Informes

Los "Desaparecidos" de los Estados Unidos
Un Resumen
Se llevaron al prisionero en medio de la noche hace 19 meses. Lo encapucharon y lo trasladaron a un lugar secreto y no se ha sabido de él desde entonces. Se ha informado de que los interrogadores utilizaron niveles graduales de fuerza con el prisionero, lo que incluyó la técnica del sumergimiento en agua—conocida en América Latina como el “submarino”—por la que se ata y se fuerza bajo el agua al detenido, haciéndole creer que puede ahogarse. También se llevaron a sus hijos de siete y nueve años, presuntamente para inducirle a hablar.

Algunos han argumentado que ¿por qué debemos preocuparnos por lo que les pase? Primero, porque a pesar de la información vital que se ha extraído a algunos de estos sospechosos, en general el trato dispensado por Estados Unidos a estos prisioneros ha provocado un impulso en lugar de un declive para al-Qaeda y ha hecho por lo tanto del mundo un lugar menos seguro frente al terrorismo. ... Segundo, porque la tortura y la “desaparición” de los adversarios de Estados Unidos invita a todos los gobiernos poco saludables del mundo a seguir su ejemplo—de hecho, países que van de Sudán a Zimbabwe ya han citado Abu Ghraib y otras acciones de Estados Unidos para justificar sus propias prácticas y atemperar las críticas. ... Pero la principal preocupación debe concentrarse sobre todo en la aceptación de métodos que son la antitesis de una democracia y traicionan la identidad de Estados Unidos como país respetuoso de la ley.

Reed Brody, abogado, Human Rights Watch




Estas tácticas son demasiado comunes para las dictaduras opresoras. Sin embargo, los interrogadores no procedían de una dictadura, sino de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos. El prisionero de Estados Unidos es Khalid Shaikh Muhammad, presunto arquitecto principal de los atentados del 11 de Septiembre. Muhammad es uno entre alrededor de una docena de altos mandos de al-Qaeda que simplemente han “desaparecido” en manos de Estados Unidos.  
 
Después de los atentados del 11 de Septiembre contra Estados Unidos, la Administración Bush ha violado las normas legales más fundamentales en su trato a los detenidos por razones de seguridad. Muchos han sido recluidos en prisiones en el extranjero, la más conocida de las cuales se encuentra en la Bahía de Guantánamo, Cuba. Como sabemos ahora, prisioneros sospechosos de terrorismo, y muchos sobre los que no existe ninguna prueba en contra, han sido maltratados, humillados y torturados. Pero quizá ninguna práctica cuestione tan esencialmente los fundamentos del derecho estadounidense e internacional que la detención secreta e incomunicada durante períodos prolongados en “lugares sin desvelar” de presuntos miembros de al-Qaeda.  
 
Las “desapariciones” fueron un abuso característico de las dictaduras militares latinoamericanas en su “guerra sucia” contra la presunta subversión. Ahora se han convertido en la táctica de Estados Unidos en su combate contra al-Qaeda.  
 
Entre los prisioneros “desaparecidos” por la CIA se encuentran Abu Zubayda, estrecho colaborador de Osama bin Laden, Ramzi bin al-Shibh, que de no haber sido rechazada su visa de entrada a Estados Unidos podría haber sido uno de los secuestradores del 11 de Septiembre, Hambali, aliado clave de al-Qaeda en el Sudeste de Asia, y Abd al-Rahim al-Nashiri, presuntamente el cerebro detrás del atentado con bomba contra el U.S.S. Cole.  
 
Según el Panel Independiente para Revisar las Operaciones de Detención del Departamento de Defensa, presidido por el ex Secretario de Defensa James Schlesinger, se ha permitido a la CIA que “opere con reglas diferentes” a las de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos. Dichas reglas están inspiradas en parte en un memorando del Departamento de Justicia de agosto de 2002, en respuesta a una petición de orientación de la CIA, en el que se decía que torturar a detenidos de al-Qaeda “podría estar justificado” y que las leyes internacionales contra la tortura “podrían ser inconstitucionales si se aplicaban a los interrogatorios” realizados en el contexto de la guerra contra el terrorismo.  
 
De hecho, se ha informado que algunos de los detenidos, como Khalid Shaikh Muhammad, han sido torturados durante la reclusión. Se ha dicho que muchos han ofrecido información de inteligencia valiosa que ha servido para frustrar planes y salvar vidas. Se dice que algunos han mentido bajo presión para complacer a sus captores.(Ibn al-Shaikh al-Libi se inventó aparentemente la acusación, que fue presentada posteriormente por el Secretario de Estado Colin Powell ante las Naciones Unidas, de que Irak había ofrecido entrenamiento sobre “venenos y gases letales” a al-Qaeda.) Estados Unidos ha reconocido la detención de muchos, pero no de todos. Lo que todos los detenidos tienen en común es que Estados Unidos se ha negado a revelar su paradero y permitirles el acceso a sus familiares, a abogados o al Comité Internacional de la Cruz Roja.  
 
No son buenas personas, por decir algo. Se les acusa de cometer los actos criminales más diabólicos. Algunos han argumentado que ¿por qué debemos preocuparnos por lo que les pase? Primero, porque a pesar de la información vital que se ha extraído a algunos de estos sospechosos, en general el trato dispensado por Estados Unidos a estos prisioneros ha provocado un impulso en lugar de un declive para al-Qaeda y ha hecho por lo tanto del mundo un lugar menos seguro frente al terrorismo. Como reconoció la Comisión del 11 de Septiembre: “Las acusaciones de que Estados Unidos maltrató a prisioneros bajo su custodia ha dificultado la creación de las alianzas diplomáticas, políticas y militares que necesitará el gobierno”. Segundo, porque la tortura y la “desaparición” de los adversarios de Estados Unidos invita a todos los gobiernos poco saludables del mundo a seguir su ejemplo—de hecho, países que van de Sudán a Zimbabwe ya han citado Abu Ghraib y otras acciones de Estados Unidos para justificar sus propias prácticas y atemperar las críticas.  
 
Pero la principal preocupación debe concentrarse sobre todo en la aceptación de métodos que son la antitesis de una democracia y traicionan la identidad de Estados Unidos como país respetuoso de la ley. Aparentemente, para al-Qaeda el fin justifica los medios, medios que han incluido estrellar aviones secuestrados contra edificios y colocar bombas en estaciones de trenes y lugares de culto. Estados Unidos no debe adoptar esta lógica.  
 
Estados Unidos está dedicado, como tiene que ser, a la defensa de su territorio y su pueblo contra los ataques de al-Qaeda y sus aliados. Human Rights Watch reconoce, por supuesto, la importancia de reunir inteligencia de manera eficaz y rápida para poder seguir la pista de al-Qaeda y otras redes, capturar a otros terroristas e intervenir en prevención de más atentados terroristas de catastróficas consecuencias.  
 
Sin embargo, el uso de las desapariciones forzadas y la detención secreta e incomunicada vulnera los principios más fundamentales de una sociedad libre. Cuando Argentina torturó y “desapareció” a presuntos disidentes en nombre del combate contra los que calificó de “terroristas”, obró mal. Cuando Estados Unidos tortura y “desaparece” a presuntos terroristas, incluso los sospechosos de tramar los atentados más terribles, también está obrando mal. El hecho de que el terrorismo que está combatiendo Estados Unidos tenga características diferentes no cambia el carácter ilícito de los métodos empleados para combatirlo.  
 
En este informe se ofrece una revisión exhaustiva de lo que sabemos sobre los “desaparecidos” de Estados Unidos, y se incluye un apéndice con los hechos detallados de siete casos sobre los que se dispone de cierta información. Es muy probable que haya varios o muchos más detenidos de este tipo. En el informe también se presenta el contexto histórico sobre las “desapariciones”, remontándose a sus orígenes en la Alemania Nazi durante la Segunda Guerra Mundial, y se identifican las disposiciones específicas dentro del derecho estadounidense e internacional que prohíben esta práctica.  

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