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EE. UU.: Adolescentes en celdas de aislamiento

Jóvenes sufren graves secuelas tras semanas e incluso meses de encierro absoluto

(Washington D.C.) – En cárceles y centros de detención de todo Estados Unidos algunos jóvenes son recluidos en celdas de aislamiento durante semanas o inclusos varios meses seguidos, señalaron Human Rights Watch y la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (American Civil Liberties Union, ACLU) en un informe divulgado hoy.

El informe de 141 páginas “Growing Up Locked Down: Youth in Solitary Confinement in Jails and Prisons Across the United States,”(Crecer encerrados: jóvenes en régimen de aislamiento en cárceles y centros de detención de Estados Unidos), se elaboró a partir de investigaciones realizadas en cárceles y centros de detención en cinco estados —Colorado, Florida, Michigan, Nueva York y Pensilvania— y del intercambio de correspondencia con jóvenes en otros 14 estados. El régimen de aislamiento provoca angustia, graves problemas para la salud física y psíquica, y atenta contra la posibilidad de rehabilitación de los adolescentes, indicaron Human Rights Watch y ACLU.

“Encerrar a jóvenes en régimen de aislamiento, donde el contacto con otras personas es mínimo o nulo, constituye una medida cruel, lesiva e innecesaria”, indicó Ian Kysel, becario Aryeh Neier en Human Rights Watch y ACLU, y autor del informe. “La interacción normal con otros seres humanos es indispensable para un desarrollo saludable y para la rehabilitación de los jóvenes. Privarlos de esa posibilidad no reporta ningún beneficio”.

El informe se basa en entrevistas e intercambios de correspondencia con más de 125 jóvenes en 19 estados que estuvieron recluidos en celdas de aislamiento cuando tenían menos de 18 años, y con funcionarios de cárceles y centros de detención en 10 estados.

Human Rights Watch y ACLU estiman que en 2011, más de 95.000 jóvenes menores de 18 años estuvieron detenidos en cárceles y centros de detención. Muchos de estos establecimientos aplican la reclusión en condiciones de aislamiento, que se extiende durante días, semanas, meses o incluso años, para castigar, proteger, alojar o brindar tratamiento a algunos de los jóvenes que se encuentran allí.

Dado que los jóvenes aún no han madurado completamente, las experiencias traumáticas como el encierro en régimen de aislamiento podrían tener profundas consecuencias para su posibilidad de crecer y rehabilitarse, según concluyeron estas organizaciones. El encierro en condiciones de aislamiento puede exacerbar los problemas de salud mental a corto y largo plazo, o propiciar que estos problemas se manifiesten. A los jóvenes que están en régimen de aislamiento normalmente se les niega el acceso a tratamiento, servicios y programas necesarios para atender sus necesidades médicas, psicológicas, sociales y de desarrollo y rehabilitación.

El Departamento de Servicios Correccionales de la Ciudad de Nueva York, por ejemplo, informó que durante el año fiscal 2012, que concluyó en junio, más del 14 por ciento de todos los adolescentes cumplieron al menos un período de aislamiento durante su detención. En Rikers Island, en promedio estos jóvenes permanecieron bajo régimen de aislamiento durante 43 días. A más del 48 por ciento de los adolescentes detenidos en Rikers se les ha diagnosticado algún problema de salud mental.

“Para mí, el aislamiento fue como estar en una isla totalmente solo, muriendo lentamente por dentro”, contó “Kyle B.”, un joven de California que permaneció en régimen de aislamiento cuando tenía menos de 18 años.

Los jóvenes entrevistados para el informe mencionaron reiteradamente que el aislamiento agravaba el agobio de estar en la cárcel o en centros de detención. Dijeron que mientras estuvieron aislados se lastimaron deliberadamente con grapas o navajas, sufrieron alucinaciones y perdieron conexión con la realidad. Algunos admitieron que habían intentado suicidarse varias veces mientras estuvieron recluidos en aislamiento.

Aquellos a quienes se les permitió salir, dijeron que solamente lo hacían unas pocas veces a la semana para practicar ejercicios físicos dentro de una celda metálica pequeña, también solos. Varios indicaron que no tuvieron acceso a libros, revistas, papel, lápices o lapiceras, y que no podían asistir a clases ni a programas. Para algunos, lo más difícil del aislamiento fue que se les negara recibir visitas y no poder abrazar a su madre o su padre.

La reclusión de jóvenes menores de 18 años en aislamiento es de por sí una violación grave de derechos humanos y puede constituir un trato cruel, inhumano o degradante conforme a las normas internacionales de derechos humanos, señalaron Human Rights Watch y ACLU. A su vez, las condiciones que agravan el daño provocado por el régimen de aislamiento, como la negación de programas educativos, actividad física o visitas familiares, a menudo constituyen violaciones independientes y graves de los derechos humanos.

Varios funcionarios de centros correccionales han comenzado a reconocer que el régimen de aislamiento es costoso, ineficaz y pernicioso, y se han pronunciado en contra de su uso.

Existen métodos alternativos para abordar los problemas —ya sea disciplinarios, administrativos, de protección o médicos— que invocan normalmente los funcionarios para justificar el encierro en condiciones de aislamiento, que a la vez toman en cuenta los derechos y las necesidades especiales de los adolescentes, señalaron Human Rights Watch y ACLU. Los jóvenes podrían ser albergados en establecimientos especiales que cuenten con la organización necesaria para fomentar conductas positivas. Asimismo, los castigos deberían ser proporcionales a la infracción, y solamente debería aplicarse el aislamiento durante períodos breves y como excepción.

El gobierno federal y los gobiernos de los estados deberían prohibir la reclusión de jóvenes en celdas de aislamiento, manifestaron Human Rights Watch y ACLU. Tampoco deberían admitir que los adolescentes convivan con adultos o sean alojados en cárceles o centros de detención destinados a adultos, y deberían además regular y monitorear de manera rigurosa todos los métodos de aislamiento que se aplican a jóvenes.

“Nadie cree realmente que encerrar a un adolescente en un armario sea un método efectivo para mejorar su conducta o su carácter, y mucho menos para protegerlo a largo plazo”, aseveró Kysel. “Los jóvenes tienen derechos y necesidades distintas a las de los adultos. Las prácticas de las cárceles y los centros de detención deberían tener en cuenta esas diferencias y fomentar su capacidad de madurar y cambiar. Deberíamos estar invirtiendo en los jóvenes en vez de segregarlos”.

Selección de testimonios de jóvenes entrevistados:

“Durante el aislamiento, se produce una implosión o una explosión; pierdes contacto con la realidad, escuchas voces, alucinas y piensas durante horas en la posibilidad de suicidarte, matar a otras personas o ambas cosas. La rabia y el sufrimiento se vuelven tan intensos que sospechas de todos y no confías en nadie, y cuando alguien hace algo bueno por ti, no llegas a comprender por qué lo ha hecho”. – “Douglas C.” Colorado, abril de 2012.

“Lo peor del aislamiento es estar atrapado contigo mismo en una habitación tan pequeña. No hay nada para hacer, de modo que comienzas a hablarte a ti mismo y te pierdes en tus propios pensamientos. Es devastador. Te deprimes y te preguntas si acaso vale la pena estar vivo. Tus pensamientos se vuelcan a todo lo vinculado con la muerte más que con la vida... Yo sentí deseos de suicidarme”. – “Paul K.”, Michigan, marzo de 2012.

“Lo único que quería era morirme, como si no hubiera salida. Me sentía extenuado. El primer día intenté colgarme. Tomé una sábana y traté de atarla a la luz, pero vinieron... La guardia que hacía las rondas golpeaba la ventana y decía ‘¿Estás vivo? ¿estás vivo?’. Podía escucharla pero sentía que iba a morir. No podía respirar”. – “Luz M.”, Nueva York, abril de 2012

“¿Yo? Me hice cortes. Comencé a hacerlo porque era la única forma de aliviar mi dolor. Veía la sangre y eso me hacía sentir bien… Lo hice con grapas, no con navajas. Cuando veo la sangre, me dan ganas de seguir adelante. Se lo mostré al personal pero no hicieron nada... Yo quería que [el personal] me hablara. Quería que entendieran lo que me estaba sucediendo”. – “Alyssa E.”, Florida, abril de 2012.

“Si tuviera que describir el aislamiento a otra persona, le diría que es algo malo. No hicimos nada malo para que nos pusieran en aislamiento. Dicen que es para protegernos, pero creo que nos pone más en peligro... [C]ómo es posible que nos acusen como si fuéramos hombres pero que luego nos separen de los adultos. No tiene sentido. Si es así, y realmente quieren protegernos, nuestros casos deberían estar en el sistema de justicia juvenil”. – “Charles O.”, Pensilvania, abril de 2012.

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