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Birmania: Poner fin a la represión de monjes budistas

Se intensifica la intimidación antes del segundo aniversario de las protestas duramente reprimidas

(Bangkok) - Los monjes budistas de Birmania enfrentan continuamente represión, intimidación y duras sentencias de prisión dos años después de la brutal represión por el Gobierno militar de las manifestaciones pacíficas, señaló Human Rights Watch en un informe publicado hoy.

El informe de 99 páginas, "The Resistance of the Monks: Buddhism and Protest in Burma," ("La resistencia de los monjes: Budismo y protesta en Birmania"), escrito por el especialista con amplia experiencia en Birmania, Bertil Lintner, describe la represión de los monjes de Birmania después de que lideraron las manifestaciones contra el Gobierno en septiembre de 2007. El informe relata las historias individuales de los monjes que fueron arrestados, golpeados y detenidos. Dos años después de que los monjes budistas marcharon por la calle de la líder opositora detenida Aung San Suu Kyi, cientos de monjes están en la cárcel y miles siguen temerosos de la represión militar. Muchos han dejado sus monasterios y regresaron a sus aldeas o buscaron refugio en el extranjero, mientras que aquellos que permanecieron en sus monasterios viven bajo constante vigilancia.

"Las historias contadas por los monjes son tristes y perturbadoras, pero ejemplifican el comportamiento del Gobierno militar de Birmania, ya que se aferra al poder mediante la violencia, el miedo y la represión", dijo Brad Adams, director de Asia para Human Rights Watch. "Los monjes conservan una gran autoridad moral, actúan de acuerdo a principios que pueden resultar peligrosos para el Gobierno".

El informe dice que desde los acontecimientos de 2007, miles de monjes han sido despojados de túnicas y se les ha impedido cumplir su papel fundamental como mediadores sociales en la sociedad birmana. El informe también detalla el papel crucial de servicio social desempeñado por los monjes a raíz de la devastación del ciclón Nargis en 2008 - y la represión sufrida por muchos como consecuencia.

En un informe de diciembre de 2007, Human Rights Watch documentó 21 muertes como resultado de los disparos y golpes por parte las fuerzas de seguridad hacia las multitudes de monjes y civiles. Miles de monjes y sus seguidores fueron arrestados.

Alrededor de 240 monjes están hoy cumpliendo penas severas de cárcel en Birmania, incluyendo U Gambira, de 30 años de edad, que cumple una condena de 63 años de prisión por su papel como uno de los líderes del movimiento de protesta. En el informe que se le cita diciendo:

"Nos adherimos a la no violencia, pero nuestra espina dorsal está hecha de acero. No hay vuelta atrás. Poco importa si mi vida o las vidas de mis colegas deben sacrificarse en este viaje. Otros ocuparán nuestras sandalias, y más se unirán y más seguirán ".

U Gambira está ahora detenido en una prisión aislada en Birmania occidental, cerca de la frontera con la India, donde según se informa se encuentra en malas condiciones de salud.

El Gobierno militar ha intensificado la vigilancia de los monasterios, cerrado servicios sociales y de salud administrados por grupos locales monásticos en Rangún y en otras partes del país como Pakokku y Magwe, y continuó despojando de sus túnicas a monjes budistas sospechosos de actividades políticas. Uno de los monjes entrevistados por Human Rights Watch dijo:

"Hay agentes de inteligencia militar afuera, y ven a todo el que entra y sale de las puertas. Un hombre de los servicios de seguridad viene cada mañana y tarde, para verificar cuales monjes están aquí, entonces se va".

"Que el Gobierno militar pueda tratar a los monjes que participan en las protestas pacíficas de una forma tan terrible no sólo muestra su brutalidad, sino también cuán aislados se encuentran los generales de los puntos de vista y sensibilidades de la gente corriente", dijo Adams. "Esto no es sorprendente, ya que el Gobierno no tiene legitimidad popular y basa sus políticas en todo aquello que lo mantenga en el poder, no en lo que el público quiere o necesita".

El informe también describe la larga historia de activismo en la Sangha Budista (monjes budistas). Documenta cómo los monjes budistas se han involucrado en actos abiertos de desafío político durante períodos de gran represión en Birmania, desde la época del colonialismo británico a las protestas contra militares tras el golpe militar de 1962, y en grandes manifestaciones contra el régimen militar en 1974, 1988 y 1990.

El informe también detalla cómo el gobernante Estado para la Paz y el Desarrollo (EPPD) reprime de forma rutinaria el bienestar de la comunidad, la salud y las iniciativas de educación de los monjes, mientras que al mismo tiempo trata de utilizar el budismo como una herramienta para obtener legitimidad política, a menudo mediante la construcción de grandes pagodas y potorgando regalos a una selección de los principales monjes y monasterios.

"Mientras que el observador casual puede ver las túnicas de color rojo y la construcción de templos en Birmania como un signo de la libertad religiosa, la realidad es que los monjes que participan en la resistencia pacífica han sido desde hace tiempo perseguidos por sucesivos gobiernos militares", dijo Adams.

"La resistencia de los monjes", complementa la campaña lanzada por Human Rights Watch el pasado 16 de septiembre por la liberación de los presos políticos, entre ellos monjes detenidos, con anticipación a elecciones previstas para 2010. Human Rights Watch pidió a los actores clave de la comunidad internacional, incluyendo a China, India, los miembros de la Asociación de Estados del Sudeste Asiático (ASEAN), los Estados Unidos, la Unión Europea, Australia, y el nuevo Gobierno de Japón dejar en claro que las elecciones previstas no serán consideradas como creíbles y legítimas si se llevan a cabo con tantos monjes, monjas budistas, activistas y figuras opositoras en prisión.

"La cólera pública sigue siendo fuerte en Birmania, y la posibilidad de una repetición de las manifestaciones de 2007 es muy real, a menos que la comunidad internacional ejerza presión sobre el régimen para que se involucre en un proceso creíble de reforma política", dijo Adams. "No sería sorprendente ver a los monjes en las calles de nuevo, si el malestar no es atendido".

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