque ya no podrá visitar a su hija y a sus nietos, como había estado haciendo una vez al año antes de que entraran en vigor las nuevas restricciones.144 

Una de las razones por las que quiere viajar ahora es para ayudar a su hija de 41 años, a la que le han dicho que necesita hacerse una histerectomía lo antes posible, pero no tiene a nadie que pueda cuidar de sus dos hijos mientras esté hospitalizada y se recupere. 

Otra de las razones es que ella misma está muy mal de salud: sufre presión alta, osteoartritis degenerativa y problemas graves de riñón que podrían exigir una intervención quirúrgica. Cree que visitar a su familia puede darle la fuerza emocional para enfrentarse a sus enfermedades. “Es como una persona muy enferma que recibe una transfusión de sangre y, como consecuencia, vuelve a la vida. Así es para mí, verla, es como si me inyectaran vida”, dijo.145

Pero tiene miedo de no vivir para ver de nuevo a su familia. Dado que su última visita fue en mayo de 2004, tendrá que esperar hasta 2007 para obtener un nuevo permiso para viajar. “Ya tengo 70 años”, dijo a Human Rights watch. “Ya me ‘toca’ como quien dice. Mi prioridad ahora es ver a mi hija… No me queda mucho tiempo, así que tengo que hacer todo los posible para verla”, señaló.146  

A pesar de su deseo de viajar, dice que no está dispuesta a esquivar las restricciones para viajar: “No me gusta hacer nada ilegal. Siempre he respetado las leyes de este país”. Pero confesó que se siente dividida entre su obligación para con su familia y su obligación como ciudadana estadounidense respetuosa de la ley: 

Estoy muy agradecida a este país. Este país me dio refugio, trabajé y pudo retirarme y tengo una pensión, y esto es algo por lo que estoy agradecida. Pero me siento extremadamente afectada, porque lo que más quiero es poder ver a mi hija y a mis dos nietos. 147

Nohelia Guerrero

Nohelia Guerrero”, una empresaria de 46 años, salió de Cuba en 1992, y había regresado tres veces antes de la imposición de las restricciones. Su última visita fue en junio de 2004. Su madre de 65 años tiene Alzheimer en fase avanzada y necesita atención las 24 horas. Guerrero paga a una enfermera para que la cuide. Cuando hospitalizaron a su madre en febrero de 2005, Nohelia decidió visitarla, eludiendo las restricciones y viajando a través de un tercer país.148

Guerrero dijo que, con las nuevas restricciones sobre las remesas, no puede enviar suficiente dinero para cubrir el costo de las necesidades más básicas de su madre: alimentos, pañales y los salarios de la enfermera. En el pasado, era fácil enviar dinero con amigos y conocidos que viajaban, pero ahora viajan menos personas. Un efecto colateral de las restricciones ha sido que las compañías de mensajería se han visto obligadas a subir sus precios (un 50 por ciento en la compañía que ella usaba regularmente), ya que las propias compañías tienen más dificultades en encontrar a personas a quienes les puedan pagar para que lleven los paquetes.

Dijo a Human Rights Watch que las restricciones la han perjudicado en varios aspectos. Uno de los aspectos es el emocional: “No poder visitar a una madre que se está muriendo me afecta a diario porque te sientes impotente”.149 

Las restricciones también la han perjudicado a nivel económico. “Estoy perdiendo mucho dinero”, dijo. Cuando viajó para visitar a su madre hospitalizada, el precio del boleto era mucho más caro que si hubiera volado directamente a Cuba, dijo, “y esto significa menos dinero para mi familia”.150 Además, “siempre tienes ese miedo terrible a que te agarren y tengas que pagar 7.000 dólares, que no tengo”, agregó.151 

Según ella, una tercera manera en que le han afectado las restricciones es poniéndola en una situación en la que se sintió obligada a infringir la ley. “Nunca he tenido problemas con la ley. Y tengo mucho respeto por las leyes de Estados Unidos. Pero he tenido que violarlas por un problema humanitario—mi madre”.152 

Finalmente, las restricciones le han originado un sentimiento de traición al país adoptivo cuyos valores había adoptado. “Vine a este país por la libertad y ahora me la están quitando”, dijo.153

La repercusión de las restricciones de Estados Unidos sobre los viajes

Separación familiar

En su defensa de las nuevas restricciones para viajar, el gobierno de Bush ha pasado por alto la importancia que para muchos cubanos tienen las visitas a sus familias en Cuba. Por ejemplo, Dan Fisk, Adjunto al Asistente para Asuntos del Hemisferio Occidental de la Secretaría de Estado, ha declarado que, antes de las nuevas restricciones, “los cubanos habían establecido, en efecto, un puente aéreo con la isla—viviendo y trabajando la mitad del tiempo aquí y viviendo y de vacaciones la otra mitad del tiempo allá—al mismo tiempo que servían de conducto de moneda fuerte para el régimen”.154

El derecho de regresar al país de origen no está condicionado por el propósito del viaje, por lo que el hecho de que muchos cubanos puedan simplemente pasar sus “vacaciones” en Cuba es completamente irrelevante. Pero como ilustran los siete casos anteriores, este derecho sirve para proteger mucho más que los viajes de placer. Este derecho puede también ser fundamental para permitir que los emigrantes mantengan una conexión con algunas de las personas que más aprecian en sus vidas—sus familias. 

Es indudablemente cierto que muchos cubanos, entre ellos algunos de los entrevistados, viajaban regularmente a Cuba en sus vacaciones y en ocasiones especiales. “Saray Gómez”, por ejemplo, una maestra de escuela de 62 años que salió de Cuba en 1970, viajaba a Cuba tres veces al año—para el cumpleaños de su padre en marzo, el de su madre en agosto y en navidad. Sin embargo, tanto ella como muchos de los cubanos a los que entrevistamos se irritaban ante la sugerencia de que sólo viajaban a Cuba por placer. “Mi familia es lo más importante para mí”, dijo.155

“No me voy a Cuba de vacaciones”, insistió “Isabella González”, de 76 años, que solía visitar Cuba una vez al año hasta que entraron en vigor las nuevas regulaciones. “Voy porque tengo que ver a mis hermanas. La familia es lo más importante que tienes”. A final de cuentas, dijo, “es lo único que tienes”.156

Aunque muchos de los entrevistados remarcaron su oposición al gobierno cubano, también insistieron en que sus opiniones políticas no afectaban sus relaciones familiares. “Gregorio Torres”, que dejó a sus padres, hermanos y dos hijos cuando emigró con su esposa y su hijastra en 2000, dijo a Human Rights Watch: “Puedes oponerte al régimen, a las políticas. Pero nunca te vas a oponer a tu familia”.157 

Familiares enfermos

Los viajes por motivos familiares se vuelven especialmente importantes cuando los familiares que viven en Cuba están enfermos. Las regulaciones anteriores reconocían este hecho permitiendo que los cubanos obtuvieran permisos especiales para visitar a familiares en Cuba por razones “humanitarias”. Las regulaciones actuales eliminan esta excepción. 

El gobierno de Bush ha insistido en que los cubanos seguirán pudiendo visitar a sus familiares enfermos, sólo que con menos frecuencia. “Una persona puede decidir cuándo quiere viajar una vez cada tres años y la decisión depende de ella. Así que si tienen un familiar muriéndose, tienen que decidir cuándo quieren viajar”, ha dicho Fisk.158  

Pero ésta no es una opción para personas con familiares en mal estado de salud, e incluso lo es menos para los que tienen varios familiares enfermos. “Saray Gómez”, por ejemplo, visitó a su familia antes de la muerte de su padre en enero de 2004, y como consecuencia ahora no puede visitar a su madre que también está gravemente enferma.159  

Tampoco es una alternativa para muchas de las personas a las que entrevistamos que viajaron el año pasado y que por lo tanto tienen que esperar hasta 2007. “Nelson Espinoza”, por ejemplo, señaló: “No puedo esperar tres años para ver a mi hermana, que está en un estado muy delicado, porque no sé lo que va a pasar”.160  Asimismo, “Lorena Vásquez”, que visitó Cuba en 2004, está muy preocupada por su hermana que padece cáncer: “Es como si no la fuera a ver más. No va a durar tres años”.161

Es más, la cuestión para muchos no es tanto despedirse de un familiar sino ayudarle a vivir. Un objetivo principal de las visitas a familiares, como pudimos ver en el caso de Marisela Romero, es llevar dinero y medicinas. Aunque todavía se pueden enviar remesas y suministros mediante empresas de mensajería, un efecto colateral de las restricciones para viajar, según comentan varias personas, es que ahora es más difícil enviar las remesas. “Sandra Sánchez”, ha estado enviando medicinas a su padre, que tiene cáncer, todos los meses, pero toma más tiempo que lleguen las medicinas porque ha disminuido el número de personas que viajan a la isla.162 

De manera similar, Ivonne Acanda, que lleva varios años enviando medicinas a familiares, dice que la empresa de mensajería que utilizaba en el pasado tuvo que cerrar debido a las restricciones para viajar.  “Ahora no conozco a nadie que vaya a Cuba, y no puedes arriesgarte a enviar estas medicinas que son tan importantes con alguien a quien no conozcas muy bien”, señaló.  En octubre de 2004, envió de hecho medicinas con una mujer que iba a viajar.

Me arriesgué con esa señora, y gracias a Dios se portó muy bien y llevó las medicinas directamente hasta la puerta de mi sobrino. Pero en otras ocasiones, puedes encontrar a gente que no te hace el favor y es difícil pedirle a alguien que no conoces que lleve medicinas a Cuba.163

Varias personas insistieron que, incluso cuando es posible enviar dinero y medicinas, atender a familiares enfermos implica más que simplemente cubrir los gastos.  María Lemos, por ejemplo, ha estado ayudando a cuidar a su madre de 82 años en Cuba, que está muy mal de salud: sufre de dolores crónicos, está confinada en una silla de ruedas y padece una úlcera y artritis severa. Antes de las restricciones, solía visitarla una o dos veces al año, pero dado que su última visita fue en mayo de 2004, tiene prohibido regresar a Cuba hasta 2007. Todavía puede enviar dinero y medicinas a Cuba. Pero está convencida de que su madre necesita más que eso para soportar sus males. 

Dicen que no importa realmente [si puedes viajar] porque todavía puedes enviar medicina y dinero. Pero no sólo se trata de medicina y dinero, también es cuestión de poder tocarla y verla. En otras palabras, el calor humano. Cada vez que voy allí es como si le diera una inyección de felicidad. Le hace querer seguir viviendo.164


María Lemos con su madre enferma.
“Cada vez que voy allí es como si le diera una inyección de felicidad”, dijo.
“Le hace querer seguir viviendo”.
© 2002 Privado

De manera similar, Saray Gómez afirma que un psiquiatra que está tratando a su madre por un problema de nervios le dijo que debía visitarla lo más posible, ya que la enfermedad de su madre empeora cuando no está ella.165

Según Arlene García, sus viajes frecuentes a Cuba antes de las restricciones tenían una importancia crucial para su hermana y su cuñado, quienes cuidan solos de un padre que está luchando contra el cáncer  y de una tía que quedó parcialmente paralizada por un ataque: “Cuándo voy es el único tiempo de vacaciones que tienen”, dijo García, y agregó que sus viajes eran aún más importantes para sus familiares enfermos: “Es la mejor medicina que reciben. Es impresionante cómo la presencia de una persona puede reducir a veces los problemas que tienen, aunque sólo sea un poco”.166

Aunque los cubanos en Estados Unidos pueden todavía comunicarse directamente por teléfono con sus familiares en Cuba, las llamadas a la isla son extremadamente caras (debido al embargo), y no compensan la falta de calor humano. A veces la comunicación por teléfono ni siquiera es una alternativa. “Johana Suárez”, de 64 años, había estado viajando todos los años en navidad a la isla para ver a su madre, que tienen 88 años y está enferma y sola. Al no poder viajar debido a las restricciones, intentó llamar a su madre en la navidad de 2004. Pero la capacidad para hablar de su madre se había deteriorado hasta tal punto que cuando la puso al teléfono y le dijo “soy yo, tu hija” hubo un silencio total al otro lado.167 

Las visitas también ofrecen un descanso importante para los familiares en Cuba que están cuidando a un enfermo, como en los casos anteriormente mencionados de Marisela Romero y Andrés Andrade.  Santiago Hernández, por ejemplo, está ansioso por darle un respiro a su hermana de 66 años que cuida de su madre de 96 años en Cuba. La madre tiene cáncer y, según dice, su hermana está agotada de cargar con toda la responsabilidad de cuidarla. Actualmente, no tiene otros familiares en Cuba que puedan ayudarle.168

Cecilia Espinoza”, que tiene 74 años, vive en Cuba y padece de diabetes, expresó su consternación de que su hermano en Miami no pudiera visitarla hasta 2007:

Mi otro hermano ya ha muerto. Mi esposo también murió. No tengo hijos, ni tíos o tías. Estoy sola.  [Las restricciones para viajar] me han afectado porque aquí no hay medicinas. Ya casi no puedo ver. Me duelen las piernas. Cuando [él solía visitar]…, compraba cosas para la casa, me sacaba a comer, me compraba ropa, zapatos y me dejaba dinero. Pero ya no. Ahora no puede venir. Estoy sola, y ¿quién me va ayudar? No tengo esperanza.169

Redefinición de la familia

Para los que no tienen familiares que encajen en la definición de “familiar cercano”, viajar no es una opción. El gobierno ha defendido esta restricción subestimando su impacto. “¿Qué se supone que tenemos que decirles?”, preguntó Roger Noriega, quien en ese entonces era Asistente para Asuntos del Hemisferio Occidental de la Secretaría de Estado, a un periodista. “¿Vamos a continuar permitiendo que este dinero se amontone en las arcas de un régimen que los va a mantener encadenados bajo una dictadura porque queremos preservar el derecho de las personas a visitar a sus tías?”, agregó.170

Pero para muchas personas con las que Human Rights Watch habló las consecuencias pueden ser bastante significativas. Saray Gómez, por ejemplo, está preocupada de que, si su madre enferma muere, no podrá obtener permiso para visitar a su tía de 75 años, que también se encuentra muy mal de salud. “Aparentemente para él [Presidente Bush], las tías y los tíos no son familia. [Pero] la quiero como si fuera mi madre. Ayudó a criarme. No tuvo hijos. Eramos sus hijos”, dijo.171

Otras personas también dijeron que sus tías o tíos habían tenido un papel tan importante en su crecimiento que eran, de hecho, como padres para ellos. Por ejemplo, Luisa Rimblás, de 57 años, que salió de Cuba en 1970, había viajado varias veces a Cuba para visitar a su madre enferma y a sus seis tías, que, según dice, la criaron, ya que su madre trabajaba como maestra en el campo y estaba frecuentemente fuera de casa. Rimblás está preocupada de que, si su madre muere, no le permitirán visitar a sus tías. “No es justo que me digan que no puedo ir a ver a mis tías, que son como madres para mí… que me digan que mis tías no son importantes”, señaló.172

“Mario Fuentes”, de 62 años, que salió de Cuba en 1971, perdió a su tío abuelo en enero de 2005, un hombre que, según dice, era como un padre para su madre, a la que crió cuando se quedó huérfana. “Y para mi era como un padre o un  abuelo, la persona a quien admiraba más que a nadie”.173

Los vínculos con los tíos y las tías puede ser especialmente grande después de la muerte de los padres. “Irene Espinoza”, de 32 años, que vive en Cuba y perdió a su padre por un cáncer en septiembre de 2003 y a su madre en 2000, describió la importancia que tuvo para ella ver a su tío, que no puede viajar a Cuba hasta 2007: “Imagínese, primero muere mi mamá y después muere mi papá. Y tengo una hija y soy madre soltera. Y mi tío, que es como decir mi padre, es el que cuida de mi tía y de mí. Realmente necesito su apoyo”.174 

Además de los tíos y las tías, varias personas que entrevistamos nos hablaron de otros familiares cercanos que no entran dentro de esta categoría de acuerdo con las nuevas restricciones.  Ignacio Menéndez, de 55 años, vino a Estados Unidos en el Mariel en 1980, junto con su esposa, que tuvo que dejar a tres hijos de su primer matrimonio porque su padre no los dejó salir. Menéndez dice que tenía una relación muy estrecha con los tres niños y que le ven como su “verdadero padre”. Desde los noventa, él y su esposa han visitado Cuba una vez al año, pero ya no podrán realizar un viaje por motivos familiares hasta 2007. Él está especialmente preocupado por su hijastra de 33 años, a la que el año pasado le diagnosticaron un linfoma y cuya recuperación, después de cuatro operaciones, está lejos de estar garantizada.175 

Ivonne Acanda ya no tiene familiares en Cuba que encajen dentro de la definición de “familiar cercano” del gobierno de Bush, pero tiene numerosos tíos, primos y sobrinos, así como familiares de su esposo, a los que considera parte de su familia. Uno de ellos es el sobrino de su esposo, ahora un veinteañero, que fue arrollado por un tren en 2002, lo que le provocó la pérdida de una pierna y graves daños en la otra. Desde el accidente, ha viajado tres veces a Cuba llevándole medicinas, y ha enviado medicamentos por mensajería cuando no podía viajar. Está ansiosa por viajar para poder llevarle una silla de ruedas y visitar a sus otros familiares que no forman parte de su “familia cercana”, porque, como dice: “La sangre es algo que te tira”.176 

Lealtades divididas

Frente a estas restricciones, muchos cubanos se han sentido obligados a violar las leyes, ya sea ofreciendo información falsa para obtener un permiso de viaje, o viajando a través de un tercer país sin notificarlo a las autoridades. Al parecer, el medio más usual para eludir las restricciones es inscribirse en una de las iglesias que tienen permisos especiales como organizaciones religiosas. Estos permisos están destinados a delegaciones religiosas que realizan trabajos en Cuba. Sin embargo, varias personas con las que hablamos dijeron que las iglesias les habían permitido, mediante el pago de una considerable tarifa, participar en una delegación y pasar tiempo en Cuba con sus familias. 

Es posible que declararse miembros de una iglesia haya incomodado a alguna de estas personas, pero sintieron que la necesidad de ver a familiares lo justificaba. Saray Gómez, por ejemplo, ex líder católica en Cuba, se inscribió en una delegación de santería después que su padre sufriera un ataque al corazón en diciembre.177  (Irónicamente, Gómez abandonó la isla en 1970, en parte, según dice, porque el gobierno no le permitía practicar su religión.) 

Muchas otras personas dijeron a Human Rights Watch que no estaban dispuestos a violar las restricciones.  Por ejemplo, Jorge F. Rodríguez, de 46 años, que ansía poder visitar a su madre anciana y a su hermana que ha sido hospitalizada con una enfermedad grave, se niega a considerar un viaje con un permiso religioso obtenido fraudulentamente. “Quiero a este país. Llevo 26 años en este país. Tengo dos hijas que nacieron aquí… Y no quiero ningún problema con la ley en este país”, dijo.178

“Isabella González” expresó una mezcla similar de respeto por las leyes de Estados Unidos y temor a las consecuencias de violarlas. Antes de las nuevas restricciones, solía visitar Cuba una vez al año y espera ansiosamente poder ver a su hermana y a su hermanastra, que están gravemente enfermas, pero no si implica hacer algo ilegal.

Soy estadounidense y amo este país. Respeto las leyes de este país. Y doy gracias a Dios y a este país por todo lo que he tenido, por la oportunidad de trabajar y recibir una pensión. Quiero ver a mis hermanas por encima de todo porque se encuentran muy mal de salud. Pero no quiero perder lo que tengo aquí.179

Otros se sentían igualmente divididos entre la obligación para con sus familias y su obligación como ciudadanos.  María Lemos, por ejemplo, dijo que no está dispuesta a eludir las restricciones, y explicó que “nunca he hecho nada fuera de la ley y no quiero hacerlo”. Pero dice que el hecho de no poder visitar a su madre hasta 2007 le ha causado un gran impacto emocional. “Sólo pensar en ello me hace querer llorar. Tengo una mamá que está enferma y anciana y no sé lo que podría pasar en tres años… No entiendo por qué, por problemas políticos entre gobiernos, no puedo ir a ver a mi madre”, dijo.180

Ignacio Menéndez resumió su conflicto interno de este modo: “Somos ciudadanos de Estados Unidos y necesitamos cumplir las leyes. Pero tengo derecho a visitar Cuba. Cuba es mi país. Mi patria”.181  

Libertad restringida

Como ocurre con el embargo, el gobierno de Bush justifica las restricciones para viajar como una respuesta al historial de derechos humanos de Castro.  “Puede que a las personas no les parezca justo”, dijo Noriega, quien entonces era Asistente de la Secretaría de Estado.  “El problema de la situación cubana no es que las familias estén divididas. El problema es que la mitad de la familia vive en una dictadura”, agregó.182

Muchas de las personas entrevistadas para este informe comparten la opinión crítica del gobierno de Estados Unidos sobre el historial  de Castro en materia de derechos humanos. Algunos dijeron que ellos mismos habían sido víctimas de la persecución política en Cuba. Unos cuantos incluso defendieron el embargo. Pero todos se opusieron a las restricciones para viajar por motivos de familia. Y, de hecho, varios dijeron que les recordaba precisamente al tipo de política de la que esperaban escapar cuando emigraron.

“También odiamos al gobierno cubano”, dijo Alejandro López, un artista de 41 años que había sido amenazado con la cárcel por que su trabajo fue malinterpretado como religioso por las autoridades. “Estoy aquí porque quiero ser libre. Pero ahora el gobierno de Estados Unidos quiere tratarme como lo haría el gobierno cubano”, agregó.183

“Entendería que [una política así] ocurriera en Cuba”, dijo Beatriz Niz Gallardo, que salió de Cuba en 1983, “pero no aquí en el país más democrático del mundo”.184 

Lourdes Arteaga, que salió de Cuba en gran parte porque “estaba cansada de la represión”, dijo: “Aquí están haciendo lo mismo que hace Fidel. Allá no te dejan salir, y aquí no te dejan ir a visitar a su familia”. 185

Para Arlene García, cuyo padre está luchando contra el cáncer en Cuba, las restricciones son un amargo recuerdo del tipo de política de la que sus padres querían que escapara cuando organizaron su emigración siendo una adolescente, hace 30 años:

“Mis padres hicieron un gran sacrificio enviándome a mí, su hija mayor, fuera del país para que pudiera ser libre. Ahora no puedo visitar ni ayudar a mi padre, que hizo ese enorme sacrificio para mí. Ahora soy ciudadana estadounidense y creo que es una vergüenza que nuestro país tenga una ley así.186

Después de insistir en que no violaría las restricciones para viajar, Jorge F. Rodríguez agregó:

Me siento muy mal porque eso fue precisamente por lo que vine a este país. Salí de Cuba porque no tenía libertad de expresión… Llego aquí y este es un país libre, donde tengo toda la libertad para expresarme. Pero creo que no pueden quitarte el derecho a viajar libremente, especialmente cuando viajas a un país a visitar a tu familia, y especialmente cuando un familiar está enfermo. Para un país que proclama los derechos humanos, está mal establecer restricciones como éstas.187

Al igual que Rodríguez, muchos otros han cuestionado lo que consideraron un doble estándar en materia de derechos humanos en la política del gobierno con respecto a Cuba. Saray Gómez, por ejemplo, dijo: “No entiendo como un país que habla sobre los derechos humanos puede hacer algo así”.188


Arlene García en una visita a su sobrina y su padre, que hizo un “gran sacrificio” enviándola fuera Cuba cuando era una adolescente.
Ahora él está luchando contra el cáncer y ella no puede visitarlo.
© 2004 Privado

“Vinimos aquí pensando que este era el país de la libertad”, dijo Ignacio Menéndez.  “Dices que eres el país de la libertad, el país de los derechos humanos, cuando estás violando los derechos humanos de los cubanos”, agregó.189



[97] Para una discusión sobre la ineficacia del embargo y su impacto negativo sobre los derechos humanos, véase “Cuba: Human Rights and U.S. Policy”, declaración de Tom Malinowski, Director de Campañas en Washington, Human Rights Watch, ante el Comité de Finanzas del Senado, 4 de septiembre de 2003; Comunicado de prensa de Human Rights Watch, “Time to End the U.S. Embargo on Cuba”, 17 de mayo de 2002. Disponible en: http://hrw.org/english/docs/2002/05/17/cuba3982.htm.

[98] United States v. Laub, 385 U.S. 475 (1967).

[99] Mark P. Sullivan, “Cuba; U.S. Restrictions on Travel and Remittances”, Congressional Research Service Report for Congress, 10 de mayo de 2005.

[100] Ibíd.

[101] 31 CFR 515.561(d)(2003).

[102] Commission for Assistance to a Free Cuba, “Report to the President”, mayo de 2004, p. 38.  

[103] Ibíd., p. 34.

[104] Ibíd., p. 36.

[105] Ibíd., p. 38.

[106] 31 CFR 515.561(a).

[107] 31 CFR 515.561(c).

[108] 15 CFR 740.12(a)(2)(v)(A).

[109] 68 CFR 4422 at 4429.

[110] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con el director de una agencias de viajes, Miami, Florida, 1 de febrero de 2005.

[111] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Marisela Romero, Miami, Florida, 9 de marzo de 2005.

[112] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Marisol Claraco, La Habana, Cuba, 25 de febrero de 2005.

[113] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Marisela Romero, Miami, Florida, 9 de marzo de 2005.

[114] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Marisol Claraco, La Habana, Cuba, 25 de febrero de 2005.

[115] Ibíd.

[116] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Marisela Romero, Miami, Florida, 9 de marzo de 2005.

[117] Ibíd.

[118] Ibíd.

[119] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Andrés Andrade, Union City, New Jersey, 12 de febrero de 2005.

[120] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Arelis Andrade, La Habana, Cuba, 29 de febrero de 2005.

[121] Ibíd. 

[122] Ibíd.

[123] Ibíd. 

[124] Ibíd. 

[125] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Andrés Andrade, Union City, New Jersey, 12 de febrero de 2005.

[126] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Arelis Andrade, La Habana, Cuba, 29 de febrero de 2005.

[127] Ibíd.

[128] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Leandro Seoane, Miami, Florida, 3 de marzo de 2005.

[129] Ibíd.

[130] Ibíd.

[131] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con la madre de Leandro Seoane, La Habana, Cuba, 4 de marzo de 2005.

[132] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Leandro Seoane, Miami, Florida, 3 de marzo de 2005.

[133] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con la madre de Leandro Seoane, La Habana, Cuba, 4 de marzo de 2005.

[134] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Leandro Seoane, Miami, Florida, 3 de marzo de 2005.

[135] Declaración de Carlos Lazo, “Cuba Action Day”, Washington, D.C., 27 de abril de 2005; entrevista telefónica de Human  Rights Watch con Carlos Lazo, Seattle, Washington, 20 de mayo de 2005.

[136] Carlos Lazo, “Trusted in Iraq, Barred From Cuba”, Los Angeles Times, 26 de abril de 2005.

[137] Ibíd.

[138] Entrevista telefónica de Human  Rights Watch con Carlos Lazo, Seattle, Washington, 20 de mayo de 2005.

[139] Mary Murray, “Cuban teens want to see their U.S. soldier dad,” NBC News, 25 de octubre de 2004, http://www.msnbc.msn.com/id/6327065/ (consultado el 26 de septiembre de 2005).

[140] Declaración de Carlos Lazo, “Cuba Action Day”, Washington, D.C., 27 de abril de 2005. 

[141] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Milay Torres, Miami, Florida, 18 de febrero de 2005.

[142] Ibíd.

[143] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Mirladi Arias, La Habana, Cuba, 4 de marzo de 2005.

[144] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con “Amparo Álvarez” (no su nombre real), Miami, Florida, 14 de febrero de 2005.

[145] Ibíd.

[146] Ibíd.

[147] Ibíd.

[148] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Nohelia Guerrero” (no su nombre real), Miami, Florida, 28 de febrero de 2005.

[149] Ibíd.

[150] Ibíd.

[151] Ibíd.

[152] Ibíd.

[153] Ibíd.

[154] Michael Braga, “Cuban-American votes aren’t a lock for the GOP this year; It appears some Bush administration policies have backfired”, Sarasota Herald-Tribune, 30 de octubre de 2004.

[155]  Entrevista telefónica de Human Rights Watch con “Saray Gómez” (no su nombre real), Miami, Florida, 14 de febrero de 2005.

[156] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Isabella González” (no su nombre real), Miami, Florida, 4 de febrero de 2005.

[157] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Gregorio Torres” (no su nombre real), Miami, Florida, 2 de marzo de 2005.

[158] Eliza Barclay, “Analysis: Cuba restrictions delayed”, Washington Times, 3 de junio de 2004. 

[159]  Entrevista telefónica de Human Rights Watch con “Saray Gómez” (no su nombre real), Miami, Florida, 14 de febrero de 2005.

[160] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con “Nelson Espinoza” (no su nombre real), Union City, New Jersey, 23 de febrero de 2005.

[161] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con ”Lorena Vásquez” (no su nombre real), Miami, Florida, 4 de febrero de 2005.

[162] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con “Sandra Sánchez” (no su nombre real), Miami, 7 de febrero de 2005.

[163] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Ivonne Acanda, Union City, New Jersey, 23 de febrero de 2005.

[164] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con María Lemos, Miami, Florida, 18 de febrero de 2005.

[165]  Entrevista telefónica de Human Rights Watch con ”Saray Gómez” (no su nombre real), Miami, Florida, 14 de febrero de 2005.

[166] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Arlene García, Miami, Florida, 12 de mayo de 2005.

[167] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con “Johana Suárez” (no su nombre real), Miami, Florida, 31 de enero de 2005.

[168] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Santiago Hernández, Miami, Florida, 26 de enero de 2005.

[169] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con “Cecilia Espinoza” (no su nombre real), La Habana, 4 de marzo de 2005.

[170] Dateline NBC, 1 de agosto de 2004. 

[171] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con “Saray Gómez” (no su nombre real), Miami, Florida, 14 de febrero de 2005.

[172] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Luisa Rimblás, Miami, Florida, 14 de febrero de 2005.

[173] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con “Mario Fuentes” (no su nombre real), Miami, Florida, 25 de enero de 2005.

[174] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con “Irene Espinoza” (no su nombre real), La Habana, Cuba, 4 de marzo de 2005.

[175] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Ignacio Menéndez, Miami, Florida, 4 de febrero de 2005.

[176] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Ivonne Acanda, Union City, New Jersey, 23 de febrero de 2005.

[177] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con “Saray Gómez” (no su nombre real), Miami, Florida, 14 de febrero de 2005.

[178] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Jorge Rodríguez, Hollywood, Florida, 25 de febrero de 2005.

[179] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con “Isabella González” (no su nombre real), Miami, Florida, 4 de febrero de 2005.

[180] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con María Lemos, Miami, Florida, 18 de febrero de 2005.

[181] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Ignacio Menéndez, Miami, Florida, 4 de febrero de 2005.

[182] Dateline NBC, 1 de agosto de 2004.

[183] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Alejandro López, New York, New York, 2 de febrero de 2005.

[184] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Beatriz Niz Gallardo, Miami, Florida, 4 de marzo de 2005.

[185] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Lourdes Arteaga, 16 de febrero de 2005.

[186] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Arlene García, Miami, Florida, 19 de septiembre de 2005.

[187] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Jorge Rodríguez, Hollywood, Florida, 25 de febrero de 2005.

[188] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con “Saray Gómez” (no su nombre real), Miami, Florida, 14 de febrero de 2005.

[189] Entrevista telefónica de Human Rights Watch con Ignacio Menéndez, Miami, Florida, 4 de febrero de 2005.


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