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IV. LA RELACIÓN ENTRE EL TRABAJO INFANTIL Y LA EDUCACIÓN

El trabajo infantil doméstico suele interferir con la educación de los niños, en violación de la Convención sobre los Derechos del Niño.54 Muchos trabajadores domésticos abandonan la escuela. Otros pueden asistir a clases nocturnas, pero el desplazamiento entre la casa y la escuela por la noche conlleva un aumento de los riesgos para su seguridad. Incluso los que pueden asistir a la escuela durante el día o la noche dicen que su trabajo interfiere algunas veces con su escolarización, ya que no tienen tiempo para hacer las tareas, se quedan dormidos durante la clase o pierden días de clase.

La legislación salvadoreña garantiza la educación gratuita de los niños desde el primer al noveno grado.55 Pero muchas escuelas cobran tasas de matrícula o contribuciones mensuales “voluntarias”. La mayoría también exigen que los estudiantes lleven uniforme. Los materiales escolares, como libretas y lapiceros, y el costo del transporte entre la casa y la escuela, suponen gastos adicionales. Como consecuencia, el costo anual promedio de la escolarización es de cerca de $300 por estudiante, una suma considerable para la mayoría de las familias salvadoreñas. “Muchas veces se trata de la diferencia entre comer y no comer”, señaló Benjamín Smith, principal asesor técnico de la OIT en El Salvador. “Enviar a un niño a la escuela supone un gran sacrificio”.56

La educación suele presentarse como una solución para el trabajo infantil. Por ejemplo, la Oficina de Asuntos Laborales Internacionales del Departamento de Trabajo de Estados Unidos sugiere que “la escolarización casi siempre produce mejores resultados, tanto socialmente como económicamente, que el trabajo infantil”.57 Los instrumentos internacionales adoptan esta postura. El Convenio sobre las peores formas de trabajo infantil subraya “la importancia de la educación para la eliminación del trabajo infantil” y pide a los Estados que aseguren a todos los niños que hayan sido librados de las peores formas de trabajo infantil el acceso a la enseñanza básica gratuita.58 De hecho, el derecho internacional conectó la educación con el trabajo infantil mucho antes de la adopción del Convenio sobre las peores formas de trabajo infantil, constata Katarina Tomasevski, Relatora Especial de la ONU sobre el derecho a la educación: La conexión “constituye una de las partes más antiguas de la legislación internacional de derechos humanos y surgió en ese sentido por las sólidas razones económicas”.59

Lo que es más fundamental, los niños tienen el derecho internacionalmente reconocido a la educación primaria “gratuita para todos”.60 Como primer paso para garantizar el derecho a la educación, El Salvador debe asegurarse de que el trabajo infantil no interfiera con la escolarización. También debe eliminar las matrículas escolares y otras barreras similares a la educación impuestas por el Estados, y debe identificar e implementar estrategias para reducir otros gastos asociados con la asistencia escolar.

El efecto del trabajo sobre la educación

De acuerdo con la Convención sobre los Derechos del Niño, todo niño tiene derecho “a estar protegido… contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda… entorpecer su educación”.61 Pero el trabajo doméstico y otras formas de trabajo impiden con frecuencia el disfrute de este derecho parte de los niños.62 Incluso los que trabajan principalmente durante las vacaciones escolares pueden perder los primeros días de clase. Un maestro de estudios sociales dijo a Human Rights Watch: “Por ejemplo, había una muchacha de 13 años en sexto grado que estuvo trabajando en San Salvador todas las vacaciones. Se fue en diciembre y acaba de regresar la semana pasada. Pero las clases empezaron el 15 de enero, y no vino a casa hasta la semana pasada, alrededor del 3 de febrero”.63

En las ciudades más grandes, como San Salvador o Santa Ana, se imparten clases nocturnas para los niños que trabajan durante el día. Las escuelas nocturnas ofrecen una importante oportunidad que no podrían continuar su educación de otro modo, pero los desplazamientos entre la casa y la escuela por la noche pueden conllevar riesgos adicionales, especialmente para las muchachas. En una de las casas en las que trabajó Alma S., sus empleadores sólo le permitían asistir a la escuela por la noche. “Era peligroso”, dijo, porque la escuela estaba lejos de su lugar de trabajo. Dejó ese empleó después de 22 días. Pudo asistir a la escuela durante el día hasta que encontró un trabajo en otra casa. “Tenía que cuidar de los niños. Iba a la escuela por la mañana, pero después no podía ir… Así que volví aquí [la escuela nocturna]. Le expliqué a mi madre que la señora quería que estudiara por la noche”. Dejó el empleo después de que atacaran a una anciana en una calle cercana a la casa en la que trabajaba. “San Salvador es peligroso”, repitió.64

Los que pueden asistir a la escuela pueden encontrarse con que no tienen tiempo o energía para hacer las tareas escolares. Una ex trabajadora doméstica, ahora en edad adulta, dijo a Human Rights Watch:

A veces, cuando tenía que estudiar en casa, tenía que cocinar, tenía cosas que hacer: cocinar, lavar, planchar, limpiar. A veces no tenía suficiente tiempo para prepararme para la escuela. A veces ponía los libros arriba en la cocina. No era ni buena ni mala estudiante, sólo normal.65

Otras contaron que se quedaban dormidas durante las clases. Aunque puedan o no hacer sus tareas escolares, puede ser difícil para un adolescente compatibilizar el trabajo con la escuela. La ex trabajadora doméstica describió su caso:

Cuando llegaba a casa de la escuela, tenía que quitarme el uniforme y preparar el almuerzo. La patrona estaba en una hamaca cuando yo llegaba, y me decía que me estaba esperando para que preparara el almuerzo. Realmente, estaba cansada cuando llegaba a casa. Preparaba café por las tardes. Me quería, pero a veces tenía que atender a 23 personas.66

Trabajar para poder asistir a la escuela

El costo de la educación obliga a algunos niños a trabajar. Por ejemplo, Mónica F. nos dijo: “Uso el dinero [del trabajo doméstico] para comprar libros, pagar la tasa de matrícula. También uso el dinero para comprar materiales escolares”.67 El maestro de estudios sociales nos habló de casos similares. “Algunos niños me dicen: ‘Mire, no voy a venir a la escuela durante un par de semanas para ganar dinero para comprarme el uniforme de gimnasia’. Hay muchachas que se van a limpiar casas”, nos dijo el maestro. “Trabajan para ganar dinero para pagarse la escuela”.68

Por ley, los colegios del Estado tienen que ofrecer enseñanza primaria gratuita, desde el primer grado hasta el noveno.69 No obstante, muchas escuelas cobran tasas de matrícula o contribuciones mensuales “voluntarias”.70 “Las tasas van de ¢200 a ¢400 [$22,85 a $45,71] al año, más las tasas mensuales en algunos sitios”, dijo Luis Salazar, procurador adjunto de la niñez y la juventud. “Después tienen que comprar materiales escolares, y gastarse un poco más en lo que llaman educación saludable, lo que quiere decir que reciben una comida en la escuela”.71 Nos hablaron de cantidades que iban de nada a aproximadamente $12 al año, y en San Salvador las tasas eran más altas que en el resto del país:

  • Sandra B. paga ¢100 ($11,42) en tasas de matrícula en su escuela de Mejicanos. La escuela nocturna de su zona cobra una tasa de matrícula de ¢60 ($6,86), según nos dijo.72
  • “Pagamos $12 por la matrícula de dos de nosotras”, dijo Dalia R., de 14 años.73
  • “Pago una tasa de matrícula de $11 que me cubre a mí y a mi hermana”, informó Ana C., de 14 años.74
  • Nora L., estudiante de noveno grado con 14 años de edad de San Miguel, paga ¢28 ($3,20) en tasas de matrícula.75
  • “Pago $2 por la matrícula, más los materiales escolares. En la escuela nocturna no tenemos uniformes”, nos dijo Flor N., de 17 años.76
  • Jennifer S., de 12 años, nos dijo: “Tengo seis hermanos y hermanas que están estudiando. Pagamos $12 de matrícula” ($2 por persona).77
  • Alma S., de 15 años, nos dijo que las escuelas cerca de su casa no cobran tasas de matrícula.78

Las tasas son más elevadas para la educación secundaria. Por ejemplo, Mónica F., una muchacha de 17 años que cursa su primer año de secundaria, nos dijo que paga una tasa de matrícula de ¢225 ($25,71) más una tasa mensual de ¢150 ($17,14).79

La mayoría de las escuelas también exigen que los alumnos lleven uniforme. “Mi uniforme cuesta ¢170 [$19,43]”, dijo Dalia R. “Trabajo para pagarlo en vacaciones y mi madre ahorra dinero para pagar mi uniforme y los materiales escolares”.80

El Ministerio de Educación ha adoptado algunas medidas para derribar las barreras que crean tanto las matrículas como los uniformes escolares. “El ministerio emitió una directiva diciendo que no debería haber tasa de matrícula y que ningún estudiante debería ser rechazado si no tiene uniforme. Eso es un logro”, señaló Luis Salazar de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos.81

“La ley dice que los uniformes no deberían ser un impedimento”, dijo Yolanda Barrientos de la Fundación Olof Palme. Pero, según ella, en la práctica los estudiantes suelen ser rechazados en la escuela si no llevan uniforme.82 Otras personas nos contaron versiones similares. “El uniforme es un requisito, pero el Ministerio de Educación dio la orden después del terremoto de que las escuelas fueran flexibles”, nos dijo Dora Gutiérrez de la Agencia Internacional para el Desarrollo de Estados Unidos (USAID). “Tienen que tener una camisa de color azul cielo y zapatos negros. Después del terremoto, el ministerio dio la orden de que no lo exigieran, pero continúa siendo un requisito. Es parte del costo”.83

Aunque Human Rights Watch supo de algunos casos en los que habían rechazado a los estudiantes por no llevar uniforme, los jóvenes de otras escuelas nos dijeron que podían asistir a clase aunque no llevaran un uniforme. “Podemos venir sin uniforme si nuestra madre no lo ha comprado todavía”, señaló Jennifer S. “Cuando mi hermano pequeño fue a la guardería infantil por primera vez, todavía no tenía su uniforme”.84

La justificación más habitual que escuchamos para exigir que los estudiantes llevaran uniforme es que reducen el nivel de violencia entre bandas. “Es un asunto muy delicado por la violencia y la necesidad de disciplina”, señaló Yolanda Barrientos, que prosiguió diciendo:

Hay un problema de maras. Si un niño o una niña no van por ahí con uniforme, representa un riesgo para ellos. Quieren vestirse a la última moda, al estilo de las maras. También tiene que estar regulado. Tienen que haber límites, sin caer en prohibiciones generales… Es necesario que se respeten las normas. Pero sabemos de casos extremos, como un caso en Santa Ana en el que un muchacho no llevaba calcetines y la escuela no le dejó entrar, casos extremos como éste.85

La funcionaria del programa de UNICEF señaló, sin embargo, que dicha violencia es principalmente un fenómeno de las escuelas de secundaria. “Para los niños pequeños, podrían deshacerse de los uniformes”, dijo Karla Hananía de Varela.86

Incluso cuando no tienen que pagar tasas escolares ni comprar uniformes, las familias tienen que comprar libretas, lapiceros y otros materiales. “Los materiales escolares cuestan unos ¢300 [$34,29]. Tengo que cobrar libros, pero no lo he hecho todavía porque tengo que esperar hasta que mi madre tenga el dinero. Mi madre gana muy poco. Usamos el dinero para cosas diarias”, dijo Dalia R.87

En muchos casos, los estudiantes tienen que pagarse también el transporte público para ir y volver de la escuela. Dalia R. nos dijo que se gasta ¢5 ($0,57) cada día en minibús para ir y venir de la escuela.88 Los que no pueden costearse el autobús tienen que caminar distancias que pueden ser considerables. “Me lleva de 30 minutos a una hora caminando para llegar a la escuela”, nos dijo Ana C., de 14 años.89

El estudio del IPEC calculó que el costo anual de la escolarización era de ¢2,405 ($274,86) por estudiante.90 De las muchachas de 15 a 17 años estudiadas por el IPEC, el 59 por ciento habían completado entre cuatro y seis años de educación primaria. El 47 por ciento de las muchachas de entre 15 y 17 años y el 18,2 por ciento de las niñas de entre 12 y 14 años no asistían a la escuela. Casi el 28 por ciento de las encuestadas dijeron que el costo de la escolarización era la razón por la que no asistían, el segundo motivo más habitual para la no asistencia. El estudio descubrió que las niñas de las áreas urbanas tienen el doble de probabilidades que las de zonas rurales de no asistir a la escuela (46,4 por ciento de las muchachas urbanas en comparación con 20 por ciento de las niñas rurales entrevistadas).91

Los empleos a los que recurren los niños para poder pagarse los estudios no se limitan al trabajo doméstico. “Trabajo todo noviembre y diciembre para poder venir aquí [a la escuela]”, dijo Dalia R., de 14 años, que trabaja en una cafetería durante dichos meses. “Pagamos $12 de matrícula por las dos. Trabajo todos los días durante las vacaciones, de las ocho de la mañana a las ocho de la noche. Sólo descanso cuando no hay nadie en la cafetería”.92



54 Convención sobre los Derechos del Niño, artículo 32(1).

55 Ley General de Educación, artículo 20. El año escolar comienza a mediados de enero o principios de febrero, hay 200 días lectivos al año. Los estudiantes tienen cinco horas de clase al día, normalmente por la mañana o por la tarde. Véase Ibíd., artículo 107; Reglamento de Educación Primaria, Decreto No. 40 del 22 de febrero de 1965, artículo 129, Diario Oficial No. 40, Vol. 206, 26 de febrero de 1965 (modificado por Decreto No. 39 del 19 de diciembre de 1967, Diario Oficial No. 235, Vol. 217, 21 de diciembre de 1967).

56 Entrevista de Human Rights Watch con Benjamin Smith, principal asesor técnico de la Organización Internacional del Trabajo, San Salvador, 6 de febrero de 2003.

57 Departamento de Trabajo de Estados Unidos, Oficina de Asuntos Laborales Internacionales, By the Sweat and Toil of Children, Volume VI: An Economic Consideration of Child Labor (Washington, D.C.: U.S. Department of Labor, Bureau of International Labor Affairs, 2000), p. i.

58 Convenio sobre las peores formas de trabajo infantil, artículo 7(2)(c).

59 Katarina Tomasevski, Education Denied: Costs and Remedies (London and New York: Zed Books, 2003), p. 24. Tomasevski explica:

La Organización Internacional del Trabajo conectó la edad de finalización de la educación obligatoria y la edad mínima para el empleo en 1921. El Convenio No. 10 de la OIT prohibió el empleo que afectara a la asistencia escolar del niño y estableció la edad mínima para el empleo en 14 años. En 1945, postuló que “la asistencia a la escuela debe ser obligatoria hasta al menos los 16 años”. El Convenio de la OIT sobre la edad mínima de admisión al empleo obliga a todos los Estados Miembros a establecer oficialmente dicha edad.

Ibíd. (citando la resolución relativa a la protección de los niños y los jóvenes trabajadores de 1945, en “Child Labour in Relation to Compulsory Education”, Studies on Compulsory Education, No. 5 (Ginebra y Paris: ILO y UNESCO, 1952), section III.A.9(2)).

60 Convención sobre los Derechos del Niño, artículo 28(1)(a).

61 Ibíd., artículo 32(1).

62 Entrevista de Human Rights Watch, San Salvador, 13 de febrero de 2003; San Salvador, 17 de febrero de 2003; San Salvador, 18 de febrero de 2003.

63 Entrevista de Human Rights Watch con maestro, departamento de San Miguel, 12 de febrero de 2003.

64 Entrevista de Human Rights Watch con Alma S., departamento de San Salvador, 13 de febrero de 2002.

65 Entrevista de Human Rights Watch con mujer adulta, San Salvador, 17 de febrero de 2003.

66 Entrevista de Human Rights Watch con mujer adulta, San Salvador, 17 de febrero de 2003.

67 Entrevista de Human Rights Watch con Mónica F., San Salvador, 18 de febrero de 2003.

68 Entrevista de Human Rights Watch con maestro, departamento de San Miguel, 12 de febrero de 2003.

69 Ley General de Educación, artículo 20.

70 Entrevista de Human Rights Watch con Karla Hananía de Varela, funcionaria de programa de UNICEF, San Salvador, 19 de febrero de 2003.

71 Entrevista de Human Rights Watch con Luis Enrique Salazar Flores, 10 de febrero de 2003.

72 Entrevista de Human Rights Watch con Sandra B., San Salvador, 20 de febrero de 2003.

73 Entrevista de Human Rights Watch con Dalia R., San Salvador, 18 de febrero de 2003. El Salvador empezó a sustituir progresivamente el colon por dólares de Estados Unidos en 2001, convirtiéndose en el tercer país dolarizado de América Latina. (Los otros son Panamá, en 1903, y Ecuador, en 2000. Además, Guatemala lleva utilizando tanto el dólar como el quetzal como monedas de curso legal desde 2001, aunque no existe un tipo de cambio fijo entre las dos monedas.) Aunque los billetes y las monedas en colones están desapareciendo gradualmente de la circulación, los niños y los adultos entrevistados por Human Rights Watch se refirieron habitualmente a los salarios y los precios en colones. A veces, como en esta declaración de Dalia R., hablaron de los precios en dólares.

74 Entrevista de Human Rights Watch con Ana C., San Salvador, 18 de febrero de 2003.

75 Entrevista de Human Rights Watch con Nora L., departamento de San Miguel, 12 de febrero de 2003.

76 Entrevista de Human Rights Watch con Flor N., San Salvador, 17 de febrero de 2003.

77 Entrevista de Human Rights Watch con Jennifer S., San Salvador, 18 de febrero de 2003.

78 Entrevista de Human Rights Watch con Alma S., departamento de San Salvador, 13 de febrero de 2003.

79 Entrevista de Human Rights Watch con Mónica F., San Salvador, 18 de febrero de 2003.

80 Entrevista de Human Rights Watch con Dalia R., San Salvador, 18 de febrero de 2003.

81 Entrevista de Human Rights Watch con Luis Enrique Salazar Flores, 10 de febrero de 2003.

82 Entrevista de Human Rights Watch con Yolanda Barrientos, Fundación Olof Palme, San Salvador, 20 de febrero de 2003.

83 Entrevista de Human Rights Watch con Dorita E. de Gutiérrez, Equipo de Educación y Capacitación, Oficina de Crecimiento Económico y Educación, Agencia Internacional de Desarrollo de Estados Unidos, San Salvador, 10 de febrero de 2003.

84 Entrevista de Human Rights Watch con Jennifer S., San Salvador, 18 de febrero de 2003.

85 Entrevista de Human Rights Watch con Yolanda Barrientos, 20 de febrero de 2003.

86 Entrevista de Human Rights Watch con Karla Hananía de Varela, 19 de febrero de 2003.

87 Entrevista de Human Rights Watch con Dalia R., San Salvador, 18 de febrero de 2003.

88 Entrevista de Human Rights Watch con Dalia R., San Salvador, 18 de febrero de 2003.

89 Entrevista de Human Rights Watch con Ana C., San Salvador, 18 de febrero de 2003.

90 Godoy, Trabajo infantil doméstico, p. 23.

91 Ibíd., pp. 21-23. La incompatibilidad entre los horarios de trabajo y de estudio fue la razón más habitual para no asistir a la escuela (43,4 por ciento).

92 Entrevista de Human Rights Watch con Dalia R., San Salvador, 18 de febrero de 2003.


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enero 2004