Human Rights WatchColombia: Viviendo con Minas Antipersonal
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Edilberto Prada Ardila, a 46-year-old man who lost an eye and his hands to a landmine

Muchos adultos se ven obligados a abandonar su trabajo en la agricultura, ganadería o la minería en áreas rurales, después de sufrir heridas producto de accidentes con minas antipersonal. "Yo era campesino, era agricultor de yuca, maíz, plátano, cacao. Me he criado y nací en el campo. Pensaba seguir adelante en el campo," nos dijo Edilberto, de 46 años, quien perdió la vista en un ojo y sus manos al pisar una mina antipersonal. Ahora depende de la caridad pública en la ciudad de Bucaramanga.



Jimmy y su familia tuvieron que abandonar su hogar cuando las FARC asesinaron a su padre. "Nos acusaron de ayudar a los paramilitares. Lo secuestraron y tres días más tarde lo encontramos muerto .. Lo habían amarrado y le habían cortado la garganta." Fueron desplazados nuevamente después porque los paramilitares entraron a la siguiente ciudad. Para ganar algo de dinero, Jimmy dejó a su familia y tomó un trabajo en una hacienda ganadera en el estado de Meta: "De esa manera podría ahorrar dinero para estudiar en la Universidad. Pero sólo duré nueve meses" antes de ser herido por una mina antipersonal.



Viuda desde que los grupos guerrilleros asesinaron a su esposo en 1991, Ofelia perdió su pierna cuando pisó una mina antipersonal y en consecuencia, también perdió su finca: "Yo tenia una finca muy bonita . pero me tocó venderla para pagar todos los gastos, para comer, porque estaban pequeños [los hijos] . no había una persona que nos ayudara, que nos diera un consejo, haga algo. Y uno se queda así. lo que hacia yo era llorar y llorar. Es muy duro . una vez intenté tirarme al río, porque estaba muy [mal] con mi situación, sin qué darle de comer a los hijos."



Para los sobrevivientes indígenas, adecuarse a la vida fuera de sus comunidades tradicionales puede ser particularmente doloroso. Adelmo, miembro de una comunidad Yanacona, abandonó su comunidad porque las heridas causadas por el impacto de una mina antipersonal le impedían caminar y desempeñar las duras tareas que exige la vida en su comunidad. "Me duele en el alma abandonar la región, pero ya no puedo trabajar como en el pasado," nos dijo.



Juan Miguel y Giancarlo reparaban torres de electricidad en el departamento de Norte de Santander. Un día fueron llamados para reparar una torre de electricidad que había sido volada por un grupo guerrillero. Juan Miguel pisó una mina antipersonal que había sido sembrada alrededor de la torre de electricidad. Perdió su pierna izquierda y la mayor parte de su pie derecho, y sufrió daños auditivos. Giancarlo, quien se encontraba junto a él, perdió la visión de su ojo izquierdo y sufrió heridas de esquirlas en varias partes de su cuerpo.



Un benefactor privado ayudó a Javier para que aprendiera a pintar, a pesar de haber perdido ambas manos y parte de su vista debido a una mina antipersonal. Sin embargo, las ganancias que obtiene con su arte no alcanzan para pagar el alquiler de una vivienda, de modo que vive en un albergue lleno de otras personas. El no ha logrado conseguir asistencia del gobierno para solventar sus necesidades de vivienda. "He estado en este albergue por ocho años y medio," nos dijo. "Necesito salir de aquí."



José Luis abandonó su hogar en el estado de Santander para buscar trabajo en Cantagallo, en el estado de Bolívar. Un día, mientras estaba en uno de sus trabajos, pisó una mina antipersonal. Perdió casi toda su visión y parte de la mano izquierda. Ahora tiene miedo de volver al campo por temor a pisar otra mina antipersonal. Se mudó a un albergue de caridad para personas desplazadas, el mismo lugar donde vive Javier. "Así no se puede volver al campo," dice. "Hay que ir a la ciudad y buscar la manera de sobrevivir." Al igual que Javier, a José Luis le gustaría que el gobierno prestara más atención a las necesidades de vivienda de las víctimas.



La casa de Teresa fue destruida en el 2005 cuando las FARC lanzaron un ataque con bombas de cilindros de gas en la ciudad de Toribio, en el estado de Cauca. "Ellos querían que los cilindros estallaran en la estación policial, pero ninguno de ellos cayó allí. Diez casas fueron destruidas." En Agosto del 2006, mientras Teresa estaba tratando de reconstruir su casa, las FARC lanzaron otro ataque en Toribío usando bombas de cilindros de gas. Y volvieron a impactar en su casa.