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Unos niños juegan en la Escuela Primaria y Secundaria LEA de Kuriga dos días después del secuestro de 287 estudiantes, Kuriga, estado de Kaduna, Nigeria, 9 de marzo de 2024.  © 2024 Sunday Alamba/AP Photo

Las bandas de delincuentes y la insurgencia asolan el norte de Nigeria de este a oeste, y una nueva oleada de secuestros masivos parece demostrar que las autoridades son incapaces de proteger a la población.

Ayer mismo se denunció el secuestro de más de 87 personas en la comunidad de Kajuru, en el estado de Kaduna.

El 9 de marzo, grupos de delincuentes conocidos como "bandidos" atacaron un internado de la aldea de Gidan Bakuso, en el estado de Sokoto, y secuestraron a 15 niños mientras dormían.

Dos días antes, unos bandidos secuestraron a 287 estudiantes, entre ellos muchas niñas, en la escuela secundaria pública de la localidad de Kuriga, en el estado de Kaduna.

El 29 de febrero, secuestraron a más de 200 desplazados internos, muchos de ellos niños, en el área de gobierno local de Ngala, en el estado de Borno. Se cree que en ese caso el autor fue el grupo insurgente islamista Boko Haram.

Es una racha de atentados realmente alarmante. La inseguridad general que revela es aterradora, y es difícil imaginar el terror que deben estar sufriendo los secuestrados, muchos de ellos niños, y la angustia abrumadora de sus familias, preocupadas por ellos en casa.

No es exactamente nuevo, por supuesto, estos secuestros masivos han sido un problema en todo el norte de Nigeria desde que Boko Haram secuestró a 276 colegialas de Chibok en 2014. Aquella atrocidad desencadenó el movimiento #BringBackOurGirls, que recibió una enorme atención internacional.

Aun así, la reciente oleada de secuestros masivos es estremecedora, y la pregunta clave sigue siendo: ¿dónde están las autoridades? 
¿Por qué no pueden proteger a la gente de los delincuentes y los insurgentes?

Las fuerzas de seguridad del gobierno afirman que están trabajando para conseguir la liberación segura de los secuestrados. Los delincuentes exigen a veces el pago de rescates, pero las autoridades son reacias a hacerlo, pues no quieren recompensar el bandidaje y fomentarlo aún más. Las fuerzas de seguridad también destacan las dificultades para llegar a las remotas zonas boscosas donde están retenidas las víctimas.

Garantizar su liberación segura es esencial, por supuesto, pero las autoridades nigerianas también se enfrentan a lo que quizá sea un reto aún mayor: evitar más secuestros, sobre todo de estudiantes vulnerables, sin que las frustradas fuerzas de seguridad cometan abusos contra aquellos a los que están rescatando, como han hecho en el pasado.

En última instancia, lo más decisivo para poner fin a estos horribles secuestros masivos en el norte de Nigeria -y a los abusos que se observan en las respuestas de las fuerzas de seguridad- es, como dice mi colega experta Anietie Ewang, exigir responsabilidades a los autores. Si la gente sigue saliendo impune de crímenes tan horribles, estos crímenes horribles seguirán ocurriendo.

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